- Los Demás EscritosDespués de la LEY y los PROFETAS, la Biblia hebrea presenta una tercera colección de Libros, que no forman un conjunto homogéneo. Por eso no han recibido un título característico, sino que se los llamó simplemente LOS DEMÁS ESCRITOS. Entre ellos ocupa un lugar de preeminencia el libro de los Salmos. De allí que el Nuevo Testamento, siguiendo una costumbre judía, designe a estas tres partes de la Biblia como "la Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos" (Lc. 24. 44).
Además de estos "Escritos", hay otros Libros que los judíos de Palestina no incluyeron en el canon de las Escrituras, pero que fueron admitidos por los judíos residentes en Alejandría de Egipto. Estos Libros, redactados originariamente en griego o traducidos a esa lengua, fueron incorporados a la versión llamada de los "Setenta", que era la Biblia usada por las comunidades judías dispersas en el mundo grecorromano y por los cristianos de habla griega. Como en los primeros siglos del Cristianismo se suscitaron ciertas dudas sobre el carácter inspirado de estos Libros, se los llamó "deuterocanónicos", es decir, incluidos en el canon de los Libros Sagrados en un "segundo" momento. Actualmente, los cristianos que siguen la reforma protestante, lo mismo que el Judaísmo, sólo admiten el canon fijado por los rabinos de Palestina hacia el año 90 d. C. La Iglesia Católica, en cambio, también reconoce como inspirados los Libros "deuterocanónicos".
El grupo más representativo de estos Escritos es el de los Libros llamados "sapienciales", a saber, Job, Proverbios, Eclesiastés, Eclesiástico y Sabiduría, aunque el género sapiencial también se encuentra en varios Salmos y en otros Libros de carácter didáctico, como los de Tobías y Baruc. Este género se remonta a los orígenes de Israel, pero se desarrolló especialmente después del exilio, cuando se extinguió el profetismo y los "maestros de sabiduría" se convirtieron en los guías espirituales del Pueblo judío.
Los escritos sapienciales
La literatura sapiencial no es exclusiva de Israel, sino que constituye un fenómeno ampliamente difundido en todo el Antiguo Oriente. La misma Biblia menciona a "los sabios de las naciones" (Jer. 10. 7) y alude en particular a la sabiduría de Asiria (Is. 10. 13), de Babilonia (Is. 47. 10; Jer. 50. 35) y de Fenicia (Ez. 28. 3-5). Especialmente célebres eran los sabios de Arabia y de Edóm, y Job lo mismo que sus tres amigos son presentados como habitantes de aquellas regiones (Jb. 1. 1; 2. 11). No menos renombrada era la sabiduría de Egipto, de donde procede un conjunto notable de escritos sapienciales, cuyos orígenes se remontan al 2800 a. C.
El rasgo más característico de la "sabiduría" oriental es su carácter eminentemente práctico. El sabio observa y escucha, está atento a la compleja trama de la vida y a las reacciones de los hombres. Él sabe que en la infinita variedad de los acontecimientos es posible descubrir un "orden" que es preciso conocer para actuar con éxito en la vida. La sabiduría es el arte de gobernarse a sí mismo, la capacidad de distinguir lo útil y ventajoso de lo nocivo y perjudicial. Las fuentes de ese conocimiento práctico son la inteligencia, la experiencia y la reflexión.
De este fondo cultural común a muchos pueblos del Antiguo Oriente se benefició también Israel. El movimiento sapiencial tomó un gran impulso en tiempos de Salomón, cuando el afianzamiento de la institución monárquica exigía la adecuada formación de las clases dirigentes del reino y la organización del personal administrativo. De allí que la tradición bíblica considere a aquel célebre rey como el prototipo del "sabio" (1 Rey. 5. 10) y le atribuya prácticamente todos los escritos sapienciales del Antiguo Testamento.
Pero Israel no recibió pasivamente aquella herencia cultural, sino que le imprimió su sello propio. La sabiduría que brota de la experiencia se convirtió gradualmente en una sabiduría religiosa, fundada en el "temor del Señor" y orientada hacia él. Así, el "humanismo" de la sabiduría oriental adquirió un contenido nuevo, que se acentúa sobre todo en los escritos más recientes, como son el prólogo al libro de los Proverbios, el Eclesiástico y la Sabiduría. Al destacar el origen divino de la Sabiduría, los "sabios" de Israel descubrieron nuevos horizontes, que los llevaron a poner de relieve la misteriosa trascendencia de esa Sabiduría y la incapacidad del hombre para penetrar en ella (Jb. 28).
Más aún, varios poemas contenidos en estos Libros "personifican" a la Sabiduría divina, presentándola como alguien que toma la palabra para exponer sus prerrogativas y su inagotable riqueza (Prov. 8. 22-31). Ella se identifica a sí misma con la Palabra creadora de Dios (Ecli. 24. 3) y con la Ley revelada a Israel (Ecli. 24. 23; Bar. 3. 9 – 4. 4). Esta personificación poética de la Sabiduría preparaba la revelación del misterio de Cristo, Palabra de Dios hecha carne (Jn. 1. 14) y Sabiduría de Dios manifestada plenamente a los hombres (1 Cor. 1. 24)
SALMOS
La formación del Salterio
La palabra "Salmo" proviene de un verbo griego que significa "tocar un instrumento de cuerdas", y se utilizó originariamente para designar los cantos acompañados por ese instrumento. Este último se llamaba "Salterio", pero más tarde el nombre perdió su significación original y comenzó a ser empleado como sinónimo de LIBRO DE LOS SALMOS.
El Antiguo Testamento contiene numerosos textos poéticos con características similares a las de los Salmos. El célebre Canto de Moisés (Ex. 15. 1-18), el himno de victoria entonado por Débora y Barac (Jc. 5), la elegía de David por la muerte de Saúl y Jonatán (2 Sam. 1. 17-27) y la lamentación de Jonás (Jon. 2. 3-10), son algunos de los muchos ejemplos que se podrían citar. Pero el tesoro de la lírica cultual y religiosa de Israel se encuentra fundamentalmente en el Salterio.
Una tradición judía –que luego tuvo amplia difusión en la Iglesia– atribuye a David la mayor parte de los Salmos. Esta atribución se funda en el testimonio de los Libros históricos del Antiguo Testamento, que aluden repetidamente al genio musical y poético de David (1 Sam. 16. 16-19, 23; 2 Sam. 1. 17-27; 23. 1). Sin embargo, las múltiples situaciones individuales y nacionales reflejadas en los Salmos, su variedad de estilos y géneros literarios, como asimismo su íntima vinculación con la vida litúrgica de Israel, impiden afirmar que el Salterio sea la obra de un solo autor o el producto de una sola época. Por otra parte, dicha tradición comenzó a formarse mucho después del exilio babilónico, es decir, en un momento en que era frecuente entre los judíos poner bajo el nombre de una gran personalidad todos los escritos pertenecientes a un mismo género. Así, por ejemplo, toda la legislación contenida en el Pentateuco se atribuyó a Moisés, mientras que Salomón fue considerado el autor de toda la literatura sapiencial.
En realidad, el Salterio es el Libro de oración que los israelitas fueron componiendo a lo largo de varios siglos para dialogar con su Dios. A través de ciento cincuenta poemas religiosos, ese Pueblo fue expresando sus experiencias y las aspiraciones más profundas de su alma: sus luchas y sus esperanzas, sus triunfos y sus fracasos, su adoración y su acción de gracias, sus rebeldías y sus arrepentimientos y, sobre todo, la súplica ardiente que brota de la enfermedad, la pobreza, el destierro, la injusticia y de todas las demás miserias del hombre.
Al comienzo de la mayoría de los Salmos se encuentran inscripciones o "títulos", con indicaciones de carácter musical, poético, litúrgico o histórico, cuyo significado es muchas veces oscuro. Estos títulos no provienen de los autores de cada Salmo, sino que fueron agregados por los cantores del Templo de Jerusalén, a medida que los diversos poemas eran agrupados en colecciones.
Los géneros literarios de los Salmos
En el texto hebreo del Antiguo Testamento, los Salmos son designados con una expresión que significa "Cantos de Alabanza". Esta designación se adapta muy bien a un grupo de Salmos, pero resulta menos adecuada cuando se la aplica a todo el conjunto, ya que el Salterio incluye –además de los "Himnos" o "Cantos de Alabanza"– otros tipos de oración, en especial, las "Súplicas" y los "Cantos de Acción de gracias".
Los "Himnos" expresan la actitud de adoración del creyente frente a la grandeza y la bondad de Dios. En este grupo se distinguen, por su tema especial, los "Cantos de Sión" y los "Himnos a la realeza del Señor". Las "Súplicas" responden a la necesidad de apelar confiadamente a la misericordia divina en los momentos de necesidad, y se pueden distinguir dos tipos diversos: las súplicas "colectivas" y las "individuales". Los "Cantos de Acción de gracias" son una expresión de reconocimiento por la ayuda recibida del Señor, y también ellos se dividen en "colectivos" e "individuales". La característica distintiva de estos Salmos es el relato de los sufrimientos padecidos por el salmista y la solemne proclamación de los beneficios alcanzados.
A estos tres géneros se añaden otros grupos de salmos que presentan características especiales, sea de forma o de contenido. A ellos pertenecen, por ejemplo, los Salmos "sapienciales" y los "reales". Estos últimos cobraron una especial importancia cuando fue depuesto el último de los reyes davídicos. "Releídos" en sentido mesiánico, se descubrió en ellos un anuncio profético del día en que el Señor devolvería su antiguo esplendor a la dinastía davídica y establecería un Reino más perfecto aún que el de David. Dentro de dicha perspectiva mesiánica, el Nuevo Testamento aplicó esto Salmos a Jesucristo, el Mesías, "nacido de la estirpe de David según la carne" (Rom. 1. 3). Además, existen otras formas de Salmos, llamadas "mixtas" o "irregulares" porque en ellas se mezclan diversos géneros.
Los Salmos imprecatorios
Una dificultad particular es la que presentan las "imprecaciones" del Salterio, con sus violentos deseos de venganza y sus expresiones de odio contra los "enemigos". Para situar esas imprecaciones en su contexto adecuado, conviene tener en cuenta, aunque sea muy someramente, quiénes son los "enemigos" a los que se alude en los Salmos.
Unas veces, las imprecaciones están dirigidas contra los "enemigos" de Israel, es decir, contra los responsables de graves desgracias nacionales, incluso –como en los casos de Asiria y de Babilonia– de la destrucción de los Reinos de Israel y de Judá (2 Rey. 17. 5-6; 25. 8-21). El orgullo nacional y la convicción de que los enemigos de Israel eran los enemigos de Dios, hacen más explicables algunas expresiones, como las de los salmos 79. 12; 137. 7-9. Por otra parte, estas imprecaciones reproducen fórmulas más o menos estereotipadas, propias del lenguaje guerrero de la época.
Otras veces, los "enemigos" son todos aquellos que tenían al salmista por un pecador y veían en sus sufrimientos un castigo de Dios, debido a la perspectiva de retribución puramente terrena propia del Antiguo Testamento. Para esa mentalidad, todo sufrimiento era una consecuencia del pecado, y los que lo padecían estaban "abandonados de Dios". Consciente de su inocencia, el salmista apela al Señor para que "confunda" a sus enemigos. Sólo así se manifestaría la justicia de Dios y la inocencia de los justos, y no se podría dudar de la protección que el Señor concede a sus amigos. Finalmente, en otras ocasiones, los "enemigos" son los que persiguen y oprimen a los pobres y a los débiles. En esos casos, las imprecaciones –incluso las más violentas– revelan un ansia incontenible de justicia y un legítimo anhelo de liberación que nunca pierden actualidad.
El uso cristiano del Salterio
Los primeros cristianos hicieron del Salterio su "Libro de oración" por excelencia, si bien lo "releyeron" con un nuevo espíritu, a la luz del Misterio Pascual. Este hecho resulta particularmente significativo, si se tiene en cuenta que todos los otros elementos cultuales de la ANTIGUA ALIANZA –el Templo, el sacerdocio y los sacrificios– quedaron abolidos por Cristo, el verdadero Templo, el Sumo Sacerdote y la única Víctima agradable a Dios.
Al conservar el uso de los Salmos, los primeros cristianos no hicieron más que seguir el ejemplo de Cristo. Los Salmos, en efecto, animaron su constante diálogo con el Padre. Un salmo expresa el sentido de su misión, en el momento de venir a este mundo (Sal. 40. 8-9, citado en Heb. 10. 9). En sus peregrinaciones a Jerusalén, antes de iniciar su ministerio público, Jesús cantó los Salmos graduales (Lc. 2. 41-42). En la última Cena, entonó los Salmos que recitaban los judíos al celebrar la Cena pascual (Mt. 26. 30). Y en la Cruz, él recurrió una vez más al Salterio para expresar su dolor y su abandono confiado en las manos del Padre (Mt. 27. 46; Lc. 23. 46; Jn. 19. 28).
El Salterio comienza con esta "Bienaventuranza", que es como el prólogo de todo el Libro. La exclamación inicial –"¡Feliz el hombre...!"–; se explicita a lo largo del Salmo mediante la contraposición de dos imágenes poéticas: el árbol desbordante de vitalidad simboliza la felicidad de los justos; la paja arrastrada por el viento representa la ruina final de los impíos. Así se expresa uno de los temas centrales del Salterio y de toda la Biblia: la conducta de cada hombre está sometida al Juicio de Dios, y el mundo está gobernado por la justicia divina.
1 ¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta,
2 mas se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche!
3 Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien.
4 ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento.
5 Por eso, no resistirán en el Juicio los impíos, ni los pecadores en la comunidad de los justos.
6 Porque Yahveh conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos se pierde.
Este Salmo "real" perteneció originariamente al ritual de la entronización de los reyes davídicos. Con gran fuerza poética y en progresión dramática, el salmista presenta cuatro escenas sucesivas: a) la inútil rebelión de los reyes vasallos (vs. 1-3); b) la reacción del Señor frente a los rebeldes (vs. 4-6); c) la declaración del nuevo rey, el "Ungido" del Señor (vs. 7-9); d) el llamado a la reconciliación, con una amenaza a los rebeldes (vs. 10-12).
En el transcurso del tiempo, este Salmo se fue enriqueciendo con motivos mesiánicos, y los primeros cristianos lo "releyeron" como un anuncio de la entronización celestial de Cristo en el momento de su Resurrección y como una proclamación profética de su filiación divina (v. 7).
1 ¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes vanos?
2 Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados contra Yahveh y contra su Ungido:
3 «¡Rompamos sus coyundas, sacudámonos su yugo!»
4 El que se sienta en los cielos se sonríe, Yahveh se burla de ellos.
5 Luego en su cólera les habla, en su furor los aterra:
6 «Ya tengo yo consagrado a mi rey en Sión mi monte santo.»
7 Voy a anunciar el decreto de Yahveh: El me ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy.
8 Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra.
9 Con cetro de hierro, los quebrantarás, los quebrarás como vaso de alfarero.»
10 Y ahora, reyes, comprended, corregíos, jueces de la tierra.
11 Servid a Yahveh con temor,
12 con temblor besad sus pies; no se irrite y perezcáis en el camino, pues su cólera se inflama de repente. ¡Venturosos los que a él se acogen!
Rodeado de enemigos que tratan de quitarle la confianza en Dios (v. 3), el salmista se pone totalmente bajo la protección divina. Su confianza se funda en el recuerdo de la ayuda que recibió del Señor en circunstancias similares (vs. 4-5, 8). La "multitud innumerable" mencionada en el v. 7 (literalmente, "un ejército de diez mil"), podría indicar que este Salmo fue inicialmente la súplica de un rey o de un jefe militar, y que sólo más tarde comenzó a ser recitado por el común de los fieles.
La tradición cristiana, apoyándose en el v. 6, ha utilizado este Salmo como oración de la mañana.
1 Salmo de David. Cuando huía de su hijo Absalón.2 Yahveh, ¡cuán numerosos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí!
3 ¡Cuántos los que dicen de mi vida: «No hay salvación para él en Dios!»
4 Mas tú, Yahveh, escudo que me ciñes, mi gloria, el que realza mi cabeza.
5 A voz en grito clamo hacia Yahveh, y él me responde desde su santo monte.
6 Yo me acuesto y me duermo, me despierto, pues Yahveh me sostiene.
7 No temo a esas gentes que a millares se apostan en torno contra mí.
8 ¡Levántate, Yahveh! ¡Dios mío, sálvame! Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos, los dientes de los impíos tú los rompes.
9 De Yahveh la salvación. Tu bendición sobre tu pueblo.
La experiencia personal de los favores recibidos (v. 2b) ha suscitado en el salmista una inalterable confianza en Dios, que hace "maravillas" por sus amigos (v. 4). Esta actitud confiada -única fuente de paz y alegría verdaderas (vs. 8-9)- le permite apelar a la ayuda divina en la dificultad presente, y dirigir una severa exhortación a los que dudan de Dios y se apartan de él en el momento de la adversidad (vs. 3-7).
La Iglesia, fundándose en el v. 9, utiliza este Salmo como oración de la noche.
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda.Salmo de David.
2 Cuando clamo, respóndeme, oh Dios mi justiciero, en la angustia tú me abres salida; tenme piedad, escucha mi oración.
3 Vosotros, hombres, ¿hasta cuándo seréis torpes de corazón, amando vanidad, rebuscando mentira?
4 ¡Sabed que Yahveh mima a su amigo, Yahveh escucha cuando yo le invoco.
5 Temblad, y no pequéis; hablad con vuestro corazón en el lecho ¡y silencio!
6 Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Yahveh.
7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?» ¡Alza sobre nosotros la luz de tu rostro! Yahveh,
8 tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo.
9 En paz, todo a una, yo me acuesto y me duermo, pues tú solo, Yahveh, me asientas en seguro.
A la hora en que se ofrece el sacrificio matutino (Éx. 29. 38-40), un fiel israelita expone su caso al Señor (v. 4), apelando a la justicia de Dios (v. 9). El hecho de encontrarse en el Santuario (v. 8) es para él una prueba de su inocencia, porque ningún impío podría gozar de ese privilegio (vs. 5-6). Para hacer más apremiante su oración, el salmista menciona a sus enemigos, que lo acusan calumniosamente (vs. 9-11). El Salmo concluye con una expresión de confianza en el Señor, que bendice a los justos y los protege como un escudo (vs. 12-13).
El v. 4 ha dado pie a que se usara este Salmo como oración de la mañana.
1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo de David2 Escucha mis palabras, Yahveh, repara en mi lamento,
3 atiende a la voz de mi clamor, oh mi Rey y mi Dios. Porque a ti te suplico,
4 Yahveh; ya de mañana oyes mi voz; de mañana te presento mi súplica, y me quedo a la espera.
5 Pues no eres tú un Dios que se complace en la impiedad, no es huésped tuyo el malo.
6 No, los arrogantes no resisten delante de tus ojos. Detestas a todos los agentes de mal,
7 pierdes a los mentirosos; al hombre sanguinario y fraudulento le abomina Yahveh.
8 Mas yo, por la abundancia de tu amor, entro en tu Casa; en tu santo Templo me prosterno, lleno de tu temor.
9 Guíame, Yahveh, en tu justicia, por causa de los que me acechan, allana tu camino ante mí.
10 Que no hay en su boca lealtad, en su interior, tan sólo subversión; sepulcro abierto es su garganta, melosa muévese su lengua.
11 Trátalos, oh Dios, como culpables, haz que fracasen sus intrigas; arrójalos por el exceso de sus crímenes, por rebelarse contra ti.
12 Y se alegren los que a ti se acogen, se alborocen por siempre; tú los proteges, en ti exultan los que aman tu nombre.
13 Pues tú bendices al justo, Yahveh, como un gran escudo tu favor le cubre.
Agobiado por sus sufrimientos, un enfermo pide al Señor que lo perdone y le devuelva la salud (vs. 2-3), exponiendo los males que lo afligen (vs 4, 7-8) y los motivos que tiene para implorar la ayuda divina (vs. 5-6).
Las expresiones e imágenes empleadas en este Salmo se vuelven a encontrar en un grupo de Salmos denominados “Oraciones de los enfermos”, (Sal. 38; 41; 88; 102. 2-12). Estas oraciones podían ser utilizadas en cualquier caso de enfermedad. Los enfermos las recitaban personalmente en el Templo, y si estaban impedidos, lo hacían por medio de un representante. A cada uno le correspondía poner su acento particular en la recitación de la súplica.
La tradición cristiana ha hecho de este Salmo uno de los siete llamados “penitenciales” (Sal. 32; 38; 51; 102; 130; 143).
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. En octava. Salmo de David.
2 Yahveh, no me corrijas en tu cólera, en tu furor no me castigues.
3 Tenme piedad, Yahveh, que estoy sin fuerzas, sáname, Yahveh, que mis huesos están desmoronados,
4 desmoronada totalmente mi alma, y tú, Yahveh, ¿hasta cuándo?
5 Vuélvete, Yahveh, recobra mi alma, sálvame, por tu amor.
6 Porque, en la muerte, nadie de ti se acuerda; en el seol, ¿quién te puede alabar?
7 Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama;
8 mi ojo está corroído por el tedio, ha envejecido entre opresores.
9 Apartaos de mí todos los malvados, pues Yahveh ha oído la voz de mis sollozos.
10 Yahveh ha oído mi súplica, Yahveh acoge mi oración.
11 ¡Todos mis enemigos, confusos, aterrados, retrocedan, súbitamente confundidos!
Mediante una declaración que equivale a un juramento (vs. 4-6), una persona acusada y perseguida se confiesa inocente delante del Señor y le ruega que lo libre de sus perseguidores (vs. 9-10). El motivo de la acusación está descrito con bastante vaguedad, y ningún detalle permite identificar con exactitud a los perseguidores. Estos hechos parecen indicar que el Salmo fue compuesto originariamente para el rito a que se hace alusión en 1 Rey. 8. 31-32: cuando un inocente era amenazado de muerte y perseguido, podía refugiarse en el Templo y someter su caso a la justicia de Dios. Con este fin, recitaba la fórmula contenida en este Salmo o alguna otra similar (Sal. 17; 26). Al declarar su inocencia, no afirmaba estar libre de todo pecado, sino solamente del crimen que se le imputaba.
1 Lamentación de David. La que cantó al Señor a propósito de Cus, el benjaminita.2 Yahveh, Dios mío, a ti me acojo, sálvame de todos mis perseguidores, líbrame;
3 ¡que no arrebate como un león mi vida el que desgarra, sin que nadie libre!
4 Yahveh, Dios mío, si algo de esto hice, si hay en mis manos injusticia,
5 si a mi bienhechor con mal he respondido si he perdonado al opresor injusto,
6 ¡que el enemigo me persiga y me alcance, estrelle mi vida contra el suelo, y tire mis entrañas por el polvo!
7 Levántate, Yahveh, en tu cólera, surge contra los arrebatos de mis opresores, despierta ya, Dios mío, tú que el juicio convocas.
8 Que te rodee la asamblea de las naciones, y tú en lo alto vuélvete hacia ella.
9 (Yahveh, juez de los pueblos.) Júzgame, Yahveh, conforme a mi justicia y según mi inocencia.
10 Haz que cese la maldad de los impíos, y afianza al justo, tú que escrutas corazones y entrañas, oh Dios justo.
11 Dios, el escudo que me cubre, el salvador de los de recto corazón;
12 Dios, el juez justo, tardo a la cólera, pero Dios amenazante en todo tiempo
13 para el que no se vuelve. Afile su espada el enemigo, tense su arco y lo apareje,
14 para sí solo prepara armas de muerte, hace tizones de sus flechas;
15 vedle en su preñez de iniquidad, malicia concibió, fracaso pare.
16 Cavó una fosa, recavó bien hondo, mas cae en el hoyo que él abrió;
17 revierte su obra en su cabeza, su violencia en su cerviz recae.
18 Doy gracias a Yahveh por su justicia, salmodio al nombre de Yahveh, el Altísimo.
La alabanza contenida en este célebre himno expresa la intuición poético-religiosa del salmista, que contempla con ojos asombrados la obra de Dios en la creación. Su pensamiento se concentra en el hombre, realidad casi insignificante en comparación con la majestad del cielo, y objeto, al mismo tiempo, de una inexplicable solicitud por parte del Creador (v. 5). Ningún otro de los seres creados recibió una dignidad semejante a la de él (v. 6), y todas las cosas están sometidas a su dominio (vs. 7-9). Estas mismas ideas se vuelven a encontrar en el relato “sacerdotal” de la creación (Gn. 1. 26-28), que es, sin duda, posterior a este Salmo.
1 Del maestro de coro. Con la cítara de Gat. Salmo de David.
2 ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra! Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos,
3 en boca de los niños, los que aún maman, dispones baluarte frente a tus adversarios, para acabar con enemigos y rebeldes.
4 Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste tú,
5 ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides?
6 Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor;
7 le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies:
8 ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo,
9 y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas.
10 ¡Oh Yahveh, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra!
La versión griega de los Setenta -seguida por la Vulgata- considera como una unidad los Salmos 9 y 10 del texto hebreo: de allí proviene la diferencia de numeración a la que se alude en la nota del Sal. 10. El ordenamiento "alfabético" de los versos indica que la división introducida en el texto hebreo es artificial y que, en realidad, se trata de un solo poema de estructura bastante compleja.
La primera parte es un canto de acción de gracias, en el que se intercalan algunos motivos hímnicos (9. 6-13, 16-17). La segunda es una súplica al Señor, que aparentemente permanece impasible (10. 1) frente a los atropellos cometidos por los malvados. El Salmo concluye con una referencia a la realeza del Señor (10. 16) y con una expresión de confianza en el Dios que protege a los humildes y salva a los oprimidos (10. 17-18).
1 Del maestro de coro. Para oboes y arpa. Salmo de David.
2 Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón, cantaré todas tus maravillas;
3 quiero alegrarme y exultar en ti, salmodiar a tu nombre, Altísimo.
4 Mis enemigos retroceden, flaquean, perecen delante de tu rostro;
5 pues tú has llevado mi juicio y mi sentencia, sentándote en el trono cual juez justo.
6 Has reprimido a las gentes, has perdido al impío, has borrado su nombre para siempre jamás;
7 acabado el enemigo, todo es ruina sin fin, has suprimido sus ciudades, perdido su recuerdo. He aquí que
8 Yahveh se sienta para siempre, afianza para el juicio su trono;
9 él juzga al orbe con justicia, a los pueblos con rectitud sentencia.
10 ¡Sea Yahveh ciudadela para el oprimido, ciudadela en los tiempos de angustia!
11 Y en ti confíen los que saben tu nombre, pues tú, Yahveh, no abandonas a los que te buscan.
12 Salmodiad a Yahveh, que se sienta en Sión, publicad por los pueblos sus hazañas;
13 que él pide cuentas de la sangre, y de ellos se acuerda, no olvida el grito de los desdichados.
14 Tenme piedad, Yahveh, ve mi aflicción, tú que me recobras de las puertas de la muerte,
15 para que yo cuente todas tus alabanzas a las puertas de la hija de Sión, gozoso de tu salvación.
16 Se hundieron los gentiles en la fosa que hicieron, en la red que ocultaron, su pie quedó prendido.
17 Yahveh se ha dado a conocer, ha hecho justicia, el impío se ha enredado en la obra de sus manos. Sordina.
18 ¡Vuelvan los impíos al seol, todos los gentiles que de Dios se olvidan!
19 Que no queda olvidado el pobre eternamente, no se pierde por siempre la esperanza de los desdichados.
20 ¡Levántate, Yahveh, no triunfe el hombre, sean juzgados los gentiles delante de tu rostro!
21 Infunde tú, Yahveh, en ellos el terror, aprendan los gentiles que no son más que hombres.
Ante una grave amenaza de muerte, cuando la prudencia humana haría razonable la huida, el salmista responde a sus amigos con una expresión de absoluta confianza en Dios. Al lirismo de los versos iniciales (vs. 1-3) se añade una reflexión de tono sapiencial (vs. 4-7). En ella se afirma que los acontecimientos humanos están regidos por la Providencia de Dios, y que a pesar del momentáneo triunfo de los malvados, al final, triunfará la justicia.
1 ¿Por qué, Yahveh, te quedas lejos, te escondes en las horas de la angustia?
2 Por el orgullo del impío es perseguido el desdichado, queda preso en la trampa que le ha urdido.
3 Sí, el impío se jacta de los antojos de su alma, el avaro que bendice menosprecia a Yahveh,
4 el impío, insolente, no le busca: «¡No hay Dios!», es todo lo que piensa.
5 En todo tiempo se afianzan sus caminos, allá arriba tus juicios muy lejos de él están, a todos sus rivales da soplidos.
6 Dice en su corazón: «¡Jamás vacilaré!» porque en desgracia no se ve,
7 maldice. De fraude y perfidia está llena su boca, bajo su lengua sólo maldad e iniquidad;
8 al acecho se aposta entre las cañas en los recodos mata al inocente. Todo ojos, espía al desvalido,
9 al acecho escondido como león en su guarida, al acecho para atrapar al desdichado, atrapa al desdichado arrastrándole en su red.
10 Espía, se agazapa, se encoge, el desvalido cae en su poder;
11 dice en su corazón: «Dios se ha olvidado, tiene tapado el rostro, no ha de ver jamás.»
12 ¡Levántate, Yahveh, alza tu mano, oh Dios! ¡No te olvides de los desdichados!
13 ¿Por qué el impío menosprecia a Dios, dice en su corazón: «No vendrás a indagar?»
14 Lo has visto ya, que la pena y la tristeza las miras tú para tomarlas en tu mano: el desvalido se abandona a ti, tú socorres al huérfano.
15 ¡Quiebra el brazo del impío, del malvado; indaga su impiedad sin dejar rastro!
16 ¡Yahveh es rey por siempre, por los siglos; los gentiles han sido barridos de su tierra!
17 El deseo de los humildes escuchas tú, Yahveh, su corazón confortas, alarguas tus oídos,
18 para hacer justicia al huérfano, al vejado: ¡cese de dar terror el hombre salido de la tierra!
Este Salmo es una súplica, en la que el autor, con una visión pesimista del mundo, pide al Señor que intervenga para poner fin a los males que lo afligen. El Señor responde a esta petición con un oráculo, que contiene una promesa de salvación para los oprimidos (v. 6). Como es habitual en los Salmos de súplica, los versículos finales (8-9) son una expresión de confianza en el Señor.
1 En Yahveh me cobijo; ¿cómo decís a mi alma: «Huye, pájaro, a tu monte?
2 «He aquí que los impíos tensan su arco, ajustan a la cuerda su saeta, para tirar en la sombra a los de recto corazón.
3 Si están en ruinas los cimientos, ¿que puede hacer el justo?»
4 Yahveh en su Templo santo, Yahveh, su trono está en los cielos; ven sus ojos el mundo, sus párpados exploran a los hijos de Adán.
5 Yahveh explora al justo y al impío; su alma odia a quien ama la violencia.
6 ¡Llueva sobre los impíos brasas y azufre, y un viento abrasador por porción de su copa!
7 Que es justo Yahveh y lo justo ama, los rectos contemplarán su rostro.
Los dramáticos “¿hasta cuándo?” de los versículos iniciales (2-3) confieren a esta súplica una intensidad particular. La reiteración de la pregunta expresa elocuentemente la impaciencia del salmista, al sentirse abandonado de Dios; pero, al mismo tiempo, es un signo de la íntima familiaridad con que implora la protección divina.
El Salmo no es muy explícito en describir la aflicción que da motivo a la súplica. Sin embargo, el v. 4 parece indicar que se trata de una enfermedad grave, que pone al paciente en peligro de muerte. Como en el Salmo anterior, la súplica concluye con una expresión de confianza, que dará lugar a la alegría y a la acción de gracias, cuando el Señor responda favorablemente (v. 6).
1 Del maestro de coro. En octava. Salmo de David.
2 ¡Salva, Yahveh, que ya no hay fieles, se acabaron los veraces entre los hijos de Adán!
3 Falsedad sólo dicen, cada cual a su prójimo, labios de engaño, lenguaje de corazones dobles.
4 Arranque Yahveh todo labio tramposo, la lengua que profiere bravatas,
5 los que dicen: «La lengua es nuestro fuerte, nuestros labios por nosotros, ¿quien va a ser amo nuestro?»
6 Por la opresión de los humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahveh: auxilio traigo a quien por él suspira.
7 Las palabras de Yahveh son palabras sinceras, plata pura, de ras de tierra, siete veces purgada.
8 Tú, Yahveh, los guardarás, los librarás de esta ralea para siempre;
9 de todas partes se irán los impíos, colmo de vileza entre los hijos de Adán.
La primera parte de este Salmo describe con un tono marcadamente pesimista, semejante al del Salmo 12, los pecados que corrompen a la sociedad. El principal de todos esos pecados es la negación de Dios, que el salmista condena como la mayor insensatez (vs. 1-3). La segunda parte contiene una invectiva contra los opresores de los pobres, porque no quieren caer en la cuenta del castigo que el Señor les tiene reservado (vs. 4-6). El versículo final fue añadido para el uso litúrgico del Salmo, y expresa el deseo de que el Señor envíe tiempos mejores a su Pueblo.
Este mismo Salmo, con algunas variantes (vs. 5-6), se vuelve a encontrar en el segundo libro del Salterio (Sal. 53).
1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 ¿Hasta cuándo, Yahveh, me olvidarás? ¿Por siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
3 ¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, en mi corazón angustia, día y noche? ¿Hasta cuándo triunfará sobre mí mi enemigo?
4 ¡Mira, respóndeme, Yahveh, Dios mío! ¡Ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte,
5 no diga mi enemigo: «¡Le he podido!», no exulten mis adversarios al verme vacilar!
6 Que yo en tu amor confío; en tu salvación mi corazón exulte. ¡A Yahveh cantaré por el bien que me ha hecho Samodiaré al nombre de Yahveh, el Altísimo!
En este breve y hermoso Salmo se establecen las condiciones necesarias para ser “huésped” del Señor, es decir, para entrar en el Santuario y participar del culto divino (v. 1). Entre las condiciones exigidas, no se menciona ningún rito exterior, sino que todas tienen un carácter exclusivamente moral. Esto pone en evidencia que el verdadero culto es inseparable de la justicia y del amor hacia el prójimo (vs. 2-5).
1 Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos están, de conducta abominable, no hay quien haga el bien.
2 Se asoma Yahveh desde los cielos hacia los hijos de Adán, por ver si hay un sensato, alguien que busque a Dios.
3 Todos ellos están descarriados, en masa pervertidos. No hay nadie que haga el bien. ni uno siquiera.
4 ¿No aprenderán todos los agentes de mal que comen a mi pueblo como se come el pan, y a Yahveh no invocan?
5 Allí de espanto temblarán donde nada hay que espante, que Dios está por la raza del justo:
6 de los planes del desdichado os burláis. mas Yahveh es su refugio.
7 ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel? Cuando cambie Yahveh la suerte de su pueblo, exultará Jacob, se alegrará Israel.
La confianza y el gozo profundo que brotan de la intimidad con Dios, son los sentimientos predominantes en este Salmo. Los vs. 5-6 permiten suponer que su autor es un levita – es decir, una persona consagrada al culto de Dios en el Templo de Jerusalén– que se encuentra en un grave peligro y acude al Señor, fuente de vida (v. 11), para que lo libre de la muerte (v. 10).
El Nuevo Testamento asigna a este Salmo un sentido mesiánico, citándolo como un anuncio anticipado de la Resurrección de Cristo (vs. 8-11).
1 Yahveh, ¿quién morará en tu tienda?, ¿quién habitará en tu santo monte?
2 El que ando sin tacha, y obra la justicia; que dice la verdad de corazón,
3 y no calumnia con su lengua; que no daña a su hermano, ni hace agravio a su prójimo;
4 con menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a Yahveh; que jura en su perjuicio y no retracta,
5 no presta a usura su dinero, ni acepta soborno en daño de inocente. Quien obra así jamás vacilará.
La situación en que se recitaba este Salmo es idéntica a la que se describe a propósito del Salmo 7: un inocente –acusado y perseguido injustamente– expone su caso al Señor en demanda de justicia. La súplica se alterna con las declaraciones de inocencia (vs. 3-5) y con una descripción de la maldad de sus perseguidores (vs. 10-12). En el versículo final, el salmista manifiesta su certeza de que alcanzará el favor divino.
1 Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio.
2 Yo digo a Yahveh: «Tú eres mi Señor. mi bien, nada hay fuera de ti»;
3 ellos, en cambio, a los santos que hay en la tierra: «¡Magníficos, todo mi gozo en ellos!».
4 Sus ídolos abundan, tras ellos van corriendo. Mas yo jamás derramaré sus libámenes de sangre, jamás tomaré sus nombres en mis labios.
5 Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa, tú mi suerte aseguras;
6 la cuerda me asigna un recinto de delicias, mi heredad es preciosa para mí.
7 Bendigo a Yahveh que me aconseja; aun de noche mi conciencia me instruye;
8 pongo a Yahveh ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo.
9 Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa;
10 pues no has de abandonar mi alma al seol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa.
11 Me enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre.
En este Salmo, el rey expresa su reconocimiento al Señor por la victoria alcanzada. El estilo es altamente poético y las ideas se van expresando con un amplio despliegue de imágenes. Al comienzo, se acumulan epítetos que presentan al Señor como un refugio inexpugnable para sus fieles (vs. 2-3). La amenaza del enemigo se describe como una irrupción de las fuerzas del caos y de la muerte (vs. 5-6). La intervención del Señor está descrita como una teofanía, en la que participan y se conmueven todas las fuerzas de la naturaleza (vs. 8-16).
Con algunas variantes, este mismo poema se vuelve a encontrar en 2 Sam. 22. 2-51.
1 Escucha, Yahveh, la justicia, atiende a mi clamor, presta oído a mi plegaria, que no es de labios engañosos.
2 Mi juicio saldrá de tu presencia, tus ojos ven lo recto.
3 Mi corazón tú sondas, de noche me visitas; me pruebas al crisol sin hallar nada malo en mí; mi boca no claudica
4 al modo de los hombres. La palabra de tus labios he guardado, por las sendas trazadas
5 ajustando mis pasos; por tus veredas no vacilan mis pies.
6 Yo te llamo, que tú, oh Dios, me respondes, tiende hacia mí tu oído, escucha mis palabras,
7 haz gala de tus gracias, tú que salvas a los que buscan a tu diestra refugio contra los que atacan.
8 Guárdame como la pupila de los ojos, escóndeme a la sombra de tus alas
9 de esos impíos que me acosan, enemigos ensañados que me cercan.
10 Están ellos cerrados en su grasa, hablan, la arrogancia en la boca.
11 Avanzan contra mí, ya me cercan, me clavan sus ojos para tirarme al suelo.
12 Son como el león ávido de presa, o el leoncillo agazapado en su guarida.
13 ¡Levántate, Yahveh, hazle frente, derríbale; libra con tu espada mi alma del impío,
14 de los mortales, con tu mano, Yahveh, de los mortales de este mundo, cuyo lote es la vida! ¡De tus reservas llénales el vientre, que sus hijos se sacien, y dejen las sobras para sus pequeños!
15 Mas yo, en la justicia, contemplaré tu rostro, al despertar me hartaré de tu imagen.
En este Salmo se encuentran yuxtapuestos dos poemas de estilo y contenido diversos. El primero es un himno de intensa vibración lírica, que celebra la gloria del Creador manifestada en la armonía y grandiosidad del firmamento (vs. 2-7). El segundo -que proviene de una época mucho más reciente- es un poema didáctico, en el que se describen las excelencias de la Ley divina.
A pesar de estas diferencias, la yuxtaposición de los dos poemas no es totalmente artificial, ya que así se establece un paralelismo entre las dos manifestaciones de la gloria de Dios: una en la Creación y en las perfecciones del universo, y otra en la Revelación concedida a su Pueblo, fuente de felicidad y de vida para los que la aman y aceptan sus exigencias.
1 Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que dirigió al Señor las palabras de este canto, cuando él lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.2 Dijo: Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia me has salvado).
3 Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio.
4 Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos.
5 Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial,
6 los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la Muerte.
7 Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos.
8 La tierra fue sacudida y vaciló, retemblaron las bases de los montes, (vacilaron bajo su furor);
9 una humareda subió de sus narices, y de su boca un fuego que abrasaba, (de él salían carbones encendidos).
10 El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies;
11 cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó.
12 Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las aguas, espesos nubarrones;
13 del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de fuego.
14 Tronó Yahveh en los cielos, lanzó el Altísimo su voz;
15 arrojó saetas, y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró derrota.
16 El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe aparecieron, ante tu imprecación, Yahveh, al resollar el aliento en tus narices.
17 El extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las profundas aguas;
18 me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más fuertes que yo.
19 Me aguardaban el día de mi ruina, más Yahveh fue un apoyo para mí;
20 me sacó a espacio abierto, me salvó porque me amaba.
21 Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, me paga conforme a la pureza de mis manos;
22 porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el mal lejos de mi Dios.
23 Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no aparto de mi lado;
24 he sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he guardado.
25 Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según la pureza de mis manos que tiene ante sus ojos.
26 Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin tacha;
27 con el puro eres puro, con el ladino, sagaz;
28 tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros.
29 Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas;
30 con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla.
31 Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh acrisolada. El es el escudo de cuantos a él se acogen.
32 Pues ¿quién es Dios fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios?
33 El Dios que me ciñe de fuerza, y hace mi camino irreprochable,
34 que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en pie,
35 el que mis manos para el combate adiestra y mis brazos para tensar arco de bronce.
36 Tú me das tu escudo salvador, (tu diestra me sostiene), tu cuidado me exalta,
37 mis pasos ensanchas ante mí, no se tuercen mis tobillos.
38 Persigo a mis enemigos, les doy caza, no vuelvo hasta haberlos acabado;
39 los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis pies.
40 Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis agresores,
41 a mis enemigos haces dar la espalda, extermino a los que me odian.
42 Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.
43 Los machaco como polvo al viento, como al barro de las calles los piso.
44 De las querellas de mi pueblo tú me libras, me pones a la cabeza de las gentes; pueblos que no conocía me sirven;
45 los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen,
46 los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios.
47 ¡Viva Yahveh, bendita sea mi roca, el Dios de mi salvación sea ensalzado,
48 el Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis plantas!
49 Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, del hombre violento me salvas.
50 Por eso he de alabarte entre los pueblos, a tu nombre, Yahveh, salmodiaré.
51 El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y a su linaje para siempre.
Ante la inminencia del combate, la comunidad congregada en el Templo (v. 3) implora la protección divina y la victoria del rey (vs. 2-6). Como era habitual en esas circunstancias (1 Sam. 7. 7-10), un sacrificio acompañaba a la súplica (v. 4). La segunda parte del Salmo (vs. 7-9) es un oráculo pronunciado en nombre del Señor, que anuncia la victoria a su Ungido.
1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento;
3 el día al día comunica el mensaje, y la noche a la noche trasmite la noticia.
4 No es un mensaje, no hay palabras, ni su voz se puede oír;
5 mas por toda la tierra se adivinan los rasgos, y sus giros hasta el confín del mundo. En el mar levantó para el sol una tienda,
6 y él, como un esposo que sale de su tálamo, se recrea, cual atleta, corriendo su carrera.
7 A un extremo del cielo es su salida, y su órbita llega al otro extremo, sin que haya nada que a su ardor escape.
8 La ley de Yahveh es perfecta, consolación del alma, el dictamen de Yahveh, veraz, sabiduría del sencillo.
9 Los preceptos de Yahveh son rectos, gozo del corazón; claro el mandamiento de Yahveh, luz de los ojos.
10 El temor de Yahveh es puro, por siempre estable; verdad, los juicios de Yahveh, justos todos ellos,
11 apetecibles más que el oro, más que el oro más fino; sus palabras más dulces que la miel, más que el jugo de panales.
12 Por eso tu servidor se empapa en ellos, gran ganancia es guardarlos.
13 Pero ¿quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame.
14 Guarda también a tu siervo del orgullo, no tenga dominio sobre mí. Entonces seré irreprochable, de delito grave exento.
15 ¡Sean gratas las palabras de mi boca, y el susurro de mi corazón, sin tregua ante ti, Yahveh, roca mía, mi redentor.
Este canto litúrgico de acción de gracias está estrechamente vinculado con el Salmo anterior: la súplica del pueblo antes de la batalla ha sido escuchada, y el Señor ha concedido al rey una resonante victoria. El Salmo consta de tres partes. La primera (vs. 2-8) es una expresión de alegre reconocimiento por las bendiciones concedidas al rey, en particular, por el triunfo alcanzado. En la segunda (vs. 9-13), un sacerdote o un profeta interviene para anunciar la victoria total sobre los enemigos del Señor y del rey. Por último (v. 14), la comunidad pide al Señor, en una breve súplica, que despliegue su poder para cumplir la promesa expresada anteriormente.
1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 ¡Yahveh te responda el día de la angustia, protéjate el nombre del Dios de Jacob!
3 El te envíe socorro desde su santuario, desde Sión sea tu apoyo.
4 Se acuerde de todas tus ofrendas, halle sabroso tu holocausto;
5 te otorgue según tu corazón, cumpla todos tus proyectos.
6 ¡Y nosotros aclamemos tu victoria, de nuestro Dios el nombre tremolemos! ¡Cumpla Yahveh todas tus súplicas!
7 Ahora conozco que Yahveh dará la salvación a su ungido; desde su santo cielo le responderá con las proezas victoriosas de su diestra.
8 Unos con los carros, otros con los caballos, nosotros invocamos el nombre de Yahveh, nuestro Dios.
9 Ellos se doblegan y caen, y nosotros en pie nos mantenemos.
10 ¡Oh Yahveh, salva al rey, respóndenos el día de nuestra súplica!
Este Salmo supera a todos los de su género por la intensidad de la súplica y por la impresionante descripción de los sufrimientos que aquejan al salmista. En él se encuentra expresado el desamparo de un hombre justo, que ha tocado el límite del sufrimiento físico y moral, sobre todo, el de sentirse abandonado por Dios (v. 2). Sin embargo, incluso en medio de los mayores sufrimientos, el salmista suplica con una inquebrantable confianza en Dios (vs. 10-11) y está seguro de la liberación final. Por eso, su oración concluye con un canto de alabanza y de acción de gracias, en el que todos los fieles son invitados a celebrar al Señor, que no niega su ayuda a los pobres (vs. 23-27).
Este Salmo ocupa un lugar excepcional en la piedad cristiana, porque Jesús, en el momento de la crucifixión, lo utilizó para expresar los tormentos de su agonía.
1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 Yahveh, en tu fuerza se regocija el rey; ¡oh, y cómo le colma tu salvación de júbilo!
3 Tú le has otorgado el deseo de su corazón, no has rechazado el anhelo de sus labios.
4 Pues le precedes de venturosas bendiciones, has puesto en su cabeza corona de oro fino;
5 vida te pidió y se la otorgaste, largo curso de días para siempre jamás.
6 Gran gloria le da tu salvación, le circundas de esplendor y majestad;
7 bendiciones haces de él por siempre, le llenas de alegría delante de tu rostro.
8 Sí, en Yahveh confía el rey, y por gracia del Altísimo no ha de vacilar.
9 Tu mano alcanzará a todos tus enemigos, tu diestra llegará a los que te odian;
10 harás de ellos como un horno de fuego, el día de tu rostro; Yahveh los tragará en su cólera, y el fuego los devorará;
11 harás perecer su fruto de la tierra, y su semilla de entre los hijos de Adán.
12 Aunque ellos intenten daño contra ti, aunque tramen un plan, nada podrán.
13 Que tú les harás volver la espalda, ajustarás tu arco contra ellos.
14 ¡Levántate, Yahveh, con tu poder, y cantaremos, salmodiaremos a tu poderío!
Un sentimiento de profunda confianza en Dios -expresado en un lenguaje de incomparable belleza poética- es la característica de este Salmo. En la primera parte (vs. 1-4), el salmista se vale de la imagen del “pastor” para describir su experiencia de la protección divina. En la segunda (vs. 5-6), los elementos simbólicos parecen entrecruzarse con la referencia a una situación concreta: el salmista, perseguido por sus enemigos (v. 5) se pone al amparo del Señor en el Templo (v. 6), y allí el Señor le brinda su hospitalidad, haciéndolo partícipe de su mesa (v. 5).
El Nuevo Testamento retoma la imagen del “pastor” para aplicarla a Cristo, el “Buen Pastor” que da la vida por sus ovejas (Jn. 10). La tradición de la Iglesia ha visto en este Salmo una figura de los Sacramentos de la Iniciación cristiana.
1 Del maestro de coro. Según la melodía de "La cierva de la aurora". Salmo de David.
2 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡lejos de mi salvación la voz de mis rugidos!
3 Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no hay silencio para mí.
4 ¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel!
5 En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste;
6 a ti clamaron, y salieron salvos, en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos.
7 Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo,
8 todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios, menean la cabeza:
9 «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto que le ama!»
10 Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos de mi madre;
11 a ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios.
12 ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para mí socorro!
13 Novillos innumerables me rodean, acósanme los toros de Basán;
14 ávidos abren contra mí sus fauces; leones que desgarran y rugen.
15 Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas.
16 Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte.
17 Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies.
18 Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,
19 repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica.
20 ¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos, corre en mi ayuda, oh fuerza mía,
21 libra mi alma de la espada, mi única de las garras del perro;
22 sálvame de las fauces del león, y mi pobre ser de los cuernos de los búfalos!
23 ¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré!:
24 «Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel».
25 Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó.
26 De ti viene mi alabanza en la gran asamblea, mis votos cumpliré ante los que le temen.
27 Los pobres comerán, quedarán hartos, los que buscan a Yahveh le alabarán: «¡Viva por siempre vuestro corazón!»
28 Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la tierra, ante él se postrarán todas las familias de las gentes.
29 Que es de Yahveh el imperio, del señor de las naciones.
30 Ante él solo se postrarán todos los poderosos de la tierra, ante él se doblarán cuantos bajan al polvo. Y para aquél que ya no viva,
31 le servirá su descendencia: ella hablará del Señor a la edad
32 venidera, contará su justicia al pueblo por nacer: Esto hizo él.
Este Salmo consta de tres partes, aparentemente inconexas. La primera es un breve himno al Creador (vs. 1-2). La segunda, de tono sapiencial, enumera las condiciones morales que debe reunir el que se acerca al recinto sagrado (vs. 3-6). En la parte final (vs. 7-10), resuena un diálogo de dos coros frente a las puertas del Santuario.
La vinculación de estas tres partes aparece de inmediato, si se tiene en cuenta la acción litúrgica que servía de marco al Salmo. La comunidad cultual, reunida procesionalmente a la entrada del Templo, se disponía a ingresar en él con el Arca de la Alianza, trono del “Rey de la gloria”. En ese momento, se dirigía a los fieles una instrucción, que venía inmediatamente después del himno inicial. El vibrante diálogo de los dos coros confería particular solemnidad a la acción litúrgica.
1 Yahveh es mi pastor, nada me falta.
2 Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce,
3 y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre.
4 Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.
5 Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa.
6 Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días.
1 De Yahveh es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan;
2 que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?
4 El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura.
5 El logrará la bendición de Yahveh, la justicia del Dios de su salvación.
6 Tal es la raza de los que le buscan, los que van tras tu rostro, oh Dios de Jacob.
7 ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!
8 ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh, el fuerte, el valiente, Yahveh, valiente en la batalla.
9 ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!
10 ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh Sebaot, él es el rey de gloria.
En medio de la soledad y la aflicción (v. 16), el salmista apela confiadamente a la misericordia divina (v. 6). Su petición se fundamenta en una serie de reflexiones sobre la bondad del Señor, que enseña su camino a los pecadores y a los humildes (vs. 8-9). El artificio "alfabético" -frecuente en los Salmos de tono sapiencial- hace que las ideas se sucedan con bastante libertad, sin una conexión demasiado evidente.
1 A ti, Yahveh, levanto mi alma,
2 oh Dios mío. En ti confío, ¡no sea confundido, no triunfen de mí mis enemigos!
3 No hay confusión para el que espera en ti, confusión sólo para el que traiciona sin motivo.
4 Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas.
5 Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación. En ti estoy esperando todo el día,
6 Acuérdate, Yahveh, de tu ternura, y de tu amor, que son de siempre.
7 De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu amor, acuérdate de mí. por tu bondad, Yahveh.
8 Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores el camino;
9 Conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña su sendero.
10 Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad para quien guarda su alianza y sus dictámenes.
11 Por tu nombre, oh Yahveh, perdona mi culpa, porque es grande.
12 Si hay un hombre que tema a Yahveh, él le indica el camino a seguir;
13 su alma mora en la felicidad, y su estirpe poseerá la tierra.
14 . El secreto de Yahveh es para quienes le temen, su alianza, para darles cordura.
15 Ain. Mis ojos están fijos en Yahveh, que él sacará mis pies del cepo.
16 Pe. Vuélvete a mí, tenme piedad, que estoy solo y desdichado.
17 Sade. Alivia los ahogos de mi corazón, hazme salir de mis angustias.
18 (Qof.) Ve mi aflicción y mi penar, quita todos mis pecados.
19 Res. Mira cuántos son mis enemigos, cuán violento el odio que me tienen.
20 Sin. Garda mi alma, líbrame, no quede confundido, cuando en ti me cobijo.
21 Tau. Inocencia y rectitud me amparen, que en ti espero, Yahveh.
22 Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias.
Víctima de una acusación injusta el salmista busca un refugio en el Santuario y allí apela al Juicio de Dios (v. 1). Una declaración de “inocencia” (vs. 4-6) acompaña a la súplica, que concluye con la promesa de agradecer públicamente al Señor el beneficio recibido (v. 12). Por su contenido y por la circunstancia en que era pronunciado originariamente, este Salmo es muy similar al Salmo 7.
1 Hazme justicia, Yahveh, pues yo camino en mi entereza, me apoyo en Yahveh y no vacilo.
2 Escrútame, Yahveh, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y mi corazón;
3 está tu amor delante de mis ojos, y en tu verdad camino.
4 No voy a sentarme con los falsos, no ando con hipócritas;
5 odio la asamblea de malhechores, y al lado de los impíos no me siento.
6 Mis manos lavo en la inocencia y ando en torno a tu altar, Yahveh,
7 haciendo resonar la acción de gracias, todas tus maravillas pregonando;
8 amo, Yahveh, la belleza de tu Casa, el lugar de asiento de tu gloria.
9 No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios,
10 que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno.
11 Yo, en cambio, camino en mi entereza; rescátame, ten piedad de mí;
12 mi pie está firme en suelo llano; a ti, Yahveh, bendeciré en las asambleas.
Este Salmo consta de dos partes íntimamente relacionadas. En la primera (vs. 1-6), el salmista manifiesta con imágenes muy expresivas su inalterable confianza en el Señor (v. 3) y su anhelo de vivir en constante comunión con él (v. 4). La segunda (vs. 7-14) es una súplica en medio de la persecución, donde vuelve a ponerse de manifiesto ese mismo sentimiento de ilimitada confianza (v. 10).
1 Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
2 Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben.
3 Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella.
4 Una cosa he pedido a Yahveh, una cosa estoy buscando: morar en la Casa de Yahveh, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de Yahveh y cuidar de su Templo.
5 Que él me dará cobijo en su cabaña en día de desdicha; me esconderá en lo oculto de su tienda, sobre una roca me levantará.
6 Y ahora se alza mi cabeza sobre mis enemigos que me hostigan; en su tienda voy a sacrificar. sacrificios de aclamación. Cantaré, salmodiaré a Yahveh.
7 Escucha, Yahveh, mi voz que clama, ¡tenme piedad, respóndeme!
8 Dice de ti mi corazón: «Busca su rostro.» Sí, Yahveh, tu rostro busco:
9 No me ocultes tu rostro. No rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación.
10 Si mi padre y mi madre me abandonan, Yahveh me acogerá.
11 Enséñame tu camino, Yahveh, guíame por senda llana, por causa de los que me asechan;
12 no me entregues al ansia de mis adversarios, pues se han alzado contra mí falsos testigos, que respiran violencia.
13 ¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad de Yahveh en la tierra de los vivos!
14 Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh.
Ante la amenaza de un peligro mortal, el salmista suplica al Señor que responda favorablemente a sus ruegos, librándolo de la muerte (vs. 1-3). No es fácil determinar con exactitud la índole del peligro a que se hace alusión en el Salmo, y podría pensarse tanto en una acusación injusta como en una enfermedad grave. Los vs. 6-7 son un canto de acción de gracias, que el salmista entona anticipadamente, porque está seguro de recibir la ayuda divina. La súplica final por el rey y por todo el Pueblo (vs. 8-9), probablemente fue añadida más tarde, para el uso litúrgico del Salmo.
1 Hacia ti clamo, Yahveh, roca mía, no estés mudo ante mí; no sea yo, ante tu silencio, igual que los que bajan a la fosa.
2 Oye la voz de mis plegarias, cuando grito hacia ti, cuando elevo mis manos, oh Yahveh, al santuario de tu santidad.
3 No me arrebates con los impíos, ni con los agentes de mal, que hablan de paz a su vecino, mas la maldad está en su corazón.
4 Dales, Yahveh, conforme a sus acciones, y a la malicia de sus hechos, según la obra de sus manos trátales, págales con su misma moneda.
5 Pues no comprenden los hechos de Yahveh, la obra de sus manos: ¡derríbelos él y no los rehabilite!
6 ¡Bendito sea Yahveh, que ha oído la voz de mis plegarias!
7 Yahveh mi fuerza, escudo mío, en él confió mi corazón y he recibido ayuda: mi carne de nuevo ha florecido, le doy gracias de todo corazón.
8 Yahveh, fuerza de su pueblo, fortaleza de salvación para su ungido.
9 Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad, pastoréalos y llévalos por siempre.
Este vibrante himno de alabanza celebra la majestad y el poder de Dios, que se manifiestan en el fragor de la tormenta. La “voz del Señor” es el trueno, que sacude con su ímpetu todas las fuerzas de la naturaleza (vs. 3-9). A la voz del Señor en esta teofanía cósmica, responde la alabanza litúrgica de toda la creación, expresada en una sola palabra “¡Gloria!” (v. 9).
Probablemente, este Salmo es la adaptación de un antiguo himno cananeo en honor de Baal, el dios de las tormentas.
1 Rendid a Yahveh, hijos de Dios, rendid a Yahveh gloria y poder!
2 Rendid a Yahveh la gloria de su nombre, postraos ante Yahveh en esplendor sagrado.
3 Voz de Yahveh sobre las aguas; el Dios de gloria truena, ¡es Yahveh, sobre las muchas aguas!
4 Voz de Yahveh con fuerza, voz de Yahveh con majestad.
5 Voz de Yahveh que desgaja los cedros, Yahveh desgaja los cedros del Líbano,
6 hace brincar como un novillo al Líbano, y al Sarión como cría de búfalo.
7 Voz de Yahveh que afila llamaradas.
8 Voz de Yahveh, que sacude el desierto, sacude Yahveh el desierto de Cadés.
9 Voz de Yahveh, que estremece las encinas, y las selvas descuaja, mientras todo en su Templo dice: ¡Gloria!
10 Yahveh se sentó para el diluvio, Yahveh se sienta como rey eterno.
11 Yahveh da el poder a su pueblo, Yahveh bendice a su pueblo con la paz.
Este Salmo es un canto de acción de gracias después de una enfermedad grave (vs. 2-5, 13). El salmista reconoce que el Señor lo puso en peligro de muerte por un pecado de presunción (v. 7); pero luego, en respuesta a su plegaria (vs. 9-11), le dio una prueba evidente de su misericordia (v. 6), haciendo que su dolor se convirtiera en alegría (v. 12).
1 Salmo Canto para la Dedicación del Templo. De David.
2 Yo te ensalzo, Yahveh, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos.
3 Yahveh, Dios mío, clamé a ti y me sanaste.
4 Tú has sacado, Yahveh, mi alma del seol, me has recobrado de entre los que bajan a la fosa.
5 Salmodiad a Yahveh los que le amáis, alabad su memoria sagrada.
6 De un instante es su cólera, de toda una vida su favor; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alborozo.
7 Y yo en mi paz decía: «Jamás vacilaré.»
8 Yahveh, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas; mas retiras tu rostro y ya estoy conturbado.
9 A ti clamo, Yahveh, a mi Dios piedad imploro:
10 ¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa? ¿Puede alabarte el polvo, anunciar tu verdad?
11 ¡Escucha, Yahveh, y ten piedad de mí! ¡Sé tú, Yahveh, mi auxilio!
12 Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría;
13 mi corazón por eso te salmodiará sin tregua; Yahveh, Dios mío, te alabaré por siempre.
En este Salmo se combinan una súplica confiada (vs. 2-l9) y un canto de acción de gracias (vs. 20-25). En primer lugar, un hombre acusado y perseguido injustamente se pone en las manos de Dios (v. 6) y le ruega que lo salve. Luego el mismo salmista expresa su reconocimiento al Señor, por haber experimentado la protección divina y verse libre de peligro.
1 Del maestro de coro. Salmo de David.2 En ti, Yahveh, me cobijo, ¡oh, no sea confundido jamás! ¡Recóbrame por tu justicia, líbrame,
3 tiende hacia mí tu oído, date prisa! Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve;
4 pues mi roca eres tú, mi fortaleza, y, por tu nombre, me guías y diriges.
5 Sácame de la red que me han tendido, que tú eres mi refugio;
6 en tus manos mi espíritu encomiendo, tú, Yahveh, me rescatas. Dios de verdad,
7 tú detestas a los que veneran vanos ídolos; mas yo en Yahveh confío:
8 ¡exulte yo y en tu amor me regocije! Tú que has visto mi miseria, y has conocido las angustias de mi alma,
9 no me has entregado en manos del enemigo, y has puesto mis pies en campo abierto.
10 Tenme piedad, Yahveh, que en angustias estoy. De tedio se corroen mis ojos, mi alma, mis entrañas.
11 Pues mi vida se consume en aflicción, y en suspiros mis años; sucumbe mi vigor a la miseria, mis huesos se corroen.
12 De todos mis opresores me he hecho el oprobio; asco soy de mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en la calle huyen lejos de mí;
13 dejado estoy de la memoria como un muerto, como un objeto de desecho.
14 Escucho las calumnias de la turba, terror por todos lados, mientras se aúnan contra mí en conjura, tratando de quitarme la vida.
15 Mas yo confío en ti, Yahveh, me digo: «¡Tú eres mi Dios!»
16 Está en tus manos mi destino, líbrame de las manos de mis enemigos y perseguidores;
17 haz que alumbre a tu siervo tu semblante, ¡sálvame, por tu amor!
18 Yahveh, no haya confusión para mí, que te invoco, ¡confusión sólo para los impíos; que bajen en silencio al seol,
19 enmudezcan los labios mentirosos que hablan con insolencia contra el justo, con orgullo y desprecio!
20 ¡Qué grande es tu bondad, Yahveh! Tú la reservas para los que te temen, se la brindas a los que a ti se acogen, ante los hijos de Adán.
21 Tú los escondes en el secreto de tu rostro, lejos de las intrigas de los hombres; bajo techo los pones a cubierto de la querella de las lenguas.
22 ¡Bendito sea Yahveh que me ha brindado maravillas de amor (en ciudad fortificada)!
23 ¡Y yo que decía en mi inquietud: «Estoy dejado de tus ojos!» Mas tú oías la voz de mis plegarias, cuando clamaba a ti.
24 Amad a Yahveh, todos sus amigos; a los fieles protege Yahveh, pero devuelve muy sobrado al que obra por orgullo.
25 ¡Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que esperáis en Yahveh!
Este poema lírico-didáctico expresa la felicidad de un pecador que ha obtenido el perdón divino, contraponiéndola a las aflicciones que provienen del pecado (vs. 1-5). El tono personal con que el salmista narra su propia experiencia (vs. 3-5), se alterna con el estilo sapiencial de las “bienaventuranzas” iniciales (vs 1-2) y de la exhortación final (vs. 8-11). Esto hace que el Salmo sea, al mismo tiempo, una expresión de agradecimiento al Señor por la gracia del perdón, y una lección de sabiduría para toda la comunidad.
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 38; 51; 102; 130; 143).
1 ¡Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado!
2 Dichoso el hombre a quien Yahveh no le cuenta el delito, y en cuyo espíritu no hay fraude.
3 Cuando yo me callaba, se sumían mis huesos en mi rugir de cada día,
4 mientras pesaba, día y noche, tu mano sobre mí; mi corazón se alteraba como un campo en los ardores del estío.
5 Mi pecado te reconocí, y no oculté mi culpa; dije: «Me confesaré a Yahveh de mis rebeldías.» Y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado.
6 Por eso te suplica todo el que te ama en la hora de la angustia. Y aunque las muchas aguas se desborden, no le alcanzarán.
7 Tú eres un cobijo para mí, de la angustia me guardas, estás en torno a mí para salvarme.
8 Voy a instruirte, a mostrarte el camino a seguir; fijos en ti los ojos, seré tu consejero.
9 No seas cual caballo o mulo sin sentido, rienda y freno hace falta para domar su brío, si no, no se te acercan.
10 Copiosas son las penas del impío, al que confía en Yahveh el amor le envuelve.
11 ¡Alegraos en Yahveh, oh justos, exultad, gritad de gozo, todos los de recto corazón!
Este himno es una invitación a celebrar la omnipotencia de la Palabra de Dios, puesta de manifiesto en la creación del mundo (vs. 1-9), y a reconocer el designio divino que dirige todos los acontecimientos, en especial el destino del Pueblo elegido (vs. 10-12). La frustración de los planes de las naciones (v. 10) no es más que el reverso de esa solicitud universal de Dios, siempre dispuesto a eliminar los obstáculos que se oponen a los designios de su Providencia. Pero Dios no está presente únicamente en los grandes acontecimientos de la historia, sino que penetra en el corazón de cada hombre y vela sobre los detalles más pequeños de la vida cotidiana (vs. 13-15, 18-19).
1 ¡Gritad de júbilo, justos, por Yahveh!, de los rectos es propia la alabanza;
2 ¡dad gracias a Yahveh con la cítara, salmodiad para él al arpa de diez cuerdas;
3 cantadle un cantar nuevo, tocad la mejor música en la aclamación!
4 Pues recta es la palabra de Yahveh, toda su obra fundada en la verdad;
5 él ama la justicia y el derecho, del amor de Yahveh está llena la tierra.
6 Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos por el soplo de su boca toda su mesnada.
7 El recoge, como un dique, las aguas del mar, en depósitos pone los abismos.
8 ¡Tema a Yahveh la tierra entera, ante él tiemblen todos los que habitan el orbe!
9 Pues él habló y fue así, mandó él y se hizo.
10 Yahveh frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los pueblos;
11 mas el plan de Yahveh subsiste para siempre, los proyectos de su corazón por todas las edades.
12 ¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh, el pueblo que se escogió por heredad!
13 Yahveh mira de lo alto de los cielos, ve a todos los hijos de Adán;
14 desde el lugar de su morada observa a todos los habitantes de la tierra,
15 él, que forma el corazón de cada uno, y repara en todas sus acciones.
16 No queda a salvo el rey por su gran ejército, ni el bravo inmune por su enorme fuerza.
17 Vana cosa el caballo para la victoria, ni con todo su vigor puede salvar.
18 Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen, sobre los que esperan en su amor,
19 para librar su alma de la muerte, y sostener su vida en la penuria.
20 Nuestra alma en Yahveh espera, él es nuestro socorro y nuestro escudo;
21 en él se alegra nuestro corazón, y en su santo nombre confiamos.
22 Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros, como está en ti nuestra esperanza.
Este poema "alfabético" es un canto de acción de gracias, en el que se refleja, además, una preocupación acentuadamente didáctica: el salmista recurre al estilo de los sabios (Prov. 2. 1; 3. 1), para enseñar a los fieles que la vida y la felicidad se encuentran en el temor del Señor y en la práctica del bien (vs. 12-23).
1 Cuando fingiéndose demente ante Abimélek, fue despachado por él y se marchó.
2 Alef. Bendeciré a Yahveh en todo tiempo, sin cesar en mi boca su alabanza;
3 en Yahveh mi alma se gloría, ¡óiganlo los humildes y se alegren!
4 Engrandeced conmigo a Yahveh, ensalcemos su nombre todos juntos.
5 He buscado a Yahveh, y me ha respondido: me ha librado de todos mis temores.
6 He. Los que miran hacia él, refulgirán: no habrá sonrojo en su semblante.
7 Cuando el pobre grita, Yahveh oye, y le salva de todas sus angustias.
8 Acampa el ángel de Yahveh en torno a los que le temen y los libra.
9 Gustad y ved qué bueno es Yahveh, dichoso el hombre que se cobija en él.
10 Temed a Yahveh vosotros, santos suyos, que a quienes le temen no les falta nada.
11 Los ricos quedan pobres y hambrientos, mas los que buscan a Yahveh de ningún bien carecen.
12 Venid, hijos, oídme, el temor de Yahveh voy a enseñaros.
13 ¿Quién es el hombre que apetece la vida, deseoso de días para gozar de bienes?
14 Guarda del mal tu lengua, tus labios de decir mentira;
15 . apártate del mal y obra el bien, busca la paz y anda tras ella.
16 Ain. Los ojos de Yahveh sobre los justos, y sus oídos hacia su clamor,
17 Pe el rostro de Yahveh contra los malhechores, para raer de la tierra su memoria.
18 Sade. Cuando gritan aquéllos, Yahveh oye, y los libra de todas sus angustias;
19 Qof. Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón. él salva a los espíritus hundidos.
20 Res. Muchas son las desgracias del justo, pero de todas le libera Yahveh;
21 Sin. todos sus huesos guarda, no será quebrantado ni uno solo.
22 Tau. La malicia matará al impío, los que odian al justo lo tendrán que pagar.
23 Yahveh rescata el alma de sus siervos, nada habrán de pagar los que en él se cobijan.
Ante la acusación de falsos testigos (v. 11), un hombre inocente expone su causa al Señor y le pide que acuda en su defensa (vs. 1-3). El salmista se siente defraudado por la ingratitud de sus adversarios, que lo persiguen sin motivo (v. 7) y le devuelven mal por bien (vs. 12-16). Su oración incluye la promesa de dar gracias a Dios públicamente por los beneficios recibidos (vs. 18, 28).
1 Ataca, Yahveh, a los que me atacan, combate a quienes me combaten;
2 embraza el escudo y el pavés, y álzate en mi socorro;
3 blande la lanza y la pica contra mis perseguidores. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.»
4 ¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que andan buscando mi vida! ¡Vuelvan atrás y queden confundidos los que mi mal maquinan!
5 ¡Sean lo mismo que la paja al viento, por el ángel de Yahveh acosados;
6 sea su camino tiniebla y precipicio, perseguidos por el angel de Yahveh!
7 Pues sin causa me han tendido su red, han cavado una fosa para mí.
8 ¡Sobre cada uno de ellos caiga de improviso la ruina: le prenda la red que había tendido, y en su fosa se hunda!
9 Y mi alma exultará en Yahveh, en su salvación se gozará.
10 Dirán todos mis huesos: Yahveh, ¿quién como tú, para librar al débil del más fuerte, al pobre de su expoliador?
11 Testigos falsos se levantan, sobre lo que ignoro me interrogan;
12 me pagan mal por bien, ¡desolación para mi alma!
13 Yo, en cambio, cuando eran ellos los enfermos, vestido de sayal, me humillaba con ayuno, y en mi interior repetía mi oración;
14 como por un amigo o un hermano iba y venía, como en duelo de una madre, sombrío me encorvaba.
15 Ellos se ríen de mi caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mí; extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso;
16 si caigo, me rodean rechinando sus dientes contra mí.
17 ¿Cuánto tiempo, Señor, te quedarás mirando? Recobra mi alma de sus garras, de los leones mi vida.
18 Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre un pueblo copioso.
19 No se rían de mí, mis enemigos pérfidos, ni se guiñen sus ojos los que me odian sin razón.
20 Pues no es de paz de lo que hablan a los pacíficos de la tierra; mascullan palabras de perfidia,
21 abren bien grande su boca contra mí; dicen: «¡Ja, Ja, nuestros ojos lo han visto!»
22 Tú lo has visto, Yahveh, no te quedes callado, Señor, no estés lejos de mí;
23 despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh mi Dios y Señor;
24 júzgame conforme a tu justicia, oh Yahveh, ¡Dios mío, no se rían de mí!
25 No digan en su corazón: «¡Ajá, lo que queríamos!» No digan: «¡Le hemos engullido!»
26 ¡Vergüenza y confusión caigan a una sobre los que se ríen de mi mal; queden cubiertos de vergüenza y de ignominia los que a mi costa medran!
27 Exulten y den gritos de júbilo los que en mi justicia se complacen, y digan sin cesar: «¡Grande es Yahveh, que en la paz de su siervo se complace!»
28 Y tu justicia musitará mi lengua, todo el día tu alabanza.
En este Salmo se contrapone vívidamente la maldad del impío a la bondad de Dios. Los versículos iniciales (2-5) presentan al impío como inspirado por una fuerza interior -el Pecado- que lo induce a la rebelión contra Dios y a la práctica del mal. La segunda parte (vs. 6-l0)describe en estilo hímnico la Providencia universal de Dios, el dador de toda vida, que colma de felicidad a sus fieles. El Salmo concluye con una súplica (vs. 11-12), en la que el salmista pide la protección divina para sí y para todos los fieles, y anuncia la destrucción de los malvados (v. 13).
1 Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor.2 Un oráculo para el impío es el pecado en el fondo de su corazón; temor de Dios no existe delante de sus ojos.
3 Con ojo harto lisonjero se mira, para encontrar y detestar su culpa;
4 las palabras de su boca, iniquidad y engaño; renunció a ser sensato, a hacer el bien.
5 Sólo maquina iniquidad sobre su lecho; en un camino que no es bueno se obstina y no reprueba el mal.
6 Oh Yahveh, en los cielos tu amor, hasta las nubes tu verdad;
7 tu justicia, como los montes de Dios, tus juicios, como el hondo abismo. A hombres y bestias salvas tú, Yahveh,
8 oh Dios, ¡qué precioso tu amor! Por eso los hijos de Adán, a la sombra de tus alas se cobijan.
9 Se sacian de la grasa de tu Casa, en el torrente de tus delicias los abrevas;
10 en ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz.
11 Guarda tu amor a los que te conocen, y tu justicia a los de recto corazón.
12 ¡Que el pie del orgullo no me alcance, ni la mano de los impíos me avente!
13 Ved cómo caen los agentes de mal, abatidos, no pueden levantarse.
Este poema "didáctico" es una respuesta a la "indignación" de los justos (vs. 1, 7-8), que no pueden comprender por qué prosperan los impíos, mientras ellos son despreciados y viven en la aflicción. La única solución de este enigma es la confianza en los secretos designios de la sabiduría divina, que concede a los impíos una prosperidad efímera, pero que al fin pone las cosas en su lugar: la justicia de los buenos brillará como la luz (v. 6), y los impíos recibirán su castigo (v. 9). El estilo del Salmo es sentencioso, y su estructura "alfabética" hace que las ideas se sucedan bastante libremente, no sin algunas repeticiones.
El tema de este Salmo es tratado en forma bastante similar en los Salmos 49; 73.
1 No te acalores por causa de los malos, no envidies a los que hacen injusticia.
2 Pues aridecen presto como el heno, como la hierba tierna se marchitan.
3 Ten confianza en Yahveh y obra el bien, vive en la tierra y crece en paz,
4 ten tus delicias en Yahveh, y te dará lo que pida tu corazón.
5 Pon tu suerte en Yahveh, confía en él, que él obrará;
6 hará brillar como la luz tu justicia, y tu derecho igual que el mediodía.
7 Vive en calma ante Yahveh, espera en él, no te acalores contra el que prospera, contra el hombre que urde intrigas.
8 He. Desiste de la cólera y abandona el enojo, no te acalores, que es peor;
9 pues serán extirpados los malvados, mas los que esperan en Yahveh poseerán la tierra.
10 Un poco más, y no hay impío, buscas su lugar y ya no está;
11 mas poseerán la tierra los humildes, y gozarán de inmensa paz.
12 El impío maquina contra el justo, rechinan sus dientes contra él;
13 el Señor de él se ríe, porque ve llegar su día.
14 Desenvainan la espada los impíos, tienden el arco, para abatir al mísero y al pobre, para matar a los rectos de conducta;
15 su espada entrará en su propio corazón, y sus arcos serán rotos.
16 Lo poco del justo vale más que la mucha abundancia del impío;
17 pues los brazos de los impíos serán rotos, mientras que a los justos los sostiene Yahveh.
18 Yahveh conoce los días de los íntegros, su herencia será eterna;
19 no serán confundidos en tiempo de desgracia, en días de penuria gozarán de hartura.
20 Perecerán, en cambio, los impíos, los enemigos de Yahveh; se esfumarán como el ornato de los prados, en humo se desvanecerán.
21 Toma el impío prestado y no devuelve, mas el justo es compasivo y da;
22 los que él bendice poseerán la tierra, los que él maldice serán exterminados.
23 De Yahveh penden los pasos del hombre, firmes son y su camino le complace;
24 aunque caiga, no se queda postrado, porque Yahveh la mano le sostiene.
25 Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado, ni a su linaje mendigando el pan.
26 En todo tiempo es compasivo y presta, su estirpe vivirá en bendición.
27 Apártate del mal y obra el bien, tendrás para siempre una morada;
28 porque Yahveh ama lo que es justo y no abandona a sus amigos. Ain. Los malvados serán por siempre exterminados, la estirpe de los impíos cercenada;
29 los justos poseerán la tierra, y habitarán en alla para siempre.
30 La boca del justo sabiduría susurra, su lengua habla rectitud;
31 la ley de su Dios está en su corazón, sus pasos no vacilan.
32 Espía el impío al justo, y busca darle muerte;
33 en su mano Yahveh no le abandona, ni deja condenarle al ser juzgado.
34 Espera en Yahveh y guarda su camino, él te exaltará a la herencia de la tierra, el exterminio de los impíos verás.
35 He visto al impío muy arrogante empinarse como un cedro del Libano;
36 pasé de nuevo y ya no estaba, le busqué y no se le encontró.
37 Observa al perfecto, mira al íntegro: hay descendencia para el hombre de paz;
38 pero los rebeldes serán a una aniquilados, y la posteridad de los impíos extirpada.
39 La salvación de los justos viene de Yahveh, él su refugio en tiempo de angustia;
40 Yahveh los ayuda y los libera, de los impíos él los libra, los salva porque a él se acogen.
Este Salmo es como el estallido de una indignación largamente reprimida (vs. 3-4). El diálogo del salmista con el Señor tiene un tono de amarga protesta, motivada por la intensidad del sufrimiento (v. 11) y por la reflexión sobre la caducidad de la vida (vs. 5-7). Sin embargo, la confianza en Dios (v. 8) y el reconocimiento de los propios pecados (vs. 9, 12) hacen que predomine, en definitiva, la actitud de humilde sometimiento a los designios del Señor (v. 10).
1 Salmo de David. En memoria.2 Yahveh, no me corrijas en tu enojo, en tu furor no me castigues.
3 Pues en mí se han clavado tus saetas, ha caído tu mano sobre mí;
4 nada intacto en mi carne por tu enojo, nada sano en mis huesos debido a mi pecado.
5 Mis culpas sobrepasan mi cabeza, como un peso harto grave para mí;
6 mis llagas son hedor y putridez, debido a mi locura;
7 encorvado, abatido totalmente, sombrío ando todo el día.
8 Están mis lomos túmidos de fiebre, nada hay sano ya en mi carne;
9 entumecido, molido totalmente, me hace rugir la convulsión del corazón.
10 Señor, todo mi anhelo ante tus ojos, mi gemido no se te oculta a ti.
11 Me traquetea el corazón, las fuerzas me abandonan, y la luz misma de mis ojos me falta.
12 Mis amigos y compañeros se partan de mi llaga, mis allegados a distancia se quedan;
13 y tienden lazos los que buscan mi alma, los que traman mi mal hablan de ruina, y todo el día andan urdiendo fraudes.
14 Mas yo como un sordo soy, no oigo, como un mudo que no abre la boca;
15 sí, soy como un hombre que no oye, ni tiene réplica en sus labios.
16 Que en ti, Yahveh, yo espero, tú reponderás, Señor, Dios mío.
17 He dicho: «! No se rían de mí, no me dominen cuando mi pie resbale!».
18 Y ahora ya estoy a punto de caída, mi tormento sin cesar está ante mí.
19 Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado.
20 Aumentan mis enemigos sin razón, muchos son los que sin causa me odian,
21 los que me devuelven mal por bien y me acusan cuando yo el bien busco.
22 ¡No me abandones, tú, Yahveh, Dios mío, no estés lejos de mí!
23 Date prisa a auxiliarme, oh Señor, mi salvación!
En este Salmo se encuentran reunidos dos poemas de estilo y contenido diversos. El primero (vs. 2-11) es un canto de acción de gracias por la liberación de un peligro grave. El segundo (vs. 14-18) es una súplica para pedir la ayuda divina en un momento de desgracia, y se vuelve a encontrar en el Salmo 70, en forma independiente. Los vs. 12-13 sirven de lazo de unión entre estas dos partes, que originariamente estaban separadas.
1 Del maestro de coro. De Iedutún. Salmo de David
2 Yo me decía: «Guardaré mis caminos, sin pecar con mi lengua, pondré un freno en mi boca, mientras esté ante mí el impío.»
3 Enmudecí, quedé en silencio y calma: mas al ver su dicha se enconó mi tormento.
4 Dentro de mí mi corazón se acaloraba, de mi queja prendió el fuego, y mi lengua llegó a hablar:
5 «Hazme saber, Yahveh, mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que sepa yo cuán frágil soy.
6 «Oh sí, de unos palmos hiciste mis días, mi existencia cual nada es ante ti; sólo un soplo, todo hombre que se yergue,
7 nada más una sombra el humano que pasa, sólo un soplo las riquezas que amontona, sin saber quién las recogerá.»
8 Y ahora, Señor, ¿qué puedo yo esperar? En ti está mi esperanza.
9 De todas mis rebeldías líbrame, no me hagas la irrisión del insensato.
10 Me callo ya, no abro la boca, pues eres tú el que actúas.
11 Retira de mí tus golpes, bajo el azote de tu mano me anonado.
12 Reprendiendo sus yerros tú corriges al hombre, cual polilla corroes su anhelos. Un soplo sólo, todo hombre. «
13 Escucha mi súplica, Yahveh, presta oído a mi grito, no te hagas sordo a mis lágrimas. Pues soy un forastero junto a ti, un huésped como todos mis padres.
14 ¡Retira tu mirada para que respire antes que me vaya y ya no exista más!
La nota característica de este Salmo es el “preludio” sapiencial que antecede a la acción de gracias por la salud obtenida (vs. 2-4). El salmista recuerda su penosa enfermedad y la súplica que dirigió al Señor en medio de su dolor. Al describir sus padecimientos, más que el dolor físico, acentúa el dolor moral que causan la ingratitud, la maledicencia y la hipocresía (vs. 5-11). El Señor accedió a su súplica, y en esto él reconoce el amor que le ha manifestado (vs. 12-13).
Este es uno de los Salmos llamados “Oraciones de los enfermos” (Sal. 6; 38; 88; 102. 2-12).
1 Del maestro de coro. De David. Salmo.2 En Yahveh puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
3 Me sacó de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentó mis pies sobre la roca, consolidó mis pasos.
4 Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios; muchos verán y temerán, y en Yahveh tendrán confianza.
5 Dichoso el hombre aquel que en Yahveh pone su confianza, y no se va con los rebeldes, que andan tras la mentira.
6 ¡Cuántas maravillas has hecho, Yahveh, Dios mío, qué de designios con nosotros: no hay comparable a ti! Yo quisiera publicarlos, pregonarlos, mas su número excede toda cuenta.
7 Ni sacrificio ni oblación querías, pero el oído me has abierto; no pedías holocaustos ni víctimas,
8 dije entonces: Heme aquí, que vengo. Se me ha prescrito en el rollo del libro
9 hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser.
10 He publicado la justicia en la gran asamblea; mira, no he contenido mis labios, tú lo sabes, Yahveh.
11 No he escondido tu justicia en el fondo de mi corazón, he proclamado tu lealtad, tu salvación, ne he ocultado tu amor y tu verdad a la gran asamblea.
12 Y tú, Yahveh, no contengas tus ternuras para mí. Que tu amor y tu verdad incesantes me guarden.
13 Pues desdichas me envuelven en número incontable. Mis culpas me dan caza, y no puedo ya ver; más numerosas son que los cabellos de mi cabeza, y el corazón me desampara.
14 ¡Dígnate, oh Yahveh, librarme, Yahveh, corre en mi ayuda!
15 ¡Queden avergonzados y confusos todos juntos los que buscan mi vida para cercenarla! ¡Atrás, sean confundidos los que desean mi mal!
16 Queden consternados de vergüenza los que dicen contra mí: «¡Ja, Ja!»
17 ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! Repitan sin cesar: «¡Grande es Yahveh!», los que aman tu salvación.
18 Y yo, pobre soy y desdichado, pero el Señor piensa en mí; tú, mi socorro y mi libertador, oh Dios mío, no tardes.
La unidad temática, el estilo y la repetición del mismo estribillo a intervalos regulares (42. 6, 12; 43. 5) indican que los Salmos 42 y 43 forman un mismo poema. En él se armonizan admirablemente la hondura del sentimiento religioso y la eficacia de la expresión lírica. El v. 7 indica que el autor del Salmo -probablemente un levita- se encuentra lejos de la Tierra santa, en las cercanías del monte Hermón, y suspira por volver a gozar de la presencia divina en el Santuario de Sión. A pesar de sentirse olvidado de Dios (42. 10), el salmista no ha perdido la esperanza, y confía en que el Señor volverá a guiar sus pasos hasta su santa Montaña (43. 3).
1 Del maestro de coro. Salmo de David.2 ¡Dichoso el que cuida del débil y del pobre! En día de desgracia le libera Yahveh;
3 Yahveh le guarda, vida y dicha en la tierra le depara, y no le abandona a la saña de sus enemigos;
4 le sostiene Yahveh en su lecho de dolor; tú rehaces entera la postración en que se sume.
5 Yo he dicho: «Tenme piedad, Yahveh, sana mi alma, pues contra ti he pecado!»
6 Mis enemigos hablan mal contra mí: «¿Cuándo se morirá y se perderá su nombre?»
7 Si alguien viene a verme, habla de cosas fútiles, el corazón repleto de maldad, va a murmurar afuera.
8 A una cuchichean contra mí todos los que me odian, me achacan la desgracia que me aqueja:
9 «Cosa de infierno ha caído sobre él, ahora que se ha acostado, ya no ha de levantarse.»
10 Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que mi pan comía, levanta contra mí su calcañar.
11 Mas tú, Yahveh, tenme piedad, levántame y les daré su merecido;
12 en esto sabré que tú eres mi amigo: si mi enemigo no lanza más su grito contra mí;
13 y a mí me mantendrás en mi inocencia, y ante tu faz me admitirás por siempre.
14 ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, desde siempre hasta siempre! ¡Amén! ¡Amén!
1 Del maestro de coro. Poema de los hijos de Coré.2 Como jadea la cierva, tras las corrientes de agua, así jadea mi alma, en pos de ti, mi Dios.
3 Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a ver la faz de Dios?
4 ¡Son mis lágrimas mi pan, de día y de noche, mientras me dicen todo el día: ¿En dónde está tu Dios?
5 Yo lo recuerdo, y derramo dentro de mí mi alma, cómo marchaba a la Tienda admirable, a la Casa de Dios, entre los gritos de júbilo y de loa, y el gentío festivo.
6 ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y
7 mi Dios! En mí mi alma desfallece. por eso te recuerdo desde la tierra del Jordán y los Hermones, a ti, montaña humilde.
8 Abismo que llama al abismo, en el fragor de tus cataratas, todas tus olas y tus crestas han pasado sobre mí.
9 De día mandará Yahveh su gracia, y el canto que me inspire por la noche será una oración al Dios de mi vida.
10 Diré a Dios mi Roca: ¿Por qué me olvidas?, ¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo?
11 Con quebranto en mis huesos mis adversarios me insultan, todo el día repitiéndome: ¿En dónde está tu Dios?
12 ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!
En un momento de grave crisis nacional -consecuencia de una derrota- Israel se dirige al Señor para implorar su ayuda. El recuerdo de las antiguas victorias (vs. 2-9), y su contraposición con la calamidad presente (vs. 10-17), confiere mayor dramatismo a la súplica. La alternancia entre el singular y el plural (vs. 5-6, 7-8) indica que el salmista, en alguna medida, encarna el destino de toda la nación. Esta es una de las características propias del rey, y por eso se puede pensar que es él quien pronuncia la súplica, como representante de todo el pueblo.
Las audaces afirmaciones de los vs. 18-22 proporcionan un valioso indicio para fijar la fecha de composición del Salmo: el Señor permitió la derrota de su Pueblo en un momento en que este se mantenía fiel a la Alianza. El momento histórico que mejor responde a esta circunstancia es el largo reinado de Ezequías (2 Rey. 18 - 20), época de reforma religiosa y de tenaz oposición a la idolatría.
1 Hazme justicia, oh Dios, y mi causa defiende contra esta gente sin amor; del hombre falso y fraudulento, líbrame.
2 Tú el Dios de mi refugio: ¿por qué me has rechazado?, ¿por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo?
3 Envía tu luz y tu verdad, ellas me guíen, y me conduzcan a tu monte santo, donde tus Moradas.
4 Y llegaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría. Y exultaré, te alabaré a la cítara, oh Dios, Dios mío.
5 ¿Por qué, alma mía, desfalleces y te agitas por mí? Espera en Dios: aún le alabaré, ¡salvación de mi rostro y mi Dios!
Este bellísimo canto nupcial fue compuesto en ocasión del matrimonio de un rey israelita con una princesa extranjera. En la primera parte del Salmo (vs. 2-10), el poeta se dirige al rey para exaltar sus virtudes y exhortarlo a luchar por la justicia, en defensa de su pueblo. La segunda parte (vs. 11-17) está dedicada a la esposa: luego de invitarla delicadamente a que sepa ganarse el corazón del rey, el salmista describe su belleza y el esplendor de su cortejo.
El versículo final (18) tiene un sentido mesiánico y, sin duda, fue agregado más tarde, cuando se “releyó” todo el Salmo como una descripción profética del Mesías. Así lo utilizan el Nuevo Testamento (Heb. 1. 8-9) y la tradición cristiana.
1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Poema
2 Oh Dios, con nuestros propios oídos lo oímos, nos lo contaron nuestros padres, la obra que tú hiciste en sus días, en los días antiguos,
3 y con tu propia mano. Para plantarlos a ellos, expulsaste naciones, para ensancharlos, maltrataste pueblos;
4 no por su espada conquistaron la tierra, ni su brazo les dio la victoria, sino que fueron tu diestra y tu brazo, y la luz de tu rostro, porque los amabas.
5 Tú sólo, oh Rey mío, Dios mío, decidías las victorias de Jacob;
6 por ti nosotros hundíamos a nuestros adversarios, por tu nombre pisábamos a nuestros agresores.
7 No estaba en mi arco mi confianza, ni mi espada me hizo vencedor;
8 que tú nos salvabas de nuestros adversarios, tú cubrías de vergüenza a nuestros enemigos;
9 en Dios todo el día nos gloriábamos, celebrando tu nombre sin cesar.
10 Y con todo, nos has rechazado y confundido, no sales ya con nuestras tropas,
11 nos haces dar la espalda al adversario, nuestros enemigos saquean a placer.
12 Como ovejas de matadero nos entregas, y en medio de los pueblos nos has desperdigado;
13 vendes tu pueblo sin ventaja, y nada sacas de su precio.
14 De nuestros vecinos nos haces la irrisión, burla y escarnio de nuestros circundantes;
15 mote nos haces entre las naciones, meneo de cabeza entre los pueblos.
16 Todo el día mi ignominia está ante mí, la vergüenza cubre mi semblante,
17 bajo los gritos de insulto y de blasfemia, ante la faz del odio y la venganza.
18 Nos llegó todo esto sin haberte olvidado, sin haber traicionado tu alianza.
19 ¡No habían vuelto atrás nuestros corazones, ni habían dejado nuestros pasos tu sendero,
20 para que tú nos aplastaras en morada de chacales, y nos cubrieras con la sombra de la muerte!
21 Si hubiésemos olvidado el nombre de nuestro Dios o alzado nuestras manos hacia un dios extranjero,
22 ¿no se habría dado cuenta Dios, él, que del corazón conoce los secretos?
23 Pero por ti se nos mata cada día, como ovejas de matadero se nos trata.
24 ¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no rechaces para siempre!
25 ¿Por qué ocultas tu rostro, olvidas nuestra opresión, nuestra miseria?
26 Pues nuestra alma está hundida en el polvo, pegado a la tierra nuestro vientre.
27 ¡Alzate, ven en nuestra ayuda, rescátanos por tu amor!
Este canto triunfal contiene una admirable profesión de confianza en el Señor, que está presente en medio de su Pueblo (vs. 4, 8, 12), como una fortaleza inexpugnable (v. 2). El lugar privilegiado de esa presencia divina es la “Ciudad de Dios” (v. 5) -Jerusalén, con su Templo de Sión-que el mismo Señor eligió como Morada (Sal. 132. 13). Desde allí él manifiesta su poder, para asegurar la prosperidad y la paz de su Pueblo (vs. 5, 10), y para librarlo de todos los peligros (vs. 3-4, 6).
Este Salmo -junto con los Salmos 48; 76; 87- pertenece a un grupo de poemas cultuales, que celebran los privilegios de la Ciudad de Dios, y por eso se denominan “Cantos de Sión”.
1 Del maestro de coro. Según la melodía de "Los lirios". De los hijos de Coré. Poema. Canto de amor.
2 Bulle mi corazón de palabras graciosas; voy a recitar mi poema para un rey: es mi lengua la pluma de un escriba veloz.
3 Eres hermoso, el más hermoso de los hijos de Adán, la gracia está derramada en tus labios. Por eso Dios te bendijo para siempre.
4 Ciñe tu espada a tu costado, oh bravo, en tu gloria y tu esplendor
5 marcha, cabalga, por la causa de la verdad, de la piedad, de la justicia. ¡Tensa la cuerda en el arco, que hace terrible tu derecha!
6 Agudas son tus flechas, bajo tus pies están los pueblos, desmaya el corazón de los enemigos del rey.
7 Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino;
8 tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros;
9 mirra y áloe y casia son todos tus vestidos. Desde palacios de marfil laúdes te recrean.
10 Hijas de reyes hay entre tus preferidas; a tu diestra una reina, con el oro de Ofir.
11 Escucha, hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre,
12 y el rey se prendará de tu belleza. El es tu Señor, ¡póstrate ante él!
13 La hija de Tiro con presentes, y los más ricos pueblos recrearán tu semblante.
14 Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados;
15 con sus brocados el llevada ante el rey. Vírgenes tras ella, compañeras suyas, donde él son introducidas;
16 entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del rey.
17 En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre toda la tierra.
18 ¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!
El tema de este himno es la realeza universal del Señor (vs. 3, 7-9) puesta de manifiesto victoriosamente cuando él entregó en herencia a su Pueblo la Tierra prometida (vs. 4-5). En la vibrante aclamación del v. 6, se percibe el eco de una liturgia de entronización del Arca de la Alianza en el Santuario de Sión. Cuando se fue perdiendo el recuerdo de esta fiesta, el Salmo se aplicó al triunfo final de Dios y a la implantación definitiva de su Reino.
En el Salterio, hay otros poemas litúrgicos que tienen una afinidad temática con este Salmo, y por eso son llamados “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 93; 96 - 99).
1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Para oboes. Canto.
2 Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia siempre a punto.
3 Por eso no tememos si se altera la tierra, si los montes se conmueven en el fondo de los mares,
4 aunque sus aguas bramen y borboten, y los montes retiemblen a su ímpetu. (¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!)
5 ¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios, santificando las moradas del Altísimo.
6 Dios está en medio de ella, no será conmovida, Dios la socorre al llegar la mañana.
7 Braman las naciones, se tambalean los reinos, lanza él su voz, la tierra se derrite.
8 ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!
9 Venid a contemplar los prodigios de Yahveh, el que llena la tierra de estupores.
10 Hace cesar las guerras hasta el extremo de la tierra; quiebra el arco, parte en dos la lanza, y prende fuego a los escudos.
11 «¡Basta ya; sabed que yo soy Dios, excelso sobre las naciones, sobre la tierra excelso!»
12 ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!
Este vibrante poema -lo mismo que el Salmo 46- es una expresión de fe y de confianza en el Señor, cuya presencia en el Templo de Sión hacía de Jerusalén la “Ciudad de Dios” (v. 9) y era una garantía de seguridad para Israel (v. 4). Los vs. 5-8 parecen ser, más que la descripción de un hecho histórico determinado (2 Rey. l9. 35), la representación poética de todos los peligros que podían amenazar a la Ciudad santa, y que ella debía desafiar confiadamente, porque el Señor era su baluarte inexpugnable. Los versículos finales (l3-l5) son un canto procesional, dirigido a los peregrinos que iban a Jerusalén con motivo de las grandes festividades (Éx. 23. l4-l7).
Este Salmo -junto con los Salmos 46; 76; 87- pertenece al grupo de los llamados “Cantos de Sión”.
1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.
2 ¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de alegría!
3 Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible, Rey grande sobre la tierra toda.
4 El somete a nuestro yugo los pueblos, y a las gentes bajo nuestros pies;
5 él nos escoge nuestra herencia, orgullo de Jacob, su amado.
6 Sube Dios entre aclamaciones, Yahveh al clangor de la trompeta:
7 ¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad, salmodiad para nuestro Rey, salmodiad!
8 Que de toda la tierra él es el rey: ¡salmodiad a Dios con destreza!
9 Reina Dios sobre las naciones, Dios, sentado en su sagrado trono.
10 Los príncipes de los pueblos se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham. Pues de Dios son los escudos de la tierra, él, inmensamente excelso.
Este Salmo “didáctico” alude repetidamente al “temor” que experimentan los pobres, cuando comparan su propia miseria con la felicidad de los poderosos (vs. 6-7, 17). Dicho temor está motivado por la aparente contradicción entre ese estado de cosas y la justicia de Dios en el gobierno del mundo (Sal. 37; 73). Para responder a esa inquietud, el salmista recuerda que nadie podrá asegurarse la inmortalidad por medio de sus riquezas (vs. 8-10): todos los hombres son iguales ante la muerte (v. 11) y los ricos no llevarán sus bienes a la tumba (v. 18). Además, los justos se verán libres de todo grave peligro (v. 16), mientras que un desastre final espera a los malvados (vs. 12-15). El Salmo no contiene ninguna referencia clara a la vida eterna: sólo esta proporcionará más tarde la clave para resolver adecuadamente el “enigma” planteado en el v. 5.
1 Canto. Salmo de los hijos de Coré.
2 Grande es Yahveh, y muy digno de loa en la ciudad de nuestro Dios; su monte santo,
3 de gallarda esbeltez, es la alegría de toda la tierra; el monte Sión, confín del Norte, la ciudad del gran Rey:
4 Dios, desde sus palacios, se ha revelado como baluarte.
5 He aquí que los reyes se habían aliado, irrumpían a una;
6 apenas vieron, de golpe estupefactos, aterrados, huyeron en tropel.
7 Allí un temblor les invadió, espasmos como de mujer en parto,
8 tal el viento del este que destroza los navíos de Tarsis.
9 Como habíamos oído lo hemos visto en la ciudad de Yahveh Sebaot, en la ciudad de nuestro Dios, que Dios afirmó para siempre.
10 Tu amor, oh Dios, evocamos en medio de tu Templo;
11 ¡como tu nombre, oh Dios, tu alabanza hasta los confines de la tierra! De justicia está llena tu diestra,
12 el monte Sión se regocija, exultan las hijas de Judá a causa de tus juicios.
13 Dad la vuelta a Sión, girad en torno de ella, enumerad sus torres;
14 grabad en vuestros corazones sus murallas, recorred sus palacios; para contar a la edad venidera
15 que así es Dios, nuestro Dios por los siglos de los siglos, aquel que nos conduce.
La parte central de este Salmo está constituida por la acusación que Dios dirige a su Pueblo, para reprocharle su infidelidad a la Alianza. El reproche está precedido por la descripción de la teofanía cultual, en la que el Señor se manifiesta como acusador y como Juez (vs. 1-6). El motivo de la acusación es la infidelidad de Israel a las exigencias morales de la Alianza (vs. 16-20), no compensada por la observancia de prácticas cultuales puramente exteriores (vs. 8-15). La advertencia final (vs 21-23) es una amenaza para los que se obstinan en el mal camino, y una promesa de salvación para los fieles.
1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.
2 ¡Oídlo, pueblos todos, escuchad, habitantes todos de la tierra,
3 hijos de Adán, así como hijos de hombre, ricos y pobres a la vez!
4 Mi boca va a decir sabiduría, y cordura el murmullo de mi corazón;
5 tiendo mi oído a un proverbio, al son de cítara descubriré mi enigma.
6 ¿Por qué temer en días de desgracia cuando me cerca la malicia de los que me hostigan,
7 los que ponen su confianza en su fortuna, y se glorían de su gran riqueza?
8 ¡Si nadie puede redimirse ni pagar a Dios por su rescate!;
9 es muy cara la redención de su alma, y siempre faltará,
10 para que viva aún y nunca vea la fosa.
11 Se ve, en cambio, fenecer a los sabios, perecer a la par necio y estúpido, y dejar para otros sus riquezas.
12 Sus tumbas son sus casas para siempre, sus moradas de edad en edad; ¡y a sus tierras habían puesto sus nombres!
13 El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja.
14 Así andan ellos, seguros de sí mismos, y llegan al final, contentos de su suerte.
15 Como ovejas son llevados al seol, los pastorea la Muerte, y los rectos dominarán sobre ellos. Por la mañanase desgasta su imagen, ¡el seol será su residencia!
16 Pero Dios rescatará mi alma, de las garras del seol me cobrará.
17 No temas cuando el hombre se enriquece, cuando crece el boato de su casa.
18 Que a su muerte, nada ha de llevarse, su boato no bajará con él.
19 Aunque en vida se bendecía a sí mismo - te alaban, porque te has tratado bien -,
20 irá a unirse a la estirpe de sus padres, que nunca ya verán la luz.
21 El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja.
Este Salmo -designado tradicionalmente con el nombre de Miserere- es la súplica penitencial por excelencia. El salmista es consciente de su profunda miseria (v. 7) y experimenta la necesidad de una total transformación interior, para no dejarse arrastrar por su tendencia al pecado (v. 4). Por eso, además de reconocer sus faltas y de implorar el perdón divino, suplica al Señor que lo renueve íntegramente, “creando” en su interior “un corazón puro” (v. 12).
El tono de la súplica es marcadamente personal, y en el contenido del Salmo se percibe la influencia de los grandes profetas, en especial de Jeremías (24. 7) y Ezequiel (36. 25-27). En él se encuentra, además, el germen de la doctrina paulina acerca del “hombre nuevo” (Col. 3. 10; Ef. 4. 24).
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 102; 130; 143).
1 El Dios de los dioses, Yahveh, habla y convoca a la tierra desde oriente hasta occidente.
2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece,
3 viene nuestro Dios y no se callará. Delante de él, un fuego que devora, en torno a él, violenta tempestad;
4 convoca a los cielos desde lo alto, y a la tierra para juzgar a su pueblo.
5 «¡Congregad a mis fieles ante mí, los que mi alianza con sacrificio concertaron!»
6 Anuncian los cielos su justicia, porque es Dios mismo el juez.
7 «Escucha, pueblo mío, que hablo yo, Israel, yo atestiguo contra ti, yo, Dios, tu Dios.
8 «No es por tus sacrificios por lo que te acuso: ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
9 No tengo que tomar novillo de tu casa, ni machos cabríos de tus apriscos.
10 «Pues mías son todas las fieras de la selva, las bestias en los montes a millares;
11 conozco todas las aves de los cielos, mías son las bestias de los campos.
12 «Si hambre tuviera, no habría de decírtelo, porque mío es el orbe y cuanto encierra.
13 ¿Es que voy a comer carne de toros, o a beber sangre de machos cabríos?
14 «Sacrificio ofrece a Dios de acción de gracias, cumple tus votos al Altísimo;
15 e invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria.»
16 Pero al impío Dios le dice: «¿Qué tienes tú que recitar mis preceptos, y tomar en tu boca mi alianza,
17 tú que detestas la doctrina, y a tus espaldas echas mis palabras?
18 «Si a un ladrón ves, te vas con él, alternas con adúlteros;
19 sueltas tu boca al mal, y tu lengua trama engaño.
20 «Te sientas, hablas contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre.
21 Esto haces tú, ¿y he de callarme? ¿Es que piensas que yo soy como tú? Yo te acuso y lo expongo ante tus ojos.
22 «¡Entended esto bien los que olvidáis a Dios, no sea que yo arrebate y no haya quien libre!
23 El que ofrece sacrificios de acción de gracias me da gloria, al hombre recto le mostraré la salvación de Dios.»
El comienzo de este Salmo es una vigorosa acusación contra los que promueven la injusticia, valiéndose del poder que les confiere su puesto relevante en la sociedad (vs. 3-6). En la denuncia se percibe un acento profético, y la culminación de la misma es el anuncio del castigo que el Señor tiene reservado a los que obran de esa manera (v. 7)El justo, en cambio, puede vivir confiadamente bajo la protección de Dios (v. 10).
1 Del maestro de coro. Salmo de David2 Cuando el profeta Natán le visitó después que aquél se había unido a Betsabé.
3 Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito,
4 lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame.
5 Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí;
6 contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas.
7 Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre.
8 Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser, y en lo secreto me enseñas la subiduría.
9 Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
10 Devuélveme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos que machacaste tú.
11 Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas.
12 Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu firme dentro de mí renueva;
13 no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu.
14 Vuélveme la alegría de tu salvación, y en espíritu generoso afiánzame;
15 enseñaré a los rebeldes tus caminos, y los pecadores volverán a ti.
16 Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación, y aclamará mi lengua tu justicia;
17 abre, Señor, mis labios, y publicará mi boca tu alabanza.
18 Pues no te agrada el sacrificio, si ofrezco un holocausto no lo aceptas.
19 El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.
20 ¡Favorece a Sión en tu benevolencia, reconstruye las murallas de Jerusalén!
21 Entonces te agradarán los sacrificios justos, - holocausto y oblación entera - se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.
Con algunas leves modificaciones (v. 6), este Salmo es una repetición del Salmo 14, y en él se describen los pecados que corrompen a la sociedad (vs. I -4) y se lanza una invectiva contra los opresores de los pobres (vs. 5-6).
1 Del maestro de coro. Poema de David.
2 Cuando el edomita Doeg vino a avisar a Saúl diciéndole: «David ha entrado en casa de Ajimélek.»
3 ¿Por qué te glorías del mal, héroe de infamia? Todo el día
4 pensando estás en crímenes, tu lengua es una afilada navaja, oh artífice de engaño.
5 El mal al bien prefieres, la mentira a la justicia;
6 amas toda palabra de perdición, oh lengua engañadora.
7 Por eso Dios te aplastará, te destruirá por siempre, te arrancará de tu tienda, te extirpará de la tierra de los vivos.
8 Los justos lo verán y temerán, se reirán de él:
9 «¡Ese es el hombre que no puso en Dios su refugio, mas en su gran riqueza confiaba, se jactaba de su crimen!»
10 Mas yo, como un olivo verde en la Casa de Dios, en el amor de Dios confío para siempre jamás.
11 Te alabaré eternamente por lo que has hecho; esperaré en tu nombre, porque es bueno con los que te aman
Esta breve oración es una súplica para pedir la protección divina en medio de la opresión (v. 5). La petición está acompañada de una profesión de fe y de confianza en el Señor, que es el “sostén” y el defensor de sus fieles (v. 6). El salmista concluye con la promesa de ofrecer un sacrificio de acción de gracias y de testimoniar públicamente la bondad del Señor (v. 8).
1 Del maestro de coro. Para la enfermedad. Poema de David.
2 Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos están, de conducta abominable, no hay quien haga el bien.
3 Se asoma Dios desde los cielos hacia los hijos de Adán, por ver si hay un sensato, alguien que busque a Dios.
4 Todos ellos están descarriados, en masa pervertidos. No hay quien haga el bien, ni uno siquiera.
5 ¿No aprenderán todos los agentes de mal que comen a mi pueblo como se come el pan, y no invocan a Dios?
6 Allí de espanto temblarán, donde nada hay que espante. Pues Dios dispersa los huesos de tu sitiador, se les ultraja porque Dios los rechaza.
7 ¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel? ¡Cuando Dios cambie la suerte de su pueblo, exultará Jacob, se alegrará Israel!
En esta lamentación, un hombre calumniado y perseguido manifiesta su dolor, más que por el odio de sus adversarios, por la traición de un amigo (vs. 13-15). Los vs. 7-9 contienen una exclamación bellamente poética, en la que el salmista expresa su deseo de encontrar un refugio en la soledad, para verse libre de los males que lo afligen. En la parte final del Salmo, predominan los sentimientos de confianza en Dios (vs. 17-19, 23).
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema de David.
2 Cuando los zifitas vinieron a decir a Saúl: «¿No está escondido David entre nosotros?»
3 ¡Oh Dios, sálvame por tu nombre, por tu poderío hazme justicia,
4 oh Dios, escucha mi oración, atiende a las palabras de mi boca!
5 Pues se han alzado contra mí arrogantes, rabiosos andan en busca de mi alma, sin tener para nada a Dios presente.
6 Mas ved que Dios viene en mi auxilio, el Señor con aquellos que sostienen mi alma.
7 ¡El mal recaiga sobre los que me asechan, Yahveh, por tu verdad destrúyelos!
8 De corazón te ofreceré sacrificios, celebraré tu nombre, porque es bueno,
9 porque de toda angustia me ha librado, y mi ojo se recreó en mis enemigos
Un hombre perseguido implacablemente (v. 9) apela al poder de Dios para que lo libre de sus adversarios. No obstante la gravedad del peligro (vs. 2-3, 6-7), el salmista no pierde la fe en el Señor (v. 5) y espera confiadamente el momento de su liberación (vs. 10-12). En la seguridad de ser escuchado por Dios, promete darle gracias públicamente por el beneficio recibido (vs. 13-14).
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema de David.
2 Escucha, oh Dios, mi oración, no te retraigas a mi súplica,
3 dame oídos, respóndeme, en mi queja me agito. Gimo
4 ante la voz del enemigo, bajo el abucheo del impío; pues vierten sobre mí falsedades y con saña me hostigan.
5 Se me estremece dentro el corazón, me asaltan pavores de muerte;
6 miedo y temblor me invaden, un escalofrío me atenaza.
7 Y digo: ¡Quién me diera alas como a la paloma para volar y reposar!
8 Huiría entonces lejos, en el desierto moraría.
9 En seguida encontraría un asilo contra el viento furioso y la tormenta.
10 ¡Oh, piérdelos, Señor, enreda sus lenguas!, pues veo discordia y altercado en la ciudad;
11 rondan día y noche por sus murallas. Y dentro de ella falsedad y malicia,
12 insidias dentro de ella, jamás se ausentan de sus plazas la tiranía y el engaño.
13 Si todavía un enemigo me ultrajara, podría soportarlo; si el que me odia se alzara contra mí, me escondería de él.
14 ¡Pero tú, un hombre de mi rango, mi compañero, mi íntimo,
15 con quien me unía una dulce intimidad, en la Casa de Dios! ¡Oh, váyanse en tumulto,
16 caiga la muerte sobre ellos, vivos en el seol se precipiten, pues está el mal instalado en medio de ellos!
17 Yo, en cambio, a Dios invoco, y Yahveh me salva.
18 A la tarde, a la mañana, al mediodía me quejo y gimo: él oye mi clamor.
19 En paz mi alma rescata de la guerra que me hacen: aunque sean muchos contra mí,
20 Dios escucha y los humilla, él, que reina desde siempre. Pero ellos sin enmienda, y sin temor de Dios.
21 Cada uno extiende su mano contra sus aliados, viola su alianza;
22 más blanda que la crema es su boca, pero su corazón es sólo guerra; sus palabras, más suaves que el aceite, son espadas desnudas.
23 Descarga en Yahveh tu peso, y él te sustentará; no dejará que para siempre zozobre el justo.
24 Y tú, oh Dios, los hundirás en el pozo de la fosa, a los hombres de sangre y de fraude, sin alcanzar la mitad de sus días. Mas yo confío en ti.
El estribillo de los vs. 6 y 12 sirve de conclusión a la dos partes que componen este Salmo. La primera (vs. 2-5) es la súplica de un hombre perseguido, que se refugia en el Señor para verse libre del peligro. La segunda (vs. 7-11) es un canto de acción de gracias: una vez pasada la adversidad, el salmista quiere anticiparse a la aurora (v. 9), para alabar el amor y la fidelidad del Señor (v. 11). La parte final de este Salmo (vs. 8-12) se vuelve a encontrar, casi sin ninguna variante, en el Salmo 108. 2-6.
1 Del maestro de coro. Según la melodía de "La paloma de los dioses lejanos". De David. Mictán. Cuando los filisteos se apoderaron de él en Gat.2 Tenme piedad, oh Dios, porque me pisan, todo el día hostigándome me oprimen.
3 Me pisan todo el día los que me asechan, innumerables son los que me hostigan en la altura.
4 El día en que temo, en ti confío.
5 En Dios, cuya palabra alabo, en Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un ser de carne?
6 Todo el día retuercen mis palabras, todos sus pensamientos son de hacerme mal;
7 se conjuran, se ocultan, mis pisadas observan, como para atrapar mi alma.
8 Por su iniquidad, ¿habrá escape para ellos? ¡Abate, oh Dios, a los pueblos en tu cólera!
9 De mi vida errante llevas tú la cuenta, ¡recoge mis lágrimas en tu odre!
10 Entonces retrocederán mis enemigos, el día en que yo clame. Yo sé que Dios está por mí.
11 En Dios, cuya palabra alabo, en Yahveh, cuya palabra alabo,
12 en Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un hombre?
13 A mi cargo, oh Dios, los votos que te hice: sacrificios te ofreceré de acción de gracias,
14 pues tú salvaste mi alma de la muerte, para que marche ante la faz de Dios, en la luz de los vivos.
Este poema es un severo reproche contra los jueces inicuos, que con sus decisiones arbitrarias fomentan la violencia y la injusticia en la sociedad. Después de una invectiva llena de sarcasmo (vs. 2-3), el Salmo describe la inconducta de los jueces y su obstinación en el mal (vs. 4-6), y lanza contra ellos enérgicas imprecaciones (vs. 7-10). Por último, anuncia la alegría que experimentarán los justos cuando se manifieste la justicia de Dios (vs. 11-12).
1 Del maestro de coro. "No destruyas". De David. Mictán. Cuando, huyendo de Saúl, se escondió en la cueva.2 Tenme piedad, oh Dios, tenme piedad, que en ti se cobija mi alma; a la sombra de tus alas me cobijo hasta que pase el infortunio.
3 Invoco al Dios Altísimo, al Dios que tanto hace por mí.
4 Mande desde los cielos y me salve, confunda a quien me pisa, envíe Dios su amor y su verdad.
5 Mi alma está tendida en medio de leones, que devoran a los hijos de Adán; sus dientes son lanzas y saetas, su lengua, una espada acerada.
6 ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria
7 Tendían ellos una red bajo mis pasos, mi alma se doblaba; una fosa cavaron ante mí, ¡cayeron ellos dentro!
8 A punto está mi corazón, oh Dios, mi corazón a punto; voy a cantar, voy a salmodiar,
9 ¡gloria mía, despierta!, ¡despertad, arpa y cítara!, ¡a la aurora he de despertar!
10 Te alabaré entre los pueblos, Señor, te salmodiaré entre las gentes;
11 porque tu amor es grande hasta los cielos, tu verdad hasta las nubes.
12 ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria!
Este Salmo es la súplica de un hombre perseguido y acusado injustamente. Seguro de su inocencia (v. 5), el salmista pide que sus enemigos sean exterminados (v. 12), para que se ponga de manifiesto el justo gobierno de Dios sobre el mundo (v. 14). El odio y la crueldad de los perseguidores (vs. 7-8, 15-16) explican de alguna manera la violencia de ciertos sentimientos expresados en el Salmo.
1 Del maestro de coro. "No destruyas". De David. Mictán.2 ¿De veras, dioses, pronunciáis justicia, juzgáis según derecho a los hijos de Adán?
3 No. que de corazón cometéis injusticias, con vuestras manos pesáis la violencia en la tierra.
4 Torcidos están desde el seno los impíos, extraviados desde el vientre los que dicen mentira;
5 tienen veneno como veneno de serpiente, como el de un áspid sordo que se tapa el oído,
6 que no oye la voz de los encantadores, del mago experto en el encanto.
7 ¡Oh Dios, rompe sus dientes en su boca, quiebra, Yahveh, las muelas de los leoncillos.
8 ¡Dilúyanse como aguas que se pasan, púdranse como hierba que se pisa.
9 como limaco que marcha deshaciéndose, como aborto de mujer que no contempla el sol!
10 ¡Antes que espinas echen, como la zarza, verde o quemada, los arrebate el torbellino!
11 Se alegrará el justo de haber visto la venganza, sus pies bañará en la sangre del impío;
12 y se dirá: «Sí, hay un fruto para el justo; sí, hay un Dios que juzga en la tierra.»
En esta lamentación, aparecen reflejados los diversos momentos de una acción litúrgica, celebrada con motivo de una grave derrota nacional. En la primera parte (vs. 3-7), la comunidad se queja ante el Señor por la dura prueba a que se vio sometida. Luego viene un oráculo del Señor (vs. 8-10), que promete a su Pueblo la total recuperación de sus antiguos dominios. Este oráculo divino se caracteriza por sus audaces antropomorfismos y por su estilo épico. La parte final del Salmo es una reiteración de la lamentación y de la súplica (vs 11- 13), y una profesión de confianza en el poder de Dios (v. 14). Los vs. 7-14 se vuelven a encontrar en el Salmo 108. 7-14.
1 Del maestro de coro. "No destruyas". De David. Mictán. Cuando Saúl dio orden de vigilar su casa para matarlo.2 ¡Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío, de mis agresores protégeme,
3 líbrame de los agentes de mal, de los hombres sanguinarios sálvame!
4 Mira que acechan a mi alma, poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado en mí, Yahveh,
5 sin culpa alguna, corren y se aprestan. Despiértate, ven a mi encuentro y mira,
6 tú, Yahveh, Dios Sebaot, Dios de Israel, álzate a visitar a todos los gentiles, no te apiades de ninguno de esos traidores pérfidos.
7 Regresan a la tarde, aúllan como perros, rondan por la ciudad.
8 Míralos desbarrar a boca llena, espadas en sus labios: «¿Hay alguno que oiga?»
9 Mas tú, Yahveh, te ríes de ellos, tú te mofas de todos los gentiles.
10 Oh fuerza mía, hacia ti miro. Pues es Dios mi ciudadela,
11 el Dios de mi amor viene a mi encuentro. Dios me hará desafiar a los que me asechan.
12 ¡Oh, no los mates, no se olvide mi pueblo, dispérsalos con tu poder, humíllalos, oh Señor, nuestro escudo!
13 Pecado es en su boca la palabra de sus labios; ¡queden, pues, presos en su orgullo, por la blasfemia, por la mentira que vocean!
14 ¡Suprime con furor, suprímelos, no existan más! Y se sepa que Dios domina en Jacob, hasta los confines de la tierra.
15 Regresan a la tarde, aúllan como perros, rondan por la ciudad;
16 vedlos buscando qué comer, hasta que no están hartos van gruñendo.
17 Yo, en cambio, cantaré tu fuerza, aclamaré tu amor a la mañana; pues tú has sido para mí una ciudadela, un refugio en el día de mi angustia.
18 Oh fuerza mía, para ti salmodiaré, pues es Dios mi ciudadela, el Dios de mi amor.
Un hombre desterrado -probablemente un levita- suspira por volver a gozar de la presencia divina, viviendo constantemente junto al Santuario de Dios (v.5). En los vs. 7-8 se inserta una oración por el rey, cuya vinculación con el resto del Salmo no aparece con claridad.
1 Del maestro de coro. Según la melodía de "El lirio del testimonio". Mictán de David. Para enseñar.2 Cuando luchó contra Aram de Naharáyim y Aram de Sobá, y Joab, de vuelta, derrotó a Edom, en el valle de la Sal: doce mil hombres.
3 Nos has rechazado, oh Dios, nos has deshecho, estabas irritado, ¡oh, vuélvete a nosotros!
4 Has sacudido la tierra, la has hendido; sana sus grietas, pues se desmorona.
5 Hiciste ver a tu pueblo duras pruebas, nos diste a beber vino de vértigo.
6 Diste a los que le temen la señal para que pudiesen escapar del arco.
7 Para que tus amados salgan libres, ¡salva con tu diestra, respóndenos!
8 Ha hablado Dios en su santuario: «Ya exulto, voy a repartir a Siquem, a medir el valle de Sukkot.
9 «Mío es Galaad, mío Manasés, Efraím, yelmo de mi cabeza, Judá, mi cetro,
10 «Moab, la vasija en que me lavo. Sobre Edom tiro mi sandalia. ¡Canta, pues, victoria contra mí, Filistea!»
11 ¿Quién me conducirá hasta la plaza fuerte, quién me guiará hasta Edom?
12 ¿No eres tú, oh Dios, que nos has rechazado, y ya no sales, oh Dios, con nuestras tropas?
13 Danos ayuda contra el adversario, que es vano el socorro del hombre.
14 ¡Con Dios hemos de hacer proezas, y él hollará a nuestros adversarios!
La característica dominante de este Salmo es la absoluta confianza en el Señor, a pesar de la hostilidad y la persecución. El salmista se siente plenamente seguro bajo la protección de Dios (vs. 2-3, 6-8). Por eso interpela decididamente a sus adversarios (vs. 4-5), se reconforta a sí mismo (vs. 6-7) y exhorta a todos los fieles a que compartan sus mismos sentimientos (v. 9). La reflexión sapiencial de los vs. 10-11 y el oráculo divino de los vs. 12-13, le sirven para confirmar su enseñanza.
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. De David.2 ¡Escucha, oh Dios, mi clamor, atiende a mi plegaria!
3 Desde el extremo de la tierra hacia ti grito, en el desmayo de mi corazón. A la roca que se alza lejos de mí, condúceme;
4 pues tú eres mi refugio, torre fuerte frente al enemigo.
5 ¡Que sea yo siempre huésped de tu tienda, y me acoja al amparo de tus alas!
6 Porque tú, oh Dios, oyes mis votos: tú me otorgas la heredad de los que temen tu nombre.
7 A los días del rey añade días, sus años, generación tras generación.
8 ¡Reine por siempre ante la faz de Dios! ¡El Amor y la Verdad le guarden!
9 Entonces salmodiaré a tu nombre para siempre, día tras día cumpliré mis votos.
Un profundo anhelo de Dios -bellamente expresado con la imagen de la tierra sedienta (v. 2)- es el sentimiento que domina todo este Salmo. Su autor podría ser un levita desterrado, que recuerda el tiempo en que vivía junto al Santuario, gozando de la intimidad con el Señor. En el silencio de la noche rememora aquellas horas felices, y ese recuerdo le sirve de consuelo (vs. 7-9). El versículo final indica que el salmista identifica su propia suerte con la de todo su Pueblo, representado en la persona del rey.
1 Del maestro de coro. Al estilo de Iedutún. Salmo de David.2 En Dios sólo el descanso de mi alma, de él viene mi salvación;
3 sólo él mi roca, mi salvación, mi ciudadela, no he de vacilar.
4 ¿Hasta cuándo atacaréis a un solo hombre, le abatiréis, vosotros todos, como a una muralla que se vence, como a pared que se desploma?
5 Doblez sólo proyectan, su placer es seducir; con mentira en la boca, bendicen, y por dentro maldicen.
6 En Dios sólo descansa, oh alma mía, de él viene mi esperanza;
7 sólo él mi roca, mi salvación, mi ciudadela, no he de vacilar;
8 en Dios mi salvación y mi gloria, la roca de mi fuerza. En Dios mi refugio;
9 confiad en él, oh pueblo, en todo tiempo; derramad ante él vuestro corazón, ¡Dios es nuestro refugio!
10 Un soplo solamente los hijos de Adán, los hijos de hombre, una mentira; si subieran a la balanza serían menos que un soplo todos juntos.
11 No os fiéis de la opresión, no os ilusionéis con la rapiña; a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón.
12 Dios ha hablado una vez, dos veces, lo he oído: Que de Dios es la fuerza,
13 tuyo, Señor, el amor; y: Que tú al hombre pagas con arreglo a sus obras.
Esta súplica se caracteriza por las expresivas imágenes con que el salmista describe las insidias de sus adversarios (vs. 2-7), y la intervención victoriosa del Señor en defensa de la justicia (vs. 8-9). En la parte final del Salmo, se presenta el castigo de los malvados como un saludable llamado a la reflexión (v. 10), y como un motivo de alegría y seguridad para los que viven rectamente (v. 11).
1 Salmo de David. Cuando estaba en el desierto de Judá.2 Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua.
3 Como cuando en el santuario te veía, al contemplar tu poder y tu gloria,
4 - pues tu amor es mejor que la vida, mis labios te glorificaban -,
5 así quiero en mi vida bendecirte, levantar mis manos en tu nombre;
6 como de grasa y médula se empapará mi alma, y alabará mi boca con labios jubilosos.
7 Cuando pienso en ti sobre mi lecho, en ti medito en mis vigilias,
8 porque tú eres mi socorro, y yo exulto a la sombra de tus alas;
9 mi alma se aprieta contra ti, tu diestra me sostiene.
10 Mas los que tratan de perder mi alma, ¡caigan en las honduras de la tierra!
11 ¡Sean pasados al filo de la espada, sirvan de presa a los chacales!
12 Y el rey en Dios se gozará, el que jura por él se gloriará, cuando sea cerrada la boca de los mentirosos.
En este canto de acción de gracias, la comunidad expresa su ferviente alabanza y reconocimiento al Señor por todos los beneficios recibidos, de sus manos. La primera parte (vs. 2-5) insiste en la bondad de Dios, que escucha desde su Templo las oraciones de los fieles (v. 3) y se muestra siempre dispuesto a perdonarlos (v. 4). La segunda (vs. 6-9) evoca el poder creador del Señor y sus obras admirables en la naturaleza y en la historia, con acentos marcadamente universalistas (v. 6). La parte final del Salmo (vs. 10-14) es de un delicado lirismo, y celebra al Señor como fuente de vida e inagotable fecundidad.
1 Del maestro de coro. Salmo de David.2 Escucha, oh Dios, la voz de mi gemido, del terror del enemigo guarda mi vida;
3 ocúltame a la pandilla de malvados, a la turba de los agentes de mal.
4 Los que afilan su lengua como espada, su flecha apuntan, palabra envenenada,
5 para tirar a escondidas contra el íntegro, le tiran de improviso y nada temen.
6 Se envalentonan en su acción malvada, calculan para tender lazos ocultos, dicen: «¿Quién lo observará
7 y escrutará nuestros secretos?» El los escruta, aquel que escruta lo íntimo del hombre, el corazón profundo.
8 Una saeta ha tirado Dios, repentinas han sido sus heridas;
9 les ha hecho caer por causa de su lengua, menean la cabeza todos los que los ven.
10 Todo hombre temerá. anunciará la obra de Dios y su acción comprenderá.
11 El justo se alegrará en Yahveh, en él tendrá cobijo; y se gloriarán todos los de recto corazón.
La primera parte de este Salmo consta de un himno coral (vs. 1-7) y de un canto comunitario de acción de gracias (vs. 8-12), cuyo tema central son las maravillas que realizó el Señor en el Mar Rojo y en el río Jordán (v. 6). La segunda parte (vs. 13-20) difiere sensiblemente de la anterior: ya no habla la comunidad, sino un individuo, que se presenta delante del Señor en el Templo, para ofrecer un sacrificio de acción de gracias y dar testimonio de los favores recibidos.
1 Del maestro de coro. De David. Canto.2 A ti se debe la alabanza, oh Dios, en Sión. A ti el voto se te cumple,
3 tú que escuchas la oración. Hasta ti toda carne viene
4 con sus obras culpables; nos vence el peso de nuestras rebeldías, pero tú las borras.
5 Dichoso tu elegido, tu privado, en tus atrios habita. ¡Oh, hartémonos de los bienes de tu Casa, de las cosas santas de tu Templo!
6 Tú nos responderás con prodigios de justicia, Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los confines de la tierra, y de las islas lejanas;
7 tú que afirmas los montes con tu fuerza, de potencia ceñido,
8 y acallas el estruendo de los mares, el estruendo de sus olas. Están los pueblos en bullicio,
9 por tus señales temen los que habitan los confines, a las puertas de la mañana y de la tarde haces tú gritar de júbilo.
10 Tú visitas la tierra y la haces rebosar, de riquezas la colmas. El río de Dios va lleno de agua, tú preparas los trigales. Así es como la preparas:
11 riegas sus surcos, allanas sus glebas, con lluvias la ablandas, bendices sus renuevos.
12 Tú coronas el año con tu benignidad, de tus rodadas cunde la grosura;
13 destilan los pastos del desierto, las colinas se ciñen de alegría;
14 las praderas se visten de rebaños, los valles se cubren de trigo; ¡y los gritos de gozo, y las canciones!
En esta hermosa oración -compuesta para celebrar la recolección de las cosechas (Éx. 23. 16)- la comunidad agradece al Señor los frutos de la tierra (v. 7). Además, le suplica que renueve constantemente sus bendiciones, a fin de que todos los pueblos reconozcan en el Dios de Israel al único Dios (vs. 2-3). Esta perspectiva universalista se destaca particularmente en el estribillo, que se repite en los vs. 4 y 6.
1 Aclamad a Dios, la tierra toda,
2 salmodiad a la gloria de su nombre, rendidle el honor de su alabanza,
3 decid a Dios: ¡Qué terribles tus obras! Por la grandeza de tu fuerza, tus enemigos vienen a adularte;
4 toda la tierra se postra ante ti, y salmodia para ti, a tu nombre salmodia.
5 Venid y ved las obras de Dios, temible en sus gestas por los hijos de Adán:
6 él convirtió el mar en tierra firme, el río fue cruzado a pie. Allí, nuestra alegría en él,
7 que por su poder domina para siempre. Sus ojos vigilan las naciones, no se alcen los rebeldes contra él.
8 Pueblos, bendecid a nuestro Dios, haced que se oiga la voz de su alabanza,
9 él, que devuelve nuestra alma a la vida, y no deja que vacilen nuestros pies.
10 Tú nos probaste, oh Dios, nos purgaste, cual se purga la plata;
11 nos prendiste en la red, pusiste una correa a nuestros lomos,
12 dejaste que un cualquiera a nuestra cabeza cabalgara, por el fuego y el agua atravesamos; mas luego nos sacaste para cobrar aliento.
13 Con holocaustos entraré en tu Casa, te cumpliré mis votos,
14 los que abrieron mis labios, los que en la angustia pronunció mi boca.
15 Te ofreceré pingües holocaustos, con el sahumerio de carneros, sacrificaré bueyes y cabritos.
16 Venid a oír y os contaré, vosotros todos los que teméis a Dios, lo que él ha hecho por mí.
17 A él gritó mi boca, la alabanza ya en mi lengua.
18 Si yo en mi corazón hubiera visto iniquidad, el Señor no me habría escuchado.
19 Pero Dios me ha escuchado, atento a la voz de mi oración.
20 ¡Bendito sea Dios, que no ha rechazado mi oración ni su amor me ha retirado!
Este canto de victoria rememora la gesta que realizó el Señor, cuando condujo triunfalmente a su Pueblo desde el Sinaí hasta el monte Sión (vs. 8-9, 18-19). En torno de esta idea central, se agrupan varios temas afines, expresados en un lenguaje acentuadamente poético y cargado de alusiones mitológicas. Las estrofas se suceden sin conexión aparente; pero esto se debe, en parte, a que el texto del Salmo corresponde a las diversas etapas de una liturgia procesional.
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. Canto.2 ¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga, su rostro haga brillar sobre nosotros!
3 Para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación entre todas las naciones.
4 ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos, todos los pueblos te den gracias!
5 Alégrense y exulten las gentes, pues tú juzgaz al mundo con justicia, con equidad juzgas a los pueblos, y a las gentes en la tierra gobiernas.
6 ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos, todos los pueblos te den gracias!
7 La tierra ha dado su cosecha: Dios, nuestro Dios, nos bendice.
8 ¡Dios nos bendiga, y teman ante él todos los confines de la tierra!
Esta angustiosa lamentación tiene muchos rasgos comunes con el Salmo 22, en especial, la dramática descripción de la enfermedad y los sufrimientos que dan motivo a la súplica (vs. 2-5). Entre estos últimos, el salmista menciona particularmente el desprecio de que es objeto por su fidelidad a la causa de Dios y su amor hacia el Templo (vs. 8-13). Así hace presente al Señor que su enfermedad pone en juego el honor divino, porque si él muere, todos los fieles quedarán expuestos a la burla de sus enemigos (v. 7).
Los vs. 36-37 indican que el Salmo fue compuesto poco tiempo después del exilio babilónico.
1 Del maestro de coro. De David. Salmo. Canto.
2 ¡Alcese Dios, sus enemigos se dispersen, huyan ante su faz los que le odian!
3 Cual se disipa el humo, los disipas; como la cera se derrite al fuego, perecen los impíos ante Dios.
4 Mas los justos se alegran y exultan ante la faz de Dios, y saltan de alegría.
5 Cantad a Dios, salmodiad a su nombre, abrid paso al que cabalga en las nubes, alegraos en Yahveh, exultad ante su rostro.
6 Padre de los huérfanos y tutor de las viudas es Dios en su santa morada;
7 Dios da a los desvalidos el cobijo de una casa, abre a los cautivos la puerta de la dicha, mas los rebeldes quedan en un suelo ardiente.
8 Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo, cuando pasabas el desierto,
9 la tierra retembló, y hasta los cielos se licuaron ante la faz de Dios, ante la faz de Dios, el Dios de Israel.
10 Tú derramaste, oh Dios, una lluvia de larguezas, a tu heredad extenuada, tú la reanimaste;
11 tu grey halló una morada, aquella que en tu bondad, oh Dios, al desdichado preparabas.
12 El Señor da la palabra: es el anuncio de un ejército inmenso.
13 Y mientras los reyes, los ejércitos huyen, huyen, la bella de la casa reparte el botín.
14 Mientras vosotros descansáis entre las tapias del aprisco, las alas de la Paloma se cubren de plata, y sus plumas de destellos de oro verde;
15 cuando Sadday dispersa a los reyes, por ella cae la nieve en el Monte Umbrío.
16 ¡Monte de Dios, el monte de Basán! ¡Monte escarpado, el monte de Basán!
17 ¿Por que miráis celosos, montes escarpados, al monte que Dios escogió por mansión? ¡Oh sí, Yahveh morará allí para siempre!
18 Los carros de Dios, por millares de miriadas; el Señor ha venido del Sinaí al santuario.
19 Tú has subido a la altura, conduciendo cautivos, has recibido tributo de hombres, hasta los rebeldes para que Yahveh Dios tuviera una morada.
20 ¡Bendito sea el Señor día tras día! El carga con nosotros, Dios de nuestra salvación.
21 Dios libertador es nuestro Dios; del Señor Yahveh son las salidas de la muerte;
22 mas la cabeza de sus enemigos Dios quebranta, la testa cabelluda de quien sus crímenes pasea.
23 Dijo el Señor: «De Basán haré volver, haré volver de los abismos del mar,
24 para que puedas hundir tu pie en la sangre, y en los enemigos tenga su parte la lengua de tus perros».
25 ¡Se han visto, oh Dios, tus procesiones, las procesiones de mi Dios, mi rey, al santuario:
26 delante los cantores, los músicos detrás, las doncellas en medio, tocando el tamboril!
27 A Dios, en coros, bendecían: ¡es Yahveh, desde el origen de Israel.
28 Allí iba Benjamín, el pequeño, abriendo marcha, los príncipes de Judá con sus escuadras, los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí.
29 ¡Manda, Dios mío, según tu poder, el poder, oh Dios, que por nosotros desplegaste,
30 desde tu Templo en lo alto de Jerusalén, donde vienen los reyes a ofrecerte presentes!
31 Increpa a la bestia del cañaveral, a la manada de toros y novillos de los pueblos. ¡Que se sometan con lingotes de plata! ¡Dispersa a los pueblos que fomentan la guerra!
32 Los magnates acudan desde Egipto, tienda hacia Dios sus manos Etiopía.
33 ¡Cantad a Dios, reinos de la tierra, salmodiad para el Señor,
34 para el que cabalga los cielos, los antiguos cielos: ved que lanza él su voz, su voz potente!
35 Reconoced el poderío de Dios. Sobre Israel su exaltación, su poder en las nubes:
36 ¡temible es Dios desde su santuario! El, el Dios de Israel, es quien da poder y fuerza al pueblo. ¡Bendito sea Dios!
En este Salmo se repite, con muy pocas variantes, la súplica del Salmo 40. 14-18.
1 Del maestro de coro. Según la melodía de "Los lirios". De David.
2 ¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas me llegan hasta el cuello!
3 Me hundo en el cieno del abismo, sin poder hacer pie; he llegado hasta el fondo de las aguas, y las olas me anegan.
4 Estoy exhausto de gritar, arden mis fauces, mis ojos se consumen de esperar a mi Dios.
5 Son más que los cabellos de mi cabeza los que sin causa me odian; más duros que mis huesos los que me hostigan sin razón. (¿Lo que yo no he robado tengo que devolver?)
6 Tú, oh Dios, mi torpeza conoces, no se te ocultan mis ofensas.
7 ¡No se avergüencen por mí los que en ti esperan, oh Yahveh Sebaot! ¡No sufran confusión por mí los que te buscan, oh Dios de Israel!
8 Pues por ti sufro el insulto, y la vergüenza cubre mi semblante;
9 para mis hermanos soy un extranjero, un desconocido para los hijos de mi madre;
10 pues me devora el celo de tu casa, y caen sobre mí los insultos de los que te insultan.
11 Si mortifico mi alma con ayuno, se me hace un pretexto de insulto;
12 si tomo un sayal por vestido, para ellos me convierto en burla,
13 cuento de los que están sentados a la puerta, y copla de los que beben licor fuerte.
14 Mas mi oración hacia ti, Yahveh, en el tiempo propicio: por tu gran amor, oh Dios, respóndeme, por la verdad de tu salvación.
15 ¡Sácame del cieno, no me hunda, escape yo a los que me odian, a las honduras de las aguas!
16 ¡El flujo de las aguas no me anegue no me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca!
17 ¡Respóndeme, Yahveh, pues tu amor es bondad; en tu inmensa ternura vuelve a mí tus ojos;
18 no retires tu rostro de tu siervo, que en angustias estoy, pronto, respóndeme;
19 acércate a mi alma, rescátala, por causa de mis enemigos, líbrame!
20 Tú conoces mi oprobio, mi vergüenza y mi afrenta, ante ti están todos mis opresores.
21 El oprobio me ha roto el corazón y desfallezco. Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno.
22 Veneno me han dado por comida, en mi sed me han abrevado con vinagre.
23 ¡Que su mesa ante ellos se convierta en un lazo, y su abundancia en una trampa;
24 anúblense sus ojos y no vean, haz que sus fuerzas sin cesar les fallen!
25 Derrama tu enojo sobre ellos, los alcance el ardor de tu cólera;
26 su recinto quede hecho un desierto, en sus tiendas no haya quien habite:
27 porque acosan al que tú has herido, y aumentan la herida de tu víctima.
28 Culpa añade a su culpa, no tengan más acceso a tu justicia;
29 del libro de la vida sean borrados, no sean inscritos con los justos.
30 Y yo desdichado, dolorido, ¡tu salvación, oh Dios, me restablezca!
31 El nombre de Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias;
32 y más que un toro agradará a Yahveh, más que un novillo con cuernos y pezuñas.
33 Lo han visto los humildes y se alegran; ¡viva vuestro corazón, los que buscáis a Dios!
34 Porque Yahveh escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos.
35 ¡Alábenle los cielos y la tierra, el mar y cuanto bulle en él!
36 Pues salvará Dios a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá: habitarán allí y las poseerán;
37 la heredará la estirpe de sus siervos, los que aman su nombre en ella morarán.
Un anciano gravemente enfermo acude al Señor para que no lo abandone en los penosos días de su vejez (vs. 9, 18). En lugar de describir minuciosamente los dolores que lo afligen, el salmista reitera sus expresiones de fidelidad y confianza en Dios (vs. 3, 5-8, 19), y su promesa de proclamar los beneficios recibidos, para ejemplo de los más jóvenes (v. 18).
1 Del maestro de coro. De David. En memoria.2 ¡Oh Dios, ven a librarme, Yahveh, corre en mi ayuda!
3 ¡Queden avergonzados y confusos los que buscan mi vida! ¡Atrás!, sean confundidos los que desean mi mal,
4 retrocedan de vergüenza los que dicen: ¡Ja, ja!
5 ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! ¡Repitan sin cesar: «Grande es Dios», los que aman tu salvación!
6 ¡Y yo, desventurado y pobre, oh Dios, ven presto a mí! ¡Tú, mi socorro y mi libertador, Yahveh, no tardes!
Esta súplica en favor del rey (v. 1) fue compuesta probablemente para el día de su entronización. En ella se describe, con imágenes muy expresivas, la función vital del rey en el seno de la comunidad: la nación no podía gozar de bienestar y prosperidad, si el rey no aseguraba el orden social mediante un gobierno justo. Su “justicia” debía beneficiar, sobre todo, a los miembros más indigentes de la comunidad (vs. 2, 4, 7, 12-14).
Posteriormente el Salmo recibió una interpretación mesiánica, y se “releyó” como una descripción profética del Rey Mesías.
1 A ti, Yahveh, me acojo, ¡no sea confundido jamás!
2 ¡Por tu justicia sálvame, libérame! tiende hacia mí tu oído y sálvame!
3 ¡Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve, pues mi roca eres tú y mi fortaleza.
4 ¡Dios mío, líbrame de la mano del impío, de las garras del perverso y del violento!
5 Pues tú eres mi esperanza, Señor, Yahveh, mi confianza desde mi juventud.
6 En ti tengo mi apoyo desde el seno, tú mi porción desde las entrañas de mi madre; ¡en ti sin cesar mi alabanza!
7 Soy el asombro de muchos, mas tú eres mi seguro refugio.
8 Mi boca está repleta de tu loa, de tu gloria todo el día.
9 A la hora de mi vejez no me rechaces, no me abandones cuando decae mi vigor.
10 Porque de mí mis enemigos hablan, los que espían mi alma se conciertan:
11 «¡Dios le ha desamparado, perseguidle, apresadle, pues no hay quien le libere!»
12 ¡Oh Dios, no te estés lejos de mí, Dios mío, ven pronto en mi socorro!
13 ¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que acusan a mi alma; cúbranse de ignominia y de vergüenza los que buscan mi mal!
14 Y yo, esperando sin cesar, más y más te alabaré;
15 publicará mi boca tu justicia, todo el día tu salvación.
16 Y vendré a las proezas de Yahveh, recordaré tu justicia, tuya sólo.
17 ¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido, y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas!
18 Y ahora que llega la vejez y las canas, ¡oh Dios, no me abandones!, para que anuncie yo tu brazo a todas las edades venideras, ¡tu poderío
19 y tu justicia, oh Dios, hasta los cielos! Tú que has hecho grandes cosas, ¡oh Dios!, ¿quién como tú?
20 Tú que me has hecho ver tantos desastres y desgracias, has de volver a recobrarme. Vendrás a sacarme de los abismos de la tierra,
21 sustentarás mi ancianidad, volverás a consolarme,
22 Y yo te daré gracias con las cuerdas del arpa, por tu verdad, Dios mío; para ti salmodiaré a la cítara, oh Santo de Israel.
23 Exultarán mis labios cuando salmodie para ti, y mi alma, que tú has rescatado.
24 También mi lengua todo el día musitará tu justicia: porque han sido avergonzados, porque han enrojecido, los que buscaban mi desgracia.
El tema central de este Salmo es el doloroso enigma que plantea a los justos la comparación entre sus propios sufrimientos (vs. 13-14) y la felicidad de que gozan los impíos (vs. 4-12). El mismo tema -característico de los escritos sapienciales- es tratado también en los Salmos 37; 49. Pero aquí el autor del Salmo no se expresa con la serena objetividad de los sabios. sino que da un testimonio de su experiencia personal: exasperado por lo que consideraba una injusticia de parte de Dios (vs. 21-22), estuvo a punto de extraviarse (v. 2), hasta que una visita al Santuario (v. 17) le hizo experimentar con extraordinaria intensidad la cercanía de Dios, y así comprendió lo que significa estar alejado de él (v. 27). El final del Salmo es de un contenido casi místico: el salmista manifiesta que su único anhelo es vivir en intimidad con Dios.
1 Oh Dios, da al rey tu juicio, al hijo de rey tu justicia:
2 que con justicia gobierne a tu pueblo, con equidad a tus humildes.
3 Traigan los montes paz al pueblo, y justicia los collados.
4 El hará justicia a los humildes del pueblo, salvará a los hijos de los pobres, y aplastará al opresor.
5 Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad;
6 caerá como la lluvia en el retoño, como el rocío que humedece la tierra.
7 En sus días florecerá la justicia, y dilatada paz hasta que no haya luna;
8 dominará de mar a mar, desde el Río hasta los confines de la tierra.
9 Ante él se doblará la Bestia, sus enemigos morderán el polvo;
10 los reyes de Tarsis y las islas traerán tributo. Los reyes de Sabá y de Seba pagarán impuestos;
11 todos los reyes se postrarán ante él, le servirán todas las naciones.
12 Porque él librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara;
13 se apiadará del débil y del pobre, el alma de los pobres salvará.
14 De la opresión, de la violencia, rescatará su alma, su sangre será preciosa ante sus ojos;
15 (y mientras viva se le dará el oro de Sabá). Sin cesar se rogará por él, todo el día se le bendecirá.
16 Habrá en la tierra abundancia de trigo, en la cima de los montes ondeará como el Líbano al despertar sus frutos y sus flores, como la hierba de la tierra.
17 ¡Sea su nombre bendito para siempre, que dure tanto como el sol! ¡En él se bendigan todas las familias de la tierra, dichoso le llamen todas las naciones!
18 ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, el único que hace maravillas!
19 ¡Bendito sea su nombre glorioso para siempre, toda la tierra se llene de su gloria! ¡Amén! ¡Amén!
20 Fin de las oraciones de David, hijo de Jesé.
Ante el Templo devastado y profanado por los enemigos de Israel, la comunidad suplica al Señor que se acuerde de su Alianza (v.20) y se apresure a reparar las afrentas de su Pueblo (v. 21). Para hacer más apremiante la súplica, se evocan las proezas que realizó el Señor, cuando rescató a Israel de la esclavitud y lo convirtió en su herencia (v. 2). En medio de la súplica, se intercala un himno al Dios creador (vs. 12-17), que tiene por finalidad contraponer el poder manifestado en el momento de la creación y su desconcertante silencio presente.
1 En verdad bueno es Dios para Israel, el Señor para los de puro corazón.
2 Por poco mis pies se me extravían, nada faltó para que mis pasos resbalaran,
3 celoso como estaba de los arrogantes, al ver la paz de los impíos.
4 No, no hay congojas para ellos, sano y rollizo está su cuerpo;
5 no comparten la pena de los hombres, con los humanos no son atribulados.
6 Por eso el orgullo es su collar, la violencia el vestido que los cubre;
7 la malicia les cunde de la grasa, de artimañas su corazón desborda.
8 Se sonríen, pregonan la maldad, hablan altivamente de violencia;
9 ponen en el cielo su boca, y su lengua se pasea por la tierra.
10 Por eso mi pueblo va hacia ellos: aguas de abundancia les llegan.
11 Dicen: «¿Cómo va a saber Dios? ¿Hay conocimiento en el Altísimo?»
12 Miradlos: ésos son los impíos, y, siempre tranquilos, aumentan su riqueza.
13 ¡Así que en vano guardé el corazón puro, mis manos lavando en la inocencia,
14 cuando era golpeado todo el día, y cada mañana sufría mi castigo!
15 Si hubiera dicho: «Voy a hablar como ellos», habría traicionado a la raza de tus hijos;
16 me puse, pues, a pensar para entenderlo, ¡ardua tarea ante mis ojos!
17 Hasta el día en que entré en los divinos santuarios, donde su destino comprendí:
18 oh, sí, tú en precipicios los colocas, a la ruina los empujas.
19 ¡Ah, qué pronto quedan hechos un horror, cómo desaparecen sumidos en pavores!
20 Como en un sueño al despertar, Señor, así, cuando te alzas, desprecias tú su imagen.
21 Sí, cuando mi corazón se exacerbaba, cuando se torturaba mi conciencia,
22 estúpido de mí, no comprendía, una bestia era ante ti.
23 Pero a mí, que estoy siempre contigo, de la mano derecha me has tomado;
24 me guiarás con tu consejo, y tras la gloria me llevarás.
25 ¿Quién hay para mí en el cielo? Estando contigo no hallo gusto ya en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón se consumen: ¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siempre!
27 Sí, los que se alejan de ti perecerán, tú aniquilas a todos los que te son adúlteros.
28 Mas para mí, mi bien es estar junto a Dios; he puesto mi cobijo en el Señor, a fin de publicar todas tus obras.
El Juicio de Dios (v. 8), que asegurará definitivamente el triunfo de la justicia (v. 11), es el tema central de este Salmo. Luego de una exclamación de carácter litúrgico (v. 2), se escucha un oráculo del Señor, quien se manifestará como Juez supremo cuando él mismo lo decida (vs. 3-4). A este anuncio sigue una última advertencia dirigida a los impíos, para que cambien de actitud (vs. 5-9). El Salmo concluye con un tono hímnico, porque la victoria de la justicia divina será un motivo de alegría para los justos.
1 ¿Por qué has de rechazar, oh Dios, por siempre, por qué humear de cólera contra el rebaño de tu pasto?
2 Acuérdate de la comunidad que de antiguo adquiriste, la que tú rescataste, tribu de tu heredad, y del monte Sión donde pusiste tu morada.
3 Guía tus pasos a estas ruinas sin fin: todo en el santuario lo ha devastado el enemigo.
4 En el lugar de tus reuniones rugieron tus adversarios, pusieron sus enseñas, enseñas
5 que no se conocían, en el frontón de la entrada. Machetes en bosque espeso,
6 a una cercenaban sus jambas, y con hacha y martillo desgajaban.
7 Prendieron fuego a tu santuario, por tierra profanaron la mansión de tu nombre.
8 Dijeron en su corazón: «¡Destruyámoslos en bloque!» Quemaron en la tierra todo lugar de santa reunión.
9 No vemos nuestras enseñas, no existen ya profetas, ni nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo.
10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, provocará el adversario? ¿Ultrajará tu nombre por siempre el enemigo?
11 ¿Por qué retraes tu mano, y en tu seno retienes escondida tu diestra?
12 Oh Dios, mi rey desde el principio, autor de salvación en medio de la tierra,
13 tú hendiste el mar con tu poder, quebraste las cabezas de los montruos en las aguas;
14 tú machacaste las cabezas de Leviatán y las hiciste pasto de las fieras;
15 tú abriste manantiales y torrentes, y secaste ríos inagotables;
16 tuyo es el día, tuya también la noche, tú la luna y el sol estableciste,
17 tú trazaste todos los confines de la tierra, el verano y el invierno tú formaste.
18 Recuérdalo, Yahveh: provoca el enemigo, tu nombre ultraja un pueblo necio.
19 No entregues a la bestia el alma de tu tórtola, la vida de tus pobres no olvides para siempre.
20 Piensa en la alianza, que están llenos los rincones del país de guaridas de violencia.
21 ¡No vuelva cubierto de vergüenza el oprimido; el humilde y el pobre puedan loar tu nombre!
22 ¡Alzate, oh Dios, a defender tu causa, acuérdate del necio que te provoca todo el día!
23 No olvides el griterío de tus adversarios, el clamor de tus agresores que crece sin cesar!
Este poema -como los demás “Cantos de Sión” (Sal 46; 48; 87)- expresa el amor y la admiración de los israelitas por su Ciudad santa. Al elegir a Jerusalén como Morada (v. 3), el Señor la convirtió en escenario de sus victorias (vs. 4-7). Estos resonantes triunfos confirman el renombre del Señor como guerrero invencible (vs. 2, 8) y son, a la vez, la manifestación de su justicia en favor de los humildes (vs. 9-11).
1 Del maestro de coro. "No destruyas". Salmo de Asaf. Canto.2 Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias, invocando tu nombre, tus maravillas pregonando.
3 «En el momento en que decida, yo mismo juzgaré con rectitud.
4 Se estremece la tierra con todos sus habitantes, mas yo sostengo sus columnas. .
5 «Digo a los arrogantes: ¡Fuera arrogancias!, y a los impíos: ¡No levantéis la frente,
6 no levantéis tan alto vuestra frente, no habléis con un cuello de insolencia!»
7 Pues ya no es por oriente ni por occidente, ya no por el desierto de los montes,
8 por donde Dios, el juez, a uno abate y a otro exalta:
9 sino que hay una copa en la mano de Yahveh, y de vino drogado está lleno el brebaje: él lo escanciará, y sorberán hasta las heces, lo beberán todos los impíos de la tierra.
10 Y yo lo anunciaré por siempre, salmodiaré para el Dios de Jacob;
11 quebraré toda frente de los impíos, y la frente del justo se alzará.
En un momento de extrema aflicción para Israel, el salmista se interroga angustiosamente sobre la desconcertante actitud del Señor, que parece haber rechazado para siempre a su Pueblo (vs. 8-11). A pesar de sus esfuerzos (vs. 3- 7), no alcanza a comprender los misteriosos caminos de Dios, y sus preguntas quedan sin respuesta. Pero el recuerdo de las antiguas maravillas del Señor -evocadas hímnicamente en la parte final del Salmo (vs. 12-21)- permite mirar hacia el futuro con una cierta esperanza.
Por las circunstancias a que se hace alusión, es probable que el Salmo haya sido compuesto durante el exilio babilónico.
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo de Asaf. Canto.
2 En Judá Dios es conocido, grande es su nombre en Israel;
3 su tienda está en Salem, su morada en Sión;
4 allí quebró las ráfagas del arco, el escudo, la espada y la guerra. .
5 Fulgurante eres tú, maravilloso por los montones de botín
6 de que han sido despojados; los bravos durmiendo están su sueño, a todos los hombres fuertes les fallaron los brazos;
7 a tu amenaza, oh Dios de Jacob, carro y caballo se quedaron pasmados.
8 Tú, tú el terrible, ¿quién puede resistir ante tu faz, bajo el golpe de tu ira?
9 Desde los cielos pronuncias la sentencia, la tierra se amedrenta y enmudece
10 cuando Dios se levanta para el juicio, para salvar a todos los humildes de la tierra. .
11 La cólera del hombre te celebra, te ceñirás con los escapados a la Cólera.
12 Haced votos y cumplidlos a Yahveh, vuestro Dios, los que le rodean traigan presentes al Terrible;
13 el que corta el aliento a los príncipes, el temible para los reyes de la tierra.
Esta larga meditación de estilo sapiencial evoca la historia de Israel, desde el Éxodo hasta la institución de la monarquía davídica. El relato histórico sirve de soporte a una enseñanza para el presente: en el recuerdo de su propio pasado, Israel debe encontrar un motivo de gratitud y fidelidad al Dios de la Alianza (vs. 6-7). Esta preocupación didáctica se manifiesta, sobre todo, en la presentación de la historia como una permanente contraposición entre la misericordia del Señor y las rebeldías de su Pueblo.
1 Del maestro de coro. Al estilo de Iedutún. De Asaf. Salmo.2 Mi voz hacia Dios: yo clamo, mi voz hacia Dios: él me escucha.
3 En el día de mi angustia voy buscando al Señor, por la noche tiendo mi mano sin descanso, mi alma el consuelo rehúsa.
4 De Dios me acuerdo y gimo, medito, y mi espíritu desmaya. .
5 Los párpados de mis ojos tú retienes, turbado estoy, no puedo hablar;
6 pienso en los días de antaño, de los años antiguos
7 me acuerdo; en mi corazón musito por la noche, medito y mi espíritu inquiere:
8 ¿Acaso por los siglos desechará el Señor, no volverá a ser propicio?
9 ¿Se ha agotado para siempre su amor? ¿Se acabó la Palabra para todas las edades?
10 ¿Se habrá olvidado Dios de ser clemente, o habrá cerrado de ira sus entrañas? .
11 Y digo: «Este es mi penar: que se ha cambiado la diestra del Altísimo.»
12 Me acuerdo de las gestas de Yahveh, sí, recuerdo tus antiguas maravillas,
13 medito en toda tu obra, en tus hazañas reflexiono.
14 ¡Oh Dios, santos son tus caminos! ¿Qué dios hay grande como Dios?
15 Tú, el Dios que obras maravillas, manifestate tu poder entre los pueblos;
16 con tu brazo a tu pueblo rescataste, a los hijos de Jacob y de José. .
17 Viéronte, oh Dios, las aguas, las aguas te vieron y temblaron, también se estremecieron los abismos.
18 Las nubes derramaron sus aguas, su voz tronaron los nublados, también cruzaban tus saetas.
19 ¡Voz de tu trueno en torbellino! Tus relámpagos alumbraban el orbe, la tierra se estremecía y retemblaba.
20 Por el mar iba tu camino, por las muchas aguas tu sendero, y no se descubrieron tus pisadas.
21 Tú guiaste a tu pueblo cual rebaño por la mano de Moisés y de Aarón.
El motivo de esta súplica nacional es la deplorable situación en que se encuentra Israel: los paganos han devastado y profanado la herencia del Señor (v. 1); muchos fieles han caído bajo la espada, sus cadáveres han sido abandonados a las aves de rapiña y los pueblos vecinos celebran esa derrota (vs. 2-4). El salmista reconoce que la tragedia nacional es el justo castigo de reiteradas infidelidades (v. 8); pero hace presente al Señor que esa derrota compromete la gloria de su Nombre (v. 9), ya que Israel es su Pueblo y su “rebaño” (v. 13). Si no escucha el llanto de los cautivos, los paganos pensarán que es inútil servir al Señor (v. 10).
1 Escucha mi ley, pueblo mío, tiende tu oído a las palabras de mi boca;
2 voy a abrir mi boca en parábolas, a evocar los misterios del pasado.
3 Lo que hemos oído y que sabemos, lo que nuestros padres nos contaron,
4 no se lo callaremos a sus hijos, a la futura generación lo contaremos: Las alabanzas de Yahveh y su poder, las maravillas que hizo;
5 él estableció en Jacob un dictamen, y puso una ley en Israel; El había mandado a nuestros padres que lo comunicaran a sus hijos,
6 que la generación siguiente lo supiera, los hijos que habían de nacer; y que éstos se alzaran y se lo contaran a sus hijos,
7 para que pusieran en Dios su confianza, no olvidaran las hazañas de Dios, y sus mandamientos observaran;
8 para que no fueran, lo mismo que sus padres, una generación rebelde y revoltosa, generación de corazón voluble y de espíritu desleal a Dios.
9 Los hijos de Efraím, diestros arqueros, retrocedieron el día del combate;
10 no guardaban la alianza hecha con Dios, rehusaban caminar según su ley;
11 tenían olvidados sus portentos, las maravillas que él les hizo ver:
12 prodigios hizo a la vista de sus padres en el país de Egipto, en los campos de Tanis.
13 Hendió la mar y los pasó a través, contuvo las aguas como un dique;
14 de día los guiaba con la nube, y cada noche con resplandor de fuego;
15 en el desierto hendió las rocas, los abrevó a raudales sin medida;
16 hizo brotar arroyos de la peña y descender las aguas como ríos.
17 Pero ellos volvían a pecar contra él, a rebelarse contra el Altísimo en la estepa;
18 a Dios tentaron en su corazón reclamando manjar para su hambre.
19 Hablaron contra Dios; dijeron: «¿Será Dios capaz de aderezar una mesa en el desierto?
20 «Ved que él hirió la roca, y corrieron las aguas, fluyeron los torrentes: ¿podrá de igual modo darnos pan, y procurar carne a su pueblo?»
21 Entonces Yahveh lo oyó y se enfureció, un fuego se encendió contra Jacob, y la Cólera estalló contra Israel,
22 porque en Dios no habían tenido fe ni confiaban en su salvación.
23 Y a las nubes mandó desde lo alto, abrió las compuertas de los cielos;
24 hizo llover sobre ellos maná para comer, les dio el trigo de los cielos;
25 pan de Fuertes comió el hombre, les mandó provisión hasta la hartura.
26 Hizo soplar en los cielos el solano, el viento del sur con su poder atrajo,
27 y llovió sobre ellos carne como polvo, y aves como la arena de los mares;
28 las dejó caer en medio de su campo, en torno a sus moradas.
29 Comieron hasta quedar bien hartos, así satisfizo su avidez;
30 mas aún no habían colmado su avidez, su comida estaba aún en su boca,
31 cuando la cólera de Dios estalló contra ellos: hizo estragos entre los más fuertes, y abatió a la flor de Israel.
32 Mas con todo pecaron todavía, en sus maravillas no tuvieron fe.
33 El consumió sus días con un soplo, y sus años con espanto.
34 Cuando los mataba, le buscaban, se convertían, se afanaban por él,
35 y recordaban que Dios era su roca, su redentor, el Dios Altísimo.
36 Mas le halagaban con su boca, y con su lengua le mentían;
37 su corazón no era fiel para con él, no tenían fe en su alianza.
38 El, con todo, enternecido, borraba las culpas y no exterminaba; bien de veces su cólera contuvo y no despertó todo su furor:
39 se acordaba de que ellos eran carne, un soplo que se va y no vuelve más.
40 ¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, le irritaron en aquellas soledades!
41 Otra vez a tentar a Dios volvían, a exasperar al Santo de Israel;
42 no se acordaron de su mano, del día en que les libró del adversario;
43 cuando hizo en Egipto sus señales, en el campo de Tanis sus prodigios.
44 Trocó en sangre sus ríos y sus arroyos para que no bebiesen.
45 Tábanos les mandó que los comieron, y ranas que los infestaron;
46 entregó a la langosta sus cosechas, el fruto de su afán al saltamontes;
47 asoló con granizo sus viñedos, y con la helada sus sicómoros;
48 entregó sus ganados al pedrisco y a los rayos sus rebaños.
49 Lanzó contra ellos el fuego de su cólera, indignación, enojo y destrucción, tropel de mensajeros de desgracias;
50 libre curso dio a su ira. No preservó sus almas de la muerte, a la peste sus vidas entregó;
51 hirió en Egipto a todo primogénito, las primicias de la raza en las tiendas de Cam.
52 Y sacó a su pueblo como ovejas, cual rebaño los guió por el desierto;
53 los guió en seguro, sin temor, mientras el mar cubrió a sus enemigos;
54 los llevó a su término santo, a este monte que su diestra conquistó;
55 arrojó a las naciones ante ellos; a cordel les asignó una heredad, y estableció en sus tiendas las tribus de Israel.
56 Pero ellos le tentaron, se rebelaron contra el Dios Altísimo, se negaron a guardar sus dictámenes,
57 se extraviaron, infieles, lo mismo que sus padres, se torcieron igual que un arco indócil:
58 le irritaron con sus altos, con sus ídolos excitaron sus celos.
59 Dios lo oyó y se enfureció, desechó totalmente a Israel;
60 abandonó la morada de Silo, la tienda en que habitaba entre los hombres.
61 Mandó su fuerza al cautiverio, a manos del adversario su esplendor;
62 entregó su pueblo a la espada, contra su heredad se enfureció.
63 El fuego devoró a sus jóvenes, no hubo canto nupcial para sus vírgenes;
64 sus sacerdotes cayeron a cuchillo, sus viudas no entonaron lamentos.
65 Entonces despertó el Señor como un durmiente, como un bravo vencido por el vino;
66 hirió a sus adversarios en la espalda, les infligió un oprobio eterno.
67 Desechó la tienda de José, y no eligió a la tribu de Efraím;
68 mas eligió a la tribu de Judá, el monte Sión al cual amaba.
69 Construyó como las alturas del cielo su santuario, como la tierra que fundó por siempre.
70 Y eligió a David su servidor, le sacó de los apriscos del rebaño,
71 le trajo de detrás de las ovejas, para pastorear a su pueblo Jacob, y a Israel, su heredad.
72 El los pastoreaba con corazón perfecto, y con mano diestra los guiaba.
Este Salmo es una súplica que toda la nación dirige al “Pastor de Israel” (v. 2), en un momento de grave calamidad. El lirismo que caracteriza a todo el poema aparece con particular relieve en los vs. 9-12, donde Israel es presentado como una “vid” que el Señor sacó de Egipto y plantó cuidadosamente en la Tierra prometida. El recuerdo de aquella solicitud hace más angustiosa la situación presente (vs. 5-7, 13-14) y confiere mayor intensidad a la súplica de toda la comunidad, expresada particularmente en el estribillo de los vs. 4, 8 y 20.
1 Oh Dios, han invadido tu heredad las gentes, han profanado tu sagrado Templo; han dejado en ruinas a Jerusalén,
2 han entregado el cadáver de tus siervos por comida a los pájaros del cielo, la carne de tus amigos a las bestias de la tierra.
3 Han derramado como agua su sangre en torno a Jerusalén, ¡y nadie sepultaba!
4 Nos hemos hecho la irrisión de los vecinos, burla y escarnio de nuestros circundantes.
5 ¿Hasta cuándo, Yahveh, tu cólera? ¿hasta el fin? ¿han de quemar tus celos como fuego?
6 Derrama tu furor sobre las gentes, que no te reconocen, y sobre los reinos que tu nombre no invocan.
7 Porque han devorado a Jacob y han devastado su dominio.
8 No recuerdes contra nosotros culpas de antepasados, vengan presto a nuestro encuentro tus ternuras, pues estamos abatidos del todo;
9 ayúdanos, Dios de nuestra salvación, por amor de la gloria de tu nombre; líbranos, borra nuestros pecados, por causa de tu nombre.
10 ¿Por qué han de decir las gentes: «¿Dónde está su Dios?» ¡Que entre las gentes se conozca, a nuestros propios ojos, la venganza de la sangre de tus siervos derramada!
11 ¡Llegue hasta ti el suspiro del cautivo, con la grandeza de tu brazo preserva a los hijos de la muerte!
12 ¡Devuelve siete veces a nuestros vecinos, en su entraña, su afrenta, la afrenta que te han hecho, Señor!
13 Y nosotros, tu pueblo, rebaño de tu pasto, eternamente te daremos gracias, de edad en edad repetiremos tu alabanza.
La primera parte de este Salmo (vs. 2-6) es un preludio hímnico, que invita a celebrar jubilosamente una de las grandes fiestas anuales. La segunda (vs. 7-17) contiene un oráculo que el Señor dirige a Israel, en un tono de reproche y de promesa. En èl, le recuerda sus beneficios y sus exigencias (vs. 9-11), lo amonesta por su obstinación (vs. 12-13) y le promete toda clase de bendiciones si escucha su Palabra (vs. 14-17).
1 Del maestro de coro. Según la melodía de "Los lirios". Testimonio. De Asaf. Salmo.
2 Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como un rebaño; tú que estás sentado entre querubes, resplandece
3 ante Efraím, Benjamín y Manasés; ¡despierta tu poderío, y ven en nuestro auxilio!
4 ¡Oh Dios, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos!
5 ¿Hasta cuándo, oh Yahveh Dios Sebaot, estarás airado contra la plegaria de tu pueblo?
6 Les das a comer un pan de llanto les haces beber lágrimas al triple;
7 habladuría nos haces de nuestros convecinos, y nuestros enemigos se burlan de nosotros.
8 ¡Oh Dios Sebaot, haznos volver, y brille tu rostro, para que seamos salvos!
9 Una viña de Egipto arrancaste, expulsaste naciones para plantarla a ella,
10 le preparaste el suelo, y echó raíces y llenó la tierra.
11 Su sombra cubría las montañas, sus pámpanos los cedros de Dios;
12 extendía sus sarmientos hasta el mar, hasta el Río sus renuevos.
13 ¿Por qué has hecho brecha en sus tapias, para que todo el que pasa por el camino la vendimie,
14 el jabalí salvaje la devaste, y la pele el ganado de los campos?
15 ¡Oh Dios Sebaot, vuélvete ya, desde los cielos mira y ve, visita a esta viña,
16 cuídala, a ella, la que plantó tu diestra!
17 ¡Los que fuego le prendieron, cual basura, a la amenaza de tu faz perezcan!
18 Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste.
19 Ya no volveremos a apartarnos de ti; nos darás vida y tu nombre invocaremos.
20 ¡Oh Yahveh, Dios Sebaot, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos!Este poema ilustra uno de los aspectos de la prolongada lucha que Israel mantuvo contra la idolatría y contra las concepciones del paganismo circundante. En algunas ocasiones, los Profetas -para dar una mayor fuerza persuasiva a sus palabras- interpelaban a los dioses paganos y les reprochaban su incapacidad para hacer alguna cosa, sea buena o mala (Is. 41. 21-29). Mediante un procedimiento literario similar, este Salmo presenta al Señor alzándose como Juez en medio de los dioses, para condenarlos a la impotencia total, después de haberlos acusado de fomentar la injusticia entre los hombres.
Posteriormente, este Salmo se interpretó como un apóstrofe contra los jueces y gobernantes injustos.
1 Del maestro de coro. Con la cítara de Gat. De Asaf.2 ¡Gritad de gozo a Dios, nuestra fuerza, aclamad al Dios de Jacob!
3 ¡Entonad la salmodia, tocad el tamboril, la melodiosa cítara y el arpa;
4 tocad la trompeta al nuevo mes, a la luna llena, el día de nuestra fiesta!
5 Porque es una ley para Israel, una norma del Dios de Jacob;
6 un dictamen que él impuso en José, cuando salió contra el país de Egipto. Una lengua desconocida se oye:
7 «Yo liberé sus hombros de la carga, sus manos la espuerta abandonaron;
8 en la aflicción gritaste y te salvé. «Te respondí en el secreto del trueno, te probé junto a las aguas de Meribá.
9 Escucha, pueblo mío, yo te conjuro, ¡ah Israel, si quisieras escucharme!
10 «No haya en ti dios extranjero, no te postres ante dios extraño;
11 yo, Yahveh, soy tu Dios, que te hice subir del país de Egipto; abre toda tu boca, y yo la llenaré.
12 «Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer;
13 yo les abandoné a la dureza de su corazón, para que caminaran según sus designios.
14 «¡Ah!, si mi pueblo me escuchara, si Israel mis caminos siguiera,
15 al punto yo abatiría a sus enemigos, contra sus adversarios mi mano volvería.
16 «Los que odian a Yahveh le adularían, y su tiempo estaría para siempre fijado;
17 y a él lo sustentaría con la flor del trigo, lo saciaría con la miel de la peña.»
Israel pide al Señor que repita sus hazañas del pasado (vs. 10-13) y manifieste su dominio sobre toda la tierra (v. 19), derrotando a los enemigos de su Pueblo (vs. 14-18). La coalición mencionada en los vs. 3-6 no se refiere a un hecho histórico determinado, sino que representa simbólicamente la constante oposición de los paganos contra Israel. Esta afirmación se funda en el carácter artificial de la lista que enumera a las naciones coaligadas (vs. 7-9): en ella aparecen reunidos diez de los enemigos tradicionales de Israel, pertenecientes a épocas diversas.
1 Dios se levanta en la asamblea divina, en medio de los dioses juzga:
2 «¿Hasta cuándo juzgaréis inicuamente, y haréis acepción de los impíos?
3 Juzgad en favor del débil y del huérfano, al humilde, al indigente haced justicia;
4 al débil y al pobre liberad, de la mano de los impíos arrancadle!» .
5 No saben ni comprenden; caminan en tinieblas, todos los cimientos de la tierra vacilan.
6 Yo había dicho: «¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!»
7 Mas ahora, como el hombre moriréis, como uno solo caeréis, príncipes.
8 ¡Alzate, oh Dios, juzga a la tierra, pues tú eres el señor de todas las naciones!
Al llegar a Jerusalén, un peregrino entona esta alabanza al Templo de Sión, Morada del Señor y lugar donde se manifiesta su presencia. Con profundo lirismo, evoca su ansia de Dios que lo trajo hasta el Santuario (v. 3), las etapas recorridas por los peregrinos (vs. 7-8) y la felicidad de encontrarse en la Casa del Señor (vs. 5, 11).
1 Canto. Salmo de Asaf.2 ¡Oh Dios, no te estés mudo, cese ya tu silencio y tu reposo, oh Dios!
3 Mira cómo tus enemigos braman, los que te odian levantan la cabeza.
4 Contra tu pueblo maquinan intriga, conspiran contra tus protegidos;
5 dicen: «Venid, borrémoslos de las naciones, no se recuerde más el nombre de Israel!»
6 Así conspiran de corazón a una, pactan una alianza contra ti:
7 las tiendas de Edom, los ismaelitas, Moab y los hagreos,
8 Guebal, Ammón, Amalec, Filistea con los habitantes de Tiro;
9 también Assur se ha juntado a ellos y se hace el brazo de los hijos de Lot.
10 Trátalos como a Madián y como a Sísara, como a Yabín en el torrente de Quisón,
11 que fueron exterminados en Endor, quedaron hechos estiércol de la tierra.
12 Trata a sus caudillos como a Oreb y Zeeb, a todos sus príncipes como a Zébaj y a Salmunná,
13 que habían dicho: «¡Para nosotros conquistemos los dominios de Dios!»
14 Dios mío, ponlos como hoja en remolino, como paja ante el viento.
15 Como el fuego abrasa una selva, como la llama devora las montañas,
16 así persíguelos con tu tormenta, con tu huracán llénalos de terror.
17 Cubre sus rostros de ignominia, para que busquen tu nombre, Yahveh.
18 ¡Sean avergonzados y aterrados para siempre, queden confusos y perezcan,
19 para que sepan que sólo tú tienes el nombre de Yahveh, Altísimo sobre toda la tierra!
En esta oración se refleja la situación espiritual de los que ya han pasado la prueba del exilio en Babilonia. La repatriación de los cautivos “ha cambiado la suerte” de Israel (v. 2) y es una prueba del amor del Señor hacia su Pueblo. Pero los vaticinios proféticos (Is. 60. 2) no se han cumplido plenamente, y la reconstrucción nacional se realiza en medio de las más duras penalidades. Por eso la comunidad suplica al Señor que manifieste su misericordia y le conceda la salvación (v. 8), es decir, que lleve a su pleno cumplimiento la obra comenzada. La última parte del Salmo (vs. 9-14) es un oráculo profético, que contiene la respuesta divina a la súplica del Pueblo y anuncia la definitiva restauración de Israel, en una era de justicia y prosperidad.
1 Del maestro de coro. Con la cítara de Gat. De los hijos de Coré. Salmo.2 ¡Qué amables tus moradas, oh Yahveh Sebaot!
3 Anhela mi alma y languidece tras de los atrios de Yahveh, mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo.
4 Hasta el pajarillo ha encontrado una casa, y para sí la golondrina un nido donde poner a sus polluelos: ¡Tus altares, oh Yahveh Sebaot, rey mío y Dios mío! .
5 Dichosos los que moran en tu casa, te alaban por siempre.
6 Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti, y las subidas en su corazón.
7 Al pasar por el valle del Bálsamo, lo hacen un hontanar, y la lluvia primera lo cubre de bendiciones.
8 De altura en altura marchan, y Dios se les muestra en Sión.
9 ¡Yahveh Dios Sebaot, escucha mi plegaria, tiende tu oído, oh Dios de Jacob!
10 Oh Dios, escudo nuestro, mira, pon tus ojos en el rostro de tu ungido. .
11 Vale más un día en tus atrios que mil en mis mansiones, estar en el umbral de la Casa de mi Dios que habitar en las tiendas de impiedad.
12 Porque Yahveh Dios es almena y escudo, él da gracia y gloria; Yahveh no niega la ventura a los que caminan en la perfección.
13 ¡Oh Yahveh Sebaot, dichoso el hombre que confía en ti!
Este Salmo es la oración de un “pobre” (v. 1), que se abandona a la misericordia y al poder de Dios en medio de un grave peligro (vs. 7-14). Para fundamentar su petición, el salmista no describe dramáticamente la intensidad de sus sufrimientos -como suele suceder en las súplicas del Salterio (Sal 22; 41; 69; 88)- sino que apela con esperanzada insistencia a la bondad infinita de Dios (vs. 5, 13, 15-17).
1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.
2 Propicio has sido, Yahveh, con tu tierra, has hecho volver a los cautivos de Jacob;
3 has quitado la culpa de tu pueblo, has cubierto todos sus pecados,
4 has retirado todo tu furor, has desistido del ardor de tu cólera.
5 ¡Haznos volver, Dios de nuestra salvación, cesa en tu irritación contra nosotros!
6 ¿Vas a estar siempre airado con nosotros? ¿Prolongarás tu cólera de edad en edad?
7 ¿No volverás a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije?
8 ¡Muéstranos tu amor, Yahveh, y danos tu salvación!
9 Voy a escuchar de qué habla Dios. Sí, Yahveh habla de paz para su pueblo y para sus amigos, con tal que a su torpeza no retornen.
10 Ya está cerca su salvación para quienes le temen, y la Gloria morará en nuestra tierra.
11 Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan;
12 la Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia.
13 El mismo Yahveh dará la dicha, y nuestra tierra su cosecha dará;
14 La Justicia marchará delante de él, y con sus pasos trazará un camino.
Es probable que este “Canto de Sión” (Sal. 46; 48; 76) haya sido interpretado de distintas maneras en épocas diversas. En su forma original, parece estar dirigido a los peregrinos que llegaban a Sión (vs. 1-2) de todas las regiones de la diáspora judía, para anunciarles que también ellos debían sentirse como nacidos en Jerusalén. Más tarde, por influencia de algunos oráculos proféticos (Is. 2. 2-4; Zac. 8. 20-23), el Salmo fue “releído” con una perspectiva mesiánica y universalista: Jerusalén estaba llamada a ser el centro espiritual de todas las naciones, y hasta los más encarnizados enemigos del Pueblo elegido -Egipto, Babilonia, Tiro, Filistea y Etiopía (v. 4)- tendrían que reconocer al Dios de Israel y considerarse ciudadanos de la Ciudad santa (v. 6).
1 Tiende tu oído, Yahveh, respóndeme, que soy desventurado y pobre,
2 guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios,
3 tenme piedad, Señor, pues a ti clamo todo el día;
4 recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma.
5 Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente, rico en amor para todos los que te invocan;
6 Yahveh, presta oído a mi plegaria, atiende a la voz de mis súplicas.
7 En el día de mi angustia yo te invoco, pues tú me has de responder;
8 entre los dioses, ninguno como tú, Señor, ni obras como las tuyas.
9 Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre;
10 pues tú eres grande y obras maravillas, tú, Dios, y sólo tú.
11 Enséñame tus caminos Yahveh, para que yo camine en tu verdad, concentra mi corazón en el temor de tu nombre.
12 Gracias te doy de todo corazón, Señor Dios mío, daré gloria a tu nombre por siempre,
13 pues grande es tu amor para conmigo, tú has librado mi alma del fondo del seol.
14 Oh Dios, los orgullosos se han alzado contra mí, una turba de violentos anda buscando mi alma, y no te tienen a ti delante de sus ojos.
15 Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera, lleno de amor y de verdad,
16 ¡vuélvete a mí, tenme compasión! Da tu fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu sierva.
17 Haz conmigo un signo de bondad: Que los que me odian vean, avergonzados, que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas.
Esta lamentación -sin duda, la más triste de todo el Salterio- refleja admirablemente las ideas del Antiguo Testamento sobre la enfermedad, la muerte y el más allá. Entre la enfermedad y la muerte hay sólo una diferencia de grado, porque en ambos casos están obrando los mismos poderes hostiles a la vida (vs. 16-18). Al verse privado de todos los motivos de felicidad y, en especial, de la comunión con los demás (vs. 9, 19), el enfermo se siente sumergido en el “reino de la muerte” (v. 12), cuyas características describen los vs. 6-8. En esta penosa situación, y sin manifestar ningún sentimiento de esperanza, el salmista pide al Señor que le devuelva la vida porque los muertos no pueden alabar a Dios (vs. 11 -13).
La fe en la resurrección y en la vida futura ilumina con una nueva perspectiva el misterio del dolor, tan elocuentemente expresado en este Salmo, que pertenece a los llamados “Oraciones de los enfermos” (Sal. 6; 38; 41; 102. 2-12).
1 Su fundación sobre los santos montes
2 ama Yahveh: las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob.
3 Glorias se dicen de ti, ciudad de Dios:
4 «Yo cuento a Ráhab y Babel entre los que me conocen. Tiro, Filistea y Etiopía, fulano nació allí.»
5 Pero de Sión se ha de decir: «Todos han nacido en ella», y quien la funda es el propio Altísimo.
6 Yahveh a los pueblos inscribe en el registro: «Fulano nació allí»,
7 y los príncipes, lo mismo que los hijos, todos ponen su mansión en ti.
La evocación de las promesas hechas por el Señor a David - que constituye la parte central de este magnífico poema- sirve de base a la súplica por el rey, en un momento de grave humillación para la dinastía davídica. Con esta visión global del Salmo, es fácil percibir la conexión entre sus diversas partes. El breve preludio (v. 2) -seguido de una alusión a la alianza davídica (vs. 3-5) y de un himno al Creador (vs. 6-19)- introduce un oráculo divino (vs. 20-38), que anuncia los privilegios de David y su dinastía-. La situación que describen los versículos siguientes (39-46) es el reverso de esas antiguas promesas, y por eso el rey suplica al Señor que vuelva a manifestarle su amor y su fidelidad (vs. 47-52).
1 Canto. Salmo de los hijos de Coré. Del maestro de coro. Para la enfermedad. Para la aflicción. Poema de Hemán, el Aborigen.2 Yahveh, Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche;
3 llegue hasta tí mi súplica, presta oído a mi clamor.
4 Porque mi alma de males está ahíta, y mi vida está al borde del seol;
5 contado entre los que bajan a la fosa, soy como un hombre acabado:
6 relegado entre los muertos, como los cadáveres que yacen en la tumba, aquellos de los que no te acuerdas más, que están arrancados de tu mano.
7 Me has echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos;
8 sobre mí pesa tu furor, con todas tus olas me hundes. .
9 Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho para ellos un horror, cerrado estoy y sin salida,
10 mi ojo se consume por la pena. Yo te llamo, Yahveh, todo el día, tiendo mis manos hacia ti. .
11 ¿Acaso para los muertos haces maravillas, o las sombras se alzan a alabarte?
12 ¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de perdición?
13 ¿Se conocen en las tinieblas tus maravillas, o tu justicia en la tierra del olvido ?»
14 Mas yo grito hacia ti, Yahveh, de madrugada va a tu encuentro mi oración;
15 ¿por qué, Yahveh, mi alma rechazas, lejos de mí tu rostro ocultas?
16 Desdichado y agónico estoy desde mi infancia, he soportado tus terrores, y ya no puedo más;
17 han pasado tus iras sobre mí, tus espantos me han aniquilado.
18 Me envuelven como el agua todo el día, se aprietan contra mí todos a una.
19 Has alejado de mí compañeros y amigos, son mi compañía las tinieblas.
La súplica contenida en este Salmo está motivada por largos años de penosos sufrimientos. En ella, la comunidad de Israel ruega al Señor que le conceda una alegría comparable a las tribulaciones vividas hasta el presente (vs. 13-15).El Salmo no apunta específicamente a una situación particular -hambre, sequía o guerra- sino que parece referirse, de manera general, a las penalidades cotidianas, tanto de los individuos como de la nación. Por eso, la súplica va precedida de una profunda meditación sobre la precariedad y la miseria de la vida humana, contrapuesta a la eternidad y soberanía de Dios (vs. 2-10). La conclusión del salmista es que la verdadera sabiduría consiste en reconocer la brevedad de la vida (v. 12). El verso inicial confiere a todo el Salmo un tono de esperanzada confianza.
1 Poema de Etán, el Aborigen.2 El amor de Yahveh por siempre cantaré, de edad en edad anunciará mí boca tu lealtad.
3 Pues tú dijiste: «Cimentado está el amor por siempre, asentada en los cielos mi lealtad.
4 «Una alianza pacté con mi elegido, un juramento hice a mi siervo David:
5 Para siempre jamás he fundado tu estirpe, de edad em edad he erigido tu trono.» .
6 Los cielos celebran, Yahveh, tus maravillas, y tu lealtad en la asamblea de los santos.
7 Porque ¿quién en las nubes es comparable a Yahveh, quién a Yahveh se iguala entre los hijos de los dioses?
8 Dios temible en el consejo de los santos, grande y terrible para toda su corte.
9 Yahveh, Dios Sebaot, ¿quién como tú?, poderoso eres, Yahveh, tu lealtad te circunda.
10 Tú domeñas el orgullo del mar, cuando sus olas se encrespan las reprimes;
11 tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver, a tus enemigos dispersaste con tu potente brazo.
12 Tuyo es el cielo, tuya también la tierra, el orbe y cuanto encierra tú fundaste;
13 tú creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre.
14 Tuyo es el brazo y su bravura, poderosa tu mano, sublime tu derecha;
15 Justicia y Derecho, la base de tu trono, Amor y Verdad ante tu rostro marchan.
16 Dichoso el pueblo que la aclamación conoce, a la luz de tu rostro caminan, oh Yahveh;
17 en tu nombre se alegran todo el día, en tu justicia se entusiasman.
18 Pues tú eres el esplendor de su potencia, por tu favor exaltas nuestra frente;
19 sí, de Yahveh nuestro escudo; del Santo de Israel es nuestro rey.
20 Antaño hablaste tú en visión a tus amigos, y dijiste: «He prestado mi asistencia a un bravo, he exaltado a un elegido de mi pueblo.
21 «He encontrado a David mi servidor, con mi óleo santo le he ungido;
22 mi mano será firme para él, y mi brazo le hará fuerte.
23 «No le ha de sorprender el enemigo, el hijo de iniquidad no le oprimirá;
24 yo aplastaré a sus adversarios ante él, heriré a los que le odian.
25 «Mi lealtad y mi amor irán con él, por mi nombre se exaltará su frente;
26 pondré su mano sobre el mar, sobre los ríos su derecha.
27 «El me invocará: ¡Tú, mi Padre, mi Dios y roca de mi salvación!
28 Y yo haré de él el primogénito, el Altísimo entre los reyes de la tierra.
29 «Le guardaré mi amor por siempre, y mi alianza será leal con él;
30 estableceré su estirpe para siempre, y su trono como los días de los cielos.
31 «Si sus hijos abandonan mi ley, y no siguen mis juicios,
32 si profanan mis preceptos, y mis mandamientos no observan,
33 «castigaré su rebelión con vara, y su culpa con azote,
34 mas no retiraré de él mi amor, en mi lealtad no fallaré.
35 «No violaré mi alianza, no cambiaré lo que sale de mis labios;
36 una vez he jurado por mi santidad: ¡a David no he de mentir!
37 «Su estirpe durará por siempre, y su trono como el sol ante mí,
38 por siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el cielo.» .
39 Pero tú has rechazado y despreciado, contra tu ungido te has enfurecido;
40 has desechado la alianza con tu siervo, has profanado por tierra su diadema.
41 Has hecho brecha en todos sus vallados, sus plazas fuertes en ruina has convertido;
42 le han saqueado todos los transeúntes, se ha hecho el baldón de sus vecinos.
43 A sus adversarios la diestra has exaltado, a todos sus enemigos has llenado de gozo;
44 has embotado el filo de su espada, y no le has sostenido en el combate.
45 Le has quitado su cetro de esplendor, y su trono por tierra has derribado;
46 has abreviado los días de su juventud, le has cubierto de ignominia.
47 ¿Hasta cuándo te esconderás, Yahveh? ¿arderá tu furor por siempre como fuego?
48 Recuerda, Señor, qué es la existencia, para qué poco creaste a los hijos de Adán.
49 ¿Qué hombre podrá vivir sin ver la muerte, quién librará su alma de la garra del seol? .
50 ¿Dónde están tus primeros amores, Señor, que juraste a David por tu lealtad?
51 Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos: cómo recibo en mi seno todos los dardos de los pueblos;
52 así ultrajan tus enemigos, Yahveh, así ultrajan las huellas de tu ungido.
53 ¡Bendito sea Yahveh por siempre! ¡Amén! ¡Amén!
Una sola idea se repite a lo largo de todo este Salmo: los que se refugian en el Señor pueden afrontar confiadamente cualquier dificultad, porque cuentan con la constante y eficaz protección divina. Muchas expresiones tienen evidentemente un carácter hiperbólico, por ejemplo la del v. 13, y sólo pretenden destacar la excepcional providencia con que el Señor cuida de sus fieles. En la parte final del Salmo (vs. 14-16), un oráculo divino confirma la enseñanza del salmista.
1 Señor, tú has sido para nosotros un refugio de edad en edad.
2 Antes que los montes fuesen engendrados, antes que naciesen tierra y orbe, desde siempre hasta siempre tú eres Dios.
3 Tú al polvo reduces a los hombres, diciendo: «¡Tornad, hijos de Adán!»
4 Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche.
5 Tú los sumerges en un sueño, a la mañana serán como hierba que brota;
6 por la mañana brota y florece, por la tarde se amustia y se seca.
7 Pues por tu cólera somos consumidos, por tu furor anonadados.
8 Has puesto nuestras culpas ante ti, a la luz de tu faz nuestras faltas secretas.
9 Bajo tu enojo declinan todos nuestros días, como un suspiro consumimos nuestros años.
10 Los años de nuestra vida son unos setenta, u ochenta, si hay vigor; mas son la mayor parte trabajo y vanidad, pues pasan presto y nosotros nos volamos.
11 ¿Quién conoce la fuerza de tu cólera, y, temiéndote, tu indignación?
12 ¡Enseñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría en nuestro corazón!
13 ¡Vuelve, Yahveh! ¿Hasta cuándo? Ten piedad de tus siervos.
14 Sácianos de tu amor a la mañana, que exultemos y cantemos toda nuestra vida.
15 Devuélvenos en gozo los días que nos humillaste, los años en que desdicha conocimos.
16 ¡Que se vea tu obra con tus siervos, y tu esplendor sobre sus hijos!
17 ¡La dulzura del Señor sea con nosotros! ¡Confirma tú la acción de nuestras manos!
En este canto de acción de gracias, el salmista descubre en su caso personal (vs. 5, 11-12) una manifestación de los designios providenciales de Dios (v. 6). La suerte reservada a los impíos (vs. 8-10) y a los justos (vs. 13-16) revela la profundidad y la justicia de esos designios, que el “insensato” es incapaz de comprender (v. 7). Sin plantear expresamente el problema -como sucede en los Salmos 37; 49; 73- este Salmo da una respuesta a los interrogantes que suscita el aparente triunfo del mal.
1 El que mora en el secreto de Elyón pasa la noche a la sombra de Sadday,
2 diciendo a Yahveh: «¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío!»
3 Que él te libra de la red del cazador, de la peste funesta;
4 con sus plumas te cubre, y bajo sus alas tienes un refugio: escudo y armadura es su verdad.
5 No temerás el terror de la noche, ni la saeta que de día vuela,
6 ni la peste que avanza en las tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía.
7 Aunque a tu lado caigan mil y diez mil a tu diestra, a ti no ha de alcanzarte.
8 Basta con que mires con tus ojos, verás el galardón de los impíos,
9 tú que dices: «¡Mi refugio es Yahveh!», y tomas a Elyón por defensa.
10 No ha de alcanzarte el mal, ni la plaga se acercará a tu tienda;
11 que él dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos.
12 Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie;
13 pisarás sobre el león y la víbora, hollarás al leoncillo y al dragón.
14 Pues él se abraza a mí, yo he de librarle; le exaltaré, pues conoce mi nombre.
15 Me llamará y le responderé; estaré a su lado en la desgracia, le libraré y le glorificaré.
16 Hartura le daré de largos días, y haré que vea mi salvación.
El tema central de este himno se vuelve a encontrar en un grupo de salmos cultuales, denominados habitualmente “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 47; 96 - 99). Todos estos poemas proclaman al Señor como Rey universal, destacando los diversos motivos en que se funda su realeza. En este caso, la soberanía del Señor aparece fundada en el acto de la creación y afianzamiento del mundo, que los vs. 3-4 describen -con evidentes reminiscencias mitológicas- como una victoria divina sobre las fuerzas del caos. El versículo final alude a la Revelación concedida a Israel, porque la obra creadora de Dios es inseparable de sus manifestaciones salvíficas en la historia.
1 Cántico. Para el día de sábado.
2 Bueno es dar gracias a Yahveh, y salmodiar a tu nombre, Altísimo,
3 publicar tu amor por la mañana, y tu lealtad por las noches,
4 al son del arpa de diez cuerdas y la lira, con un susurro de cítara.
5 Pues con tus hechos, Yahveh, me regocijas, ante las obras de tus manos grito:
6 «¡Qué grandes son tus obras, Yahveh, qué hondos tus pensamientos!»
7 El hombre estúpido no entiende, el insensato no comprende estas cosas.
8 Si brotan como hierba los impíos, si florecen todos los agentes de mal, es para ser destruidos por siempre;
9 mas tú, Yahveh, eres excelso por los siglos.
10 Mira cómo tus enemigos perecen, se dispersan todos los agentes de mal.
11 Pero tú alzas mi frente como la del búfalo, derramas sobre mí aceite nuevo;
12 mi ojo desafía a los que me acechaban, mi oído escucha a los malvados.
13 Florece el justo como la palmera, crece como un cedro del Líbano.
14 Plantados en la Casa de Yahveh, dan flores en los atrios del Dios nuestro.
15 Todavía en la vejez producen fruto, se mantienen frescos y lozanos,
16 para anunciar lo recto que es Yahveh: mi Roca, no hay falsedad en él.
El salmista comienza con una angustiosa invocación al Señor, para que se manifieste como Juez de la tierra y castigue a los opresores de su Pueblo (vs 1-7). La segunda parte del Salmo tiene un tono sapiencial, y es un severo reproche a los que ponen en duda el triunfo final de la justicia (vs. 8-15). Por último, el salmista se reconforta a sí mismo, fundado en su propia experiencia de la intervención salvadora de Dios (vs. 16-19) y en la seguridad de que el Señor no puede estar de parte de la injusticia (vs. 20-23).
1 Reina Yahveh, de majestad vestido, Yahveh vestido, ceñido de poder, y el orbe está seguro, no vacila.
2 Desde el principio tu trono esta fijado, desde siempre existes tú.
3 Levantan los ríos, Yahveh, levantan los ríos su voz, los ríos levantan su bramido;
4 más que la voz de muchas aguas más imponente que las ondas del mar, es imponente Yahveh en las alturas.
5 Son veraces del todo tus dictámenes; la santidad es el ornato de tu Casa, oh Yahveh, por el curso de los días.
Las dos partes que componen este Salmo corresponden a otros tantos momentos de una solemne acción litúrgica. La primera (vs. 1-7) es un canto procesional dirigido a la comunidad para invitarla a ingresar jubilosamente en la morada del Señor. En la segunda parte (vs. 8-11) se escucha un oráculo del Señor, que exhorta a Israel a no imitar la incredulidad y la rebeldía de sus antepasados en el desierto.
1 ¡Dios de las venganzas, Yahveh, Dios de las venganzas, aparece!
2 ¡Levántate, juez de la tierra, da su merecido a los soberbios!
3 ¿Hasta cuándo los impíos, Yahveh, hasta cuándo triunfarán los impíos?
4 Cacarean, dicen insolencias, se pavonean todos los agentes de mal.
5 A tu pueblo, Yahveh, aplastan, a tu heredad humillan.
6 Matan al forastero y a la viuda, asesinan al huérfano.
7 Y dicen: «No lo ve Yahveh, el Dios de Jacob no se da cuenta.»
8 ¡Comprended, estúpidos del pueblo!, insensatos, ¿cuándo vais a ser cuerdos?
9 El que plantó la oreja, ¿no va a oír? El que formó los ojos, ¿no ha de ver?
10 El que corrige a las naciones, ¿no ha de castigar? El que el saber al hombre enseña,
11 Yahveh, conoce los pensamientos del hombre, que no son más que un soplo.
12 Dichoso el hombre a quien corriges tú, Yahveh, a quien instruyes por tu ley,
13 para darle descanso en los días de desgracia, mientras se cava para el impío la fosa.
14 Pues Yahveh no dejará a su pueblo, no abandonará a su heredad;
15 sino que el juicio volverá a la justicia, y en pos de ella todos los de recto corazón.
16 ¿Quién se alzará por mí contra los malvados? ¿quién estará por mí contra los agentes de mal?
17 Si Yahveh no viniese en mi ayuda, bien presto mi alma moraría en el silencio.
18 Cuando digo: «Vacila mi pie», tu amor, Yahveh, me sostiene;
19 en el colmo de mis cuitas interiores, tus consuelos recrean mi alma.
20 ¿Eres aliado tú de un tribunal de perdición, que erige en ley la tiranía?
21 Se atropella la vida del justo, la sangre inocente se condena.
22 Mas Yahveh es para mí una ciudadela, mi Dios la roca de mi amparo;
23 él hará recaer sobre ellos su maldad, los aniquilará por su malicia, Yahveh, nuestro Dios, los aniquilará.
La proclamación de la realeza del Señor es asociada en este himno a dos acontecimientos decisivos de su obra salvífica: la creación y el juicio (v. 10). La primera establece en la naturaleza el orden querido por Dios (Gn. 1. 31); el segundo restablece en la historia el orden quebrantado por la injusticia. Por eso, no sólo los hombres (vs. 1-10), sino todos los seres creados (vs. 11-12) son invitados a celebrar jubilosamente la llegada del Señor, que viene a instaurar definitivamente su justicia (v. 13).
Este poema litúrgico pertenece al grupo de los “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 47; 93; 97 - 99) y presenta numerosas analogías con Is. 40 - 66. Un poco más abreviado, se vuelve a encontrar en 1 Crón. 16. 23-33.
1 Venid, cantemos gozosos a Yahveh, aclamemos a la Roca de nuestra salvación;
2 con acciones de gracias vayamos ante él, aclamémosle con salmos.
3 Porque es Yahveh un Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses;
4 en sus manos están las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los montes;
5 suyo el mar, pues él mismo lo hizo, y la tierra firme que sus manos formaron.
6 Entrad, adoremos, prosternémonos, ¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho!
7 Porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su pasto, el rebaño de su mano. ¡Oh, si escucharais hoy su voz!:
8 «No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el día de Massá en el desierto,
9 donde me pusieron a prueba vuestros padres, me tentaron aunque habían visto mi obra.
10 «Cuarenta años me asqueó aquella generación, y dije: Pueblo son de corazón torcido, que mis caminos no conocen.
11 Y por eso en mi cólera juré: ¡No han de entrar en mi reposo!»
La frase inicial de este “Himno a la realeza del Señor” (Sal 47; 93; 96; 98 - 99) es una solemne proclamación, que anuncia el advenimiento del Reino de Dios, inaugurado por una teofanía de la que participan todos los elementos de la naturaleza (vs. 1-5). Esta manifestación del Señor como Rey signifca el triunfo definitivo de la justicia (v. 6) y es un motivo de júbilo para su Pueblo (vs. 8, 11). La exhortación final (v. 12) parece estar dirigida a la comunidad congregada en el Templo, que actualizaba cultualmente la victoria del Señor sobre sus enemigos y el establecimiento de su Reino.
1 ¡Cantad a Yahveh un canto nuevo, cantad a Yahveh, toda la tierra,
2 cantad a Yahveh, su nombre bendecid! Anunciad su salvación día tras día,
3 contad su gloria a las naciones, a todos los pueblos sus maravillas.
4 Que grande es Yahveh, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.
5 Pues nada son todos los dioses de los pueblos. Mas Yahveh los cielos hizo;
6 gloria y majestad están ante él, poder y fulgor en su santuario.
7 Rendid a Yahveh, familias de los pueblos, rendid a Yahveh gloria y poder,
8 rendid a Yahveh la gloria de su nombre. Traed ofrendas y en sus atrios entrad,
9 postraos ante Yahveh en esplendor sagrado, ¡tiemble ante su faz la tierra entera!
10 Decid entre las gentes: «¡Yahveh es rey!» El orbe está seguro, no vacila; él gobierna a los pueblos rectamente.
11 ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra, retumbe el mar y cuanto encierra;
12 exulte el campo y cuanto en él existe, griten de júbilo todos los árboles del bosque,
13 ante la faz de Yahveh, pues viene él, viene, sí, a juzgar la tierra! El juzgará al orbe con justicia, a los pueblos con su lealtad.
Las ideas que desarrolla este “Himno a la realeza del Señor” (Sal. 47; 93; 96 - 97; 99) son muy afines con las del Salmo 96, y su fuente de inspiración es también Is. 40 - 66.
1 ¡Reina Yahveh! ¡La tierra exulte, alégrense las islas numerosas!
2 Nube y Bruma densa en torno a él, Justicia y Derecho, la base de su trono.
3 Delante de él avanza fuego y a sus adversarios en derredor abrasa;
4 iluminan el orbe sus relámpagos, lo ve la tierra y se estremece.
5 Los montes como cera se derriten ante el Dueño de la tierra toda;
6 los cielos anuncian su justicia, y todos los pueblos ven su gloria.
7 ¡Se avergüenzan los que sirven a los ídolos, los que se glorían de vanidades; se postran ante él todos los dioses!
8 Sión lo oye y se alboroza, exultan las hijas de Judá a causa de tus juicios, Yahveh.
9 Porque tú eres Yahveh, el Altísimo sobre toda la tierra, muy por encima de los dioses todos.
10 Yahveh ama a los que el mal detestan, él guarda las almas de sus fieles y de la mano de los impíos los libra.
11 La luz se alza para el justo, y para los de recto corazón la alegría.
12 Justos, alegraos en Yahveh, celebrad su memoria sagrada.
Este Salmo es un himno de alabanza al Señor, que estableció su trono en Sión para revelarse a Israel como Rey justo y poderoso (vs. 1-4). La benevolencia y la justicia con que el Señor gobierna a su Pueblo se manifiesta, de manera arquetípica, en las figuras de Moisés, Aarón y Samuel: ellos son, a un mismo tiempo, los mediadores de la Revelación divina y un ejemplo constante para los fieles (vs. 6-8). La triple aclamación al Dios “santo” (vs. 3, 5, 9) recuerda el canto de los Serafines de Is. 6. 3, y es un indicio del carácter marcadamente litúrgico del Salmo.
Si bien este poema pertenece al grupo de “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 47; 93; 96 - 98), por su forma y su contenido difiere notablemente de los demás.
1 Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo.
2 Yahveh ha dado a conocer su salvación, a los ojos de las naciones ha revelado su justicia;
3 se ha acordado de su amor y su lealtad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios.
4 ¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra, estallad, gritad de gozo y salmodiad!
5 Salmodiad para Yahveh con la cítara, con la cítara y al son de la salmodia;
6 con las trompetas y al son del cuerno aclamad ante la faz del rey Yahveh.
7 Brama el mar y cuanto encierra, el orbe y los que le habitan;
8 los ríos baten palmas, a una los montes gritan de alegría,
9 ante el rostro de Yahveh, pues viene a juzgar a la tierra; él juzgará al orbe con justicia, y a los pueblos con equidad.
La primera estrofa de este canto procesional (vs. 1-2) es una invitación a la alegría y a la acción de gracias, dirigida a toda la comunidad cultual en e1 momento de ingresar al Templo. En la segunda estrofa, Israel reconoce con gratitud su condición de “Pueblo” y “rebaño” del único Dios (v. 3) La estructura del Salmo parece indicar que este era cantado alternadamente por dos coros.
1 Reina Yahveh, los pueblos tiemblan; se sienta en querubines, la tierra se estremece;
2 grande es Yahveh en Sión. Excelso sobre los pueblos todos;
3 loen tu nombre grande y venerable: santo es él.
4 Poderoso rey que el juicio ama, tú has fundado el derecho, juicio y justicia tú ejerces en Jacob.
5 Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante el estrado de sus pies: santo es él.
6 Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, Samuel entre aquellos que su nombre invocaban, invocaban a Yahveh y él les respondía.
7 En la columna de nube les hablaba, ellos guardaban sus dictámenes, la ley que él les dio.
8 Yahveh, Dios nuestro, tú les respondías, Dios paciente eras para ellos, aunque vengabas sus delitos.
9 Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante su monte santo: santo es Yahveh, nuestro Dios.
Este Salmo es una profesión de fidelidad a la misión que Dios había confiado a David y a sus descendientes: la de gobernar con justicia la “Ciudad del Señor” (v. 8). Es difícil determinar con exactitud en qué circunstancias el rey davídico debía pronunciar estas palabras. Probablemente, lo hacía en el transcurso de una acción litúrgica, que conmemoraba periódicamente la institución de la dinastía y la alianza del Señor con la casa de David.
La tradición cristiana ha encontrado en este Salmo el ideal y el programa de todo gobierno justo.
1 Para la acción de gracias. ¡Aclamad a Yahveh, toda la tierra,
2 servid a Yahveh con alegría, llegaos ante él entre gritos de júbilo!
3 Sabed que Yahveh es Dios, él nos ha hecho y suyos somos, su pueblo y el rebaño de su pasto.
4 ¡Entrad en sus pórticos con acciones de gracias, con alabanzas en sus atrios, dadle gracias, bendecid su nombre!
5 Porque es bueno Yahveh, para siempre su amor, por todas las edades su lealtad.
La interpretación de este Salmo se ve dificultada por la inclusión en un mismo poema de elementos bastante heterogéneos: súplica individual (vs. 2-12, 24-25), expresiones hímnicas (vs. 13, 26-28), y anuncio profético (vs. 14-23). Para resolver esta dificultad, se podría dar la siguiente explicación: durante el exilio babilónico, se aplicó la súplica de un enfermo grave a la situación en que se encontraba Israel, cuando Jerusalén y el Templo estaban en ruinas. Entonces se añadió un oráculo que anunciaba la reconstrucción del Santuario (v. 17)y el retorno de los desterrados (v. 23).
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 130; 143). El tema de los vs. 2-12 hace que se lo incluya entre las “Oraciones de los enfermos” (Sal. 6; 38; 41; 88;).
1 Quiero cantar el amor y la justicia, para ti, Yahveh, salmodiaré;
2 cursaré el camino de la perfección: ¿cuándo vendrás a mí? Procederé con corazón perfecto, dentro de mi casa;
3 no pondré delante de mis ojos cosa villana. Detesto la conducta de los extraviados, no se me pegará;
4 el corazón perverso está lejos de mí, no conozco al malvado.
5 Al que infama a su prójimo en secreto, a ése le aniquilo; ojo altanero y corazón hinchado no los soporto.
6 Mis ojos, en los fieles de la tierra, por que vivan conmigo; el que anda por el camino de la perfección será mi servidor.
7 No mora dentro de mi casa el agente de engaño; el que dice mentiras no persiste delante de mis ojos.
8 Cada mañana he de aniquilar a todos los impíos del país, para extirpar de la ciudad de Yahveh a todos los agentes de mal.
Este himno de alabanza a Dios comienza en forma de diálogo entre el salmista y su propia alma (vs. 1-6), y luego continúa en el estilo propio de los himnos. Su tema es la infinita bondad del Señor, que se brinda incesantemente a los hombres, en especial a los débiles (vs. 3-4) y a los oprimidos (v. 6). La actitud de Dios hacia los pecadores no es la de un Juez inapelable, sino la de un padre bondadoso (vs. 8-13), que conoce a fondo la miseria del hombre (vs. 14-16). El poema concluye con una invitación a bendecir a Dios, dirigida a todo el universo.
1 Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante Yahveh.
2 Yahveh, escucha mi oración, llegue hasta ti mi grito;
3 ne ocultes lejos de mí tu rostro el día de mi angustia; tiende hacia mí tu oído, ¡el día en que te invoco, presto, respóndeme!
4 Pues mis días en humo se disipan, mis huesos arden lo mismo que un brasero;
5 trillado como el heno, mi corazón se seca, y me olvido de comer mi pan;
6 ante la voz de mis sollozos, mi piel a mis huesos se ha pegado.
7 Me parezco al búho del yermo, igual que la lechuza de las ruinas;
8 insomne estoy y gimo cual solitario pájaro en tejado;
9 me insultan todo el día mis enemigos, los que me alababan maldicen por mi nombre.
10 El pan que como es la ceniza, mi bebida mezclo con mis lágrimas,
11 ante tu cólera y tu enojo, pues tú me alzaste y después me has tirado:
12 mis días son como la sombra que declina, y yo me seco como el heno.
13 Mas tú, Yahveh, permaneces para siempre, y tu memoria de edad en edad.
14 Tú te alzarás, compadecido de Sión, pues es ya tiempo de apiadarte de ella, ha llegado la hora;
15 que están tus siervos encariñados de sus piedras y se compadecen de sus ruinas.
16 Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los reyes de la tierra tu gloria;
17 cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria,
18 volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no despreciará.
19 Se escribirá esto para la edad futura, y en pueblo renovado alabará a Yahveh:
20 que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra,
21 para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte.
22 Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en Jerusalén,
23 cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para servir a Yahveh.
24 El ha enervado mi fuerza en el camino, ha abreviado mis días.
25 Digo: ¡Dios mío, en la mitad de mis días no me lleves! ¡De edad en edad duran tus años!
26 Desde antiguo, fundaste tú la tierra, y los cielos son la obra de tus manos;
27 ellos perecen, mas tú quedas, todos ellos como la ropa se desgastan, como un vestido los mudas tú, y se mudan.
28 Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años.
29 Los hijos de tus siervos tendrán una morada, y su estirpe ante ti subsistirá.
El tema de este bellísimo himno es la obra de Dios en la creación. El poema presenta una semejanza notable con un himno egipcio al dios Sol, proveniente del siglo XIV a. C. Más evidente aún es su relación con el primer capítulo del Génesis. Sin embargo, el salmista utiliza sus fuentes de inspiración con una gran libertad y originalidad. Se describe al universo visible como una realidad desbordante de movimiento y de vida, que refleja, hasta en los detalles más ínfimos (vs. 17-18, 21), el poder y la sabiduría del Creador.
1 Bendice a Yahveh, alma mía, del fondo de mi ser, su santo nombre,
2 bendice a Yahveh, alma mía, no olvides sus muchos beneficios.
3 El, que todas tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias,
4 rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura,
5 satura de bienes tu existencia, mientras tu juventud se renueva como el águila.
6 Yahveh, el que hace obras de justicia, y otorga el derecho a todos los oprimidos,
7 manifestó sus caminos a Moisés, a los hijos de Israel sus hazañas.
8 Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor;
9 no se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor;
10 no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
11 Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le temen;
12 tan lejos como está el oriente del ocaso aleja él de nosotros nuestras rebeldías.
13 Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen;
14 que él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo.
15 ¡El hombre! Como la hierba son sus días, como la flor del campo, así florece;
16 pasa por él un soplo, y ya no existe, ni el lugar donde estuvo vuelve a conocerle.
17 Mas el amor de Yahveh desde siempre hasta siempre para los que le temen, y su justicia para los hijos de sus hijos,
18 para aquellos que guardan su alianza, y se acuerdan de cumplir sus mandatos.
19 Yahveh en los cielos asentó su trono, y su soberanía en todo señorea.
20 Bendecid a Yahveh, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores de sus órdenes, en cuanto oís la voz de su palabra.
21 Bendecid a Yahveh, todas sus huestes, servidores suyos, ejecutores de su voluntad.
22 Bendecid a Yahveh, todas sus obras, en todos los lugares de su imperio. ¡Bendice a Yahveh, alma mía!
Este Salmo “histórico” es la proclamación de las maravillas que realizó el Señor para la salvación de su Pueblo. Las acciones divinas se enumeran a partir de la Alianza de Dios con Abraham (vs. 8-9), y el designio salvífico es presentado como una prueba constante de la fidelidad de Dios, que lleva a su cumplimiento las promesas hechas al Patriarca (vs. 44-45). La alabanza, la acción de gracias y la obediencia a los preceptos divinos deben ser la respuesta de Israel a la obra de Dios.
Una parte de este Salmo se vuelve a encontrar en 1 Crón. 16. 8-22, en el contexto de una acción litúrgica.
1 ¡Alma mía, bendice a Yahveh! ¡Yahveh, Dios mío, qué grande eres! Vestido de esplendor y majestad,
2 arropado de luz como de un manto, tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda,
3 levantas sobre las aguas tus altas moradas; haciendo de las nubes carro tuyo, sobre las alas del viento te deslizas;
4 tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por ministros.
5 Sobre sus bases asentaste la tierra, inconmovible para siempre jamás.
6 Del océano, cual vestido, la cubriste, sobre los montes persistían las aguas;
7 al increparlas tú, emprenden la huída, se precipitan al oír tu trueno,
8 y saltan por los montes, descienden por los valles, hasta el lugar que tú les asignaste;
9 un término les pones que no crucen, por que no vuelvan a cubrir la tierra.
10 Haces manar las fuentes en los valles, entre los montes se deslizan;
11 a todas las bestias de los campos abrevan, en ellas su sed apagan los onagros;
12 sobre ellas habitan las aves de los cielos, dejan oír su voz entre la fronda.
13 De tus altas moradas abrevas las montañas, del fruto de tus obras se satura la tierra;
14 la hierba haces brotar para el ganado, y las plantas para el uso del hombre, para que saque de la tierra el pan,
15 y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre.
16 Se empapan bien los árboles de Yahveh, los cedros del Líbano que él plantó;
17 allí ponen los pájaros su nido, su casa en su copa la cigüeña;
18 los altos montes, para los rebecos, para los damanes, el cobijo de las rocas.
19 Hizo la luna para marcar los tiempos, conoce el sol su ocaso;
20 mandas tú las tinieblas, y es la noche, en ella rebullen todos los animales de la selva,
21 los leoncillos rugen por la presa, y su alimento a Dios reclaman.
22 Cuando el sol sale, se recogen, y van a echarse a sus guaridas;
23 el hombre sale a su trabajo, para hacer su faena hasta la tarde.
24 ¡Cuán numerosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con sabiduría, de tus criaturas está llena la tierra.
25 Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él el hervidero innumerable de animales, grandes y pequeños;
26 por allí circulan los navíos, y Leviatán que tú formaste para jugar con él.
27 Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento;
28 tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes.
29 Escondes tu rostro y se anonadan, les retiras su soplo, y expiran y a su polvo retornan.
30 Envías tu soplo y son creados, y renuevas la faz de la tierra.
31 ¡Sea por siempre la gloria de Yahveh, en sus obras Yahveh se regocije!
32 El que mira a la tierra y ella tiembla, toca los montes y echan humo.
33 A Yahveh mientras viva he de cantar, mientras exista salmodiaré para mi Dios.
34 ¡Oh, que mi poema le complazca! Yo en Yahveh tengo mi gozo.
35 ¡Que se acaben los pecadores en la tierra, y ya no más existan los impíos! ¡Bendice a Yahveh, alma mía!
También en este Salmo se enumeran los acontecimientos de la Historia de la Salvación, desde el Éxodo de Egipto (vs. 7-10) hasta el exilio babilónico (vs. 41-46). Pero aquí se ponen de relieve las reiteradas rebeldías de Israel, en oposición a la misericordia y fidelidad del Señor. Todo el Salmo tiene un marcado acento penitencial (v. 6) y didáctico, y supone, además, que muchos israelitas se encuentran dispersos entre las naciones (vs. 27, 47). Por eso la narración histórica concluye con una súplica para que el Señor vuelva a congregar a todo su Pueblo en la Tierra prometida (vs. 47-48).
1 ¡Aleluya!¡Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas!
2 ¡Cantadle, salmodiad para él, sus maravillas todas recitad;
3 gloriaos en su santo nombre, se alegre el corazón de los que buscan a Yahveh!
4 ¡Buscad a Yahveh y su fuerza, id tras su rostro sin descanso,
5 recordad las maravillas que él ha hecho, sus prodigios y los juicios de su boca!
6 Raza de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido:
7 él, Yahveh, es nuestro Dios, por toda la tierra sus juicios.
8 El se acuerda por siempre de su alianza, palabra que impuso a mil generaciones,
9 lo que pactó con Abraham, el juramento que hizo a Isaac,
10 y que puso a Jacob como precepto, a Israel como alianza eterna,
11 diciendo: «Yo te daré la tierra de Canaán por parte de vuestra herencia».
12 Aunque ellos eran poco numerosos, gente de paso y forasteros allí,
13 cuando iban de nación en nación, desde un reino a otro pueblo,
14 a nadie permitió oprimirles, por ellos castigó a los reyes:
15 «Guardaos de tocar a mis ungidos, ni mal alguno hagáis a mis profetas.»
16 Llamó al hambre sobre aquel país, todo bastón de pan rompió;
17 delante de ellos envió a un hombre, José, vendido como esclavo.
18 Sus pies vejaron con grilletes, por su cuello pasaron las cadenas,
19 hasta que se cumplió su predicción, y le acreditó la palabra de Yahveh.
20 El rey mandó a soltarle, el soberano de pueblos, a dejarle libre;
21 le erigió señor sobre su casa, y de toda su hacienda soberano,
22 para instruir a su gusto a sus magnates, y a sus ancianos hacer sabios.
23 Entonces Israel entró en Egipto, Jacob residió en el país de Cam.
24 El aumentó a su pueblo en gran manera, le hizo más fuerte que sus adversarios;
25 cambió el corazón de éstos para que odiasen a su pueblo y a sus siervos pusieran asechanzas.
26 Luego envió a Moisés su servidor, y Aarón, su escogido,
27 que hicieron entre ellos sus señales anunciadas, prodigios en el país de Cam.
28 Mandó tinieblas y tinieblas hubo, mas ellos desafiaron sus palabras.
29 Trocó en sangre sus aguas y a sus peces dio muerte.
30 Pululó de ranas su país, hasta en las moradas de sus reyes;
31 mandó él, y vinieron los mosquitos, los cínifes por toda su comarca.
32 Les dio por lluvia el granizo, llamas de fuego en su país;
33 hirió sus viñedos, sus higueras, y los árboles quebró de su comarca.
34 Dio la orden, y llegó la langosta, y el pulgón en número incontable;
35 comieron toda hierba en su país, comieron el fruto de su suelo.
36 E hirió en su país a todo primogénito, las primicias de todo su vigor;
37 y a ellos los sacó con plata y oro, ni uno solo flaqueó de entre sus tribus.
38 Egipto se alegró de su salida, pues era presa del terror.
39 El desplegó una nube por cubierta, y un fuego para alumbrar de noche.
40 Pidieron, y trajo codornices, de pan de los cielos los hartó;
41 abrió la roca, y brotaron las aguas, como río corrieron por los sequedales.
42 Recordando su palabra sagrada dada a Abraham su servidor,
43 sacó a su pueblo en alborozo, a sus elegidos entre gritos de júbilo.
44 Y las tierras les dio de las naciones, el trabajo de las gentes heredaron,
45 a fin de que garden sus preceptos y sus leyes observen.
Salmos 106En este canto de acción de gracias, se describen cuatro situaciones típicas, que ponen de manifiesto una especial providencia de Dios: la vuelta del exilio, presentada como un nuevo Éxodo (vs. 4-9); la liberación de los cautivos (vs. 10-16); la ayuda divina a los que sufren (vs. 17-22) y a los navegantes en peligro (vs. 23-32). La parte final del Salmo (vs. 33-43) tiene un carácter hímnico-sapiencial, y su tema central es el poder de Dios, que transforma el orden de los acontecimientos en beneficio de sus fieles.
1 ¡Aleluya! ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
2 ¿Quién dirá las proezas de Yahveh, hará oír toda su alabanza?
3 ¡Dichosos los que guardan el derecho, los que practican en todo tiempo la justicia!
4 ¡Acuérdate de mí, Yahveh, por amor de tu pueblo; con tu salvación visítame,
5 que vea yo la dicha de tus elegidos, me alegre en la alegría de tu pueblo, con tu heredad me felicite!
6 Hemos pecado como nuestros padres, hemos faltado, nos hemos hecho impíos;
7 nuestros padres, en Egipto, no comprendieron tus prodigios. No se acordaron de tu inmenso amor, se rebelaron contra el Altísimo junto al mar de Suf.
8 El los salvó por amor de su nombre, para dar a conocer su poderío.
9 Increpó al mar de Suf y éste se secó, los llevó por los abismos como por un desierto,
10 los salvó de la mano del que odíaba, de la mano del enemigo los libró.
11 El agua cubrió a sus adversarios, ni uno solo quedó.
12 Entonces ellos tuvieron fe en sus palabras y sus laudes cantaron.
13 Mas pronto se olvidaron de sus obras, no tuvieron en cuenta su consejo;
14 en el desierto ardían de avidez, a Dios tentaban en la estepa.
15 El les concedió lo que pedían, mandó fiebre a sus almas.
16 Y en el campamento, de Moisés tuvieron celos, de Aarón, el santo de Yahveh.
17 Se abre la tierra, traga a Datán, y cubre a la cuadrilla de Abirón;
18 un fuego se enciende contra su cuadrilla, una llama abrasa a los impíos
19 En Horeb se fabricaron un becerro, se postraron ante un metal fundido,
20 y cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come heno.
21 Olvidaban a Dios que les salvaba, al autor de cosas grandes en Egipto,
22 de prodigios en el país de Cam, de portentos en el mar de Suf.
23 Hablaba ya de exterminarlos, si no es porque Moisés, su elegido, se mantuvo en la brecha en su presencia, para apartar su furor de destruirlos.
24 Una tierra de delicias desdeñaron, en su palabra no tuvieron fe;
25 murmuraron dentro de sus tiendas, no escucharon la voz de Yahveh.
26 Y él, mano en alto, les juró hacerles caer en el desierto,
27 desperdigar su raza entre las naciones, y dispersarlos por los países.
28 Luego se vincularon a Baal Peor y comieron sacrificios de muertos.
29 Así le irritaron con sus obras, y una plaga descargó sobre ellos.
30 Entonces surgió Pinjás, zanjó, y la plaga se detuvo;
31 esto se le contó como justicia de edad en edad, para siempre.
32 En las aguas de Meribá le enojaron, y mal le fue a Moisés por culpa de ellos,
33 pues le amargaron el espíritu, y habló a la ligera con sus labios.
34 No exterminaron a los pueblos que Yahveh les había señalado,
35 sino que se mezclaron con las gentes, aprendieron sus prácticas.
36 Sirvieron a sus ídolos que fueron un lazo para ellos;
37 sacrificaban sus hijos y sus hijas a demonios.
38 Sangre inocente derramaban, la sangre de sus hijos y sus hijas, que inmolaban a los ídolos de Canaán, y fue el país profanado de sangre.
39 Así se manchaban con sus obras, y se prostituían con sus prácticas.
40 Entonces se inflamó la cólera de Yahveh contra su pueblo, y abominó de su heredad.
41 Los entregó en mano de las gentes, y los dominaron los que los odiaban;
42 sus enemigos los tiranizaron, bajo su mano quedaron humillados.
43 Muchas veces los libró aunque ellos, en su propósito obstinados, se hundían en su culpa;
44 y los miró cuando estaban en apuros, escuchando su clamor.
45 Se acordó en favor de ellos de su alianza, se enterneció según su inmenso amor;
46 hizo que de ellos se apiadaran aquellos que cautivos los tenían.
47 ¡Sálvanos, Yahveh, Dios nuestro, reúnenos de entre las naciones, para dar gracias a tu nombre santo, y gloriarnos en tu alabanza!
48 ¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, por eternidad de eternidades! Y el pueblo todo diga: ¡Amén!
Salmos 107
Este Salmo resulta de la combinación de dos fragmentos, que se encuentran en los Salmos 57. 8-12; 60. 7-14. En la primera parte (vs. 2-7), el salmista alaba fervientemente al Señor por su misericordia y su fidelidad. La segunda (vs. 8-14) contiene un oráculo divino y una expresión de confianza en la ayuda del Señor.
1 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
2 Que lo digan los redimidos de Yahveh, los que él ha redimido del poder del adversario,
3 los que ha reunido de entre los países, de oriente y de poniente, del norte y mediodía.
4 En el desierto erraban, por la estepa, no encontraban camino de ciudad habitada;
5 hambrientos, y sedientos, desfallecía en ellos su alma.
6 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los libró de sus angustias,
7 les condujo por camino recto, hasta llegar a ciudad habitada.
8 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán!
9 Porque él sació el alma anhelante, el alma hambrienta saturó de bienes.
10 Habitantes de tiniebla y sombra, cautivos de la miseria y de los hierros,
11 por haber sido rebeldes a las órdenes de Dios y haber despreciado el consejo del Altísimo,
12 él sometió su corazón a la fatiga, sucumbían, y no había quien socorriera.
13 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los salvó de sus angustias,
14 los sacó de la tiniebla y de la sombra, y rompió sus cadenas.
15 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán!
16 Pues las puertas de bronce quebrantó, y los barrotes de hierro hizo pedazos.
17 Embotados de resultas de sus yerros, miserables a causa de sus culpas,
18 todo manjar les daba náusea, tocaban ya a las puertas de la muerte.
19 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los salvó de sus angustias;
20 su palabra envió para sanarlos y arrancar sus vidas de la fosa.
21 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán!
22 Ofrezcan sacrificios de acción de gracias, y sus obras pregonen con gritos de alegría.
23 Los que a la mar se hicieron en sus naves, llevando su negocio por las muchas aguas,
24 vieron las obras de Yahveh, sus maravillas en el piélago.
25 Dijo, y suscitó un viento de borrasca, que entumeció las olas;
26 subiendo hasta los cielos, bajando hasta el abismo, bajo el peso del mal su alma se hundía;
27 dando vuelcos, vacilando como un ebrio, tragada estaba toda su pericia.
28 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los sacó de sus angustias;
29 a silencio redujo la borrasca, y las olas callaron.
30 Se alegraron de verlas amansarse, y él los llevó hasta el puerto deseado.
31 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos de Adán!
32 ¡Ensálcenle en la asamblea del pueblo, en el concejo de los ancianos le celebren!
33 El cambia los ríos en desierto, y en suelo de sed los manantiales,
34 la tierra fértil en salinas, por la malicia de sus habitantes.
35 Y él cambia el desierto en un estanque, y la árida tierra en manantial.
36 Allí asienta a los hambrientos, y ellos fundan una ciudad habitada.
37 Y siembran campos, plantan viñas, que producen sus frutos de cosecha.
38 El los bendice y crecen mucho y no deja que mengüen sus ganados.
39 Menguados estaban, y abatidos por la tenaza del mal y la aflicción.
40 El que vierte desprecio sobre príncipes, los hacía errar por caos sin camino.
41 Mas él recobra de la miseria al pobre, aumenta como un rebaño las familias;
42 los hombres rectos lo ven y se recrean, y toda iniquidad cierra su boca.
43 ¿Hay algún sabio? ¡Que garde estas cosas, y comprenda el amor de Yahveh!
Las imprecaciones contenidas en esta súplica -las más violentas de todo el Salterio- han dado a este Salmo una particular celebridad. Estas imprecaciones se atribuyen generalmente al salmista, pero hay serias razones para pensar que él no hace más que repetir, delante del Señor, las palabras de sus acusadores y perseguidores.
1 Canto. Salmo de David.2 A punto está mi corazón, oh Dios, - voy a cantar, voy a salmodiar - ¡anda, gloria mía!
3 ¡despertad, arpa y cítara! ¡a la aurora he de despertar!
4 Te alabaré entre los pueblos, Yahveh, te salmodiaré entre las gentes,
5 porque tu amor es grande hasta los cielos, tu lealtad hasta las nubes.
6 ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria!
7 Para que tus amados salgan libres, ¡salva con tu diestra, respóndenos!
8 Ha hablado Dios en su santuario: «Ya exulto, voy a repartir a Siquem, a medir el valle de Sukkot.
9 «Mío es Galaad, mío Manasés, Efraím, yelmo de mi cabeza, Judá mi cetro.
10 «Moab, la vasija en que me lavo. Sobre Edom tiro mi sandalia, contra Filistea lanzo el grito de guerra.»
11 ¿Quién me conducirá hasta la plaza fuerte, quién me guiará hasta Edom?
12 ¿No eres tú, oh Dios, que nos has rechazado y ya no sales, oh Dios, con nuestras tropas?
13 ¡Danos ayuda contra el adversario, que es vano el socorro del hombre!
14 ¡Con Dios hemos de hacer proezas, y él hollará a nuestros adversarios!
Salmos 109El núcleo de este Salmo “real” está constituido por un oráculo del Señor, que proclama los privilegios concedidos a los reyes davídicos en el día de su entronización. Este oráculo se articula en tres partes, introducidas y ampliadas por la palabra del salmista. El primer privilegio del rey es el de ser lugarteniente del Señor y partícipe de su soberanía (vs. 1-2). El segundo radica en su filiación divina, fundada en una adopción por parte de Dios (v. 3). El tercero es su condición de sacerdote “a la manera de Melquisedec” (v. 4), el antiguo rey de Jerusalén y sacerdote de Dios, el Altísimo (Gn. 14. 18).
Con el transcurso del tiempo -sobre todo después del exilio- este Salmo sirvió para alentar la esperanza mesiánica de Israel. En este mismo sentido lo utiliza el Nuevo Testamento, citándolo repetidamente como un testimonio profético de la dignidad mesiánica de Jesús, el Rey y Sacerdote de la Nueva Alianza.
1 ¡Oh Dios de mi alabanza, no te quedes mudo!
2 Boca de impío, boca de engaño, se abren contra mí. Me hablan con lengua de mentira,
3 con palabras de odio me envuelven, me atacan sin razón.
4 En pago de mi amor, se me acusa, y yo soy sólo oración;
5 se me devuelve mal por bien y odio por mi amor:
6 «¡Suscita a un impío contra él, y que un fiscal esté a su diestra;
7 que en el juicio resulte culpable, y su oración sea tenida por pecado!
8 «¡Sean pocos sus días, que otro ocupe su cargo;
9 queden sus hijos huérfanos y viuda su mujer!
10 «¡Anden sus hijos errantes, mendigando, y sean expulsados de sus ruinas;
11 el acreedor le atrape todo lo que tiene, y saqueen su fruto los extraños!
12 «¡Ni uno solo tenga con él amor, nadie se compadezca de sus huérfanos,
13 sea dada al exterminio su posteridad, en una generación sea borrado su nombre!
14 «¡Sea ante Yahveh recordada la culpa de sus padres, el pecado de su madre no se borre;
15 estén ante Yahveh constantemente, y él cercene de la tierra su memoria!»
16 Porque él no se acordó de actuar con amor: persiguió al pobre, al desdichado, y al de abatido corazón para matarle;
17 amó la maldición: sobre él recaiga, no quiso bendición: que de él se aleje.
18 Se vistió de maldición como de un manto: ¡que penetre en su seno como agua, igual que aceite dentro de sus huesos!
19 ¡Séale cual vestido que le cubra, como cinto que la ciña siempre!
20 ¡Tal sea de parte de Yahveh la paga de mis acusadores, de los que dicen mal contra mi alma!
21 ¡Y tú, Señor Yahveh, actúa por mí en gracia de tu nombre, porque tu amor es bueno, líbrame!,
22 Porque soy pobre y desdichado, y tengo dentro herido el corazón;
23 cual sombra que declina me voy yendo, me han sacudido igual que a la langosta.
24 Por tanto ayuno se doblan mis rodillas, falta de aceite mi carne ha enflaquecido;
25 me he hecho el insulto de ellos, me ven y menean su cabeza.
26 ¡Ayúdame, Yahveh, Dios mío, sálvame por tu amor!
27 ¡Sepan ellos que tu mano es ésta, que tú, Yahveh, lo has hecho!
28 ¡Maldigan ellos, pero tú bendice, los que me atacan sean confundidos y tu siervo se alegre!
29 ¡Los que me acusan queden vestidos de ignominia, como en un manto en su vergüenza envueltos!
30 ¡Copiosas gracias a Yahveh en mi boca, entre la multitud le alabaré:
31 porque él se pone a la diestra del pobre para salvar su alma de sus jueces!
1 Oráculo de Yahveh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.
2 El cetro de tu poder lo extenderá Yahveh desde Sión: ¡domina en medio de tus enemigos!
3 Para ti el principado el día de tu nacimiento, en esplendor sagrado desde el seno, desde la aurora de tu juventud.
4 Lo ha jurado Yahveh y no ha de retractarse: «Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec.»
5 A tu diestra, Señor, él quebranta a los reyes el día de su cólera;
6 sentencia a las naciones, amontona cadáveres, cabezas quebranta sobre la ancha tierra.
7 En el camino bebe del torrente, por eso levanta la cabeza.
Este canto de alabanza y acción de gracias celebra la bondad de Dios puesta de manifiesto en sus obras admirables: la liberación de la esclavitud de Egipto (v. 9), el don del maná y de la Tierra prometida (vs. 5-6), la institución de la Alianza (v. 9), y de las Fiestas conmemorativas que debían mantener vivo en Israel el recuerdo de los beneficios recibidos del Señor (v. 4). Las obras del Señor son evocadas mediante breves alusiones, que reflejan la influencia del estilo sapiencial. Esta característica aparece con mayor evidencia aún en el v. 10. Otro de los rasgos que distinguen a este Salmo es la manera particular de emplear el artificio "alfabético".
1 ¡Aleluya! Doy gracias a Yahveh de todo corazón, en el consejo de los justos y en la comunidad.
2 Grandes son las obras de Yahveh, meditadas por los que en ellas se complacen.
3 Esplendor y majestad su obra, su justicia por siempre permanece.
4 De sus maravillas ha dejado un memorial.¡Clemente y compasivo Yahveh!
5 Ha dado alimento a quienes le temen, se acuerda por siempre de su alianza.
6 Ha revelado a su pueblo el poder de sus obras, dándole la heredad de las naciones.
7 Verdad y justicia, las obras de sus manos, leales todas sus ordenanzas,
8 afirmadas para siempre jamás, jecutadas con verdad y rectitud.
9 Ha enviado redención a su pueblo, ha fijado para siempre su alianza; santo y temible es su nombre.
10 Principio del saber, el temor de Yahveh; muy cuerdos todos los que lo practican.Su alabanza por siempre permanece.
Este breve himno propone un doble motivo para alabar a Dios: su infinita grandeza, que trasciende todos los límites del universo (v. 4), y su admirable condescendencia, que lo mueve a “inclinarse” bondadosamente hacia la tierra (vs. 5-6), para elevar a los más pobres y desamparados (vs. 7-9).
Con este Salmo se inicia una colección de seis poemas (Sal. 113 -118) que la tradición rabínica denomina “Halel”, palabra hebrea vinculada con la exclamación litúrgica “¡Aleluya!”. Estos Salmos eran cantados en las fiestas religiosas más importantes, sobre todo durante la celebración de la Cena pascual (Mt. 26. 30).
1 ¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho se complace!
2 Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos.
3 Hacienda y riquezas en su casa, su justicia por siempre permanece.
4 En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, tierno, clemente y justo.
5 Feliz el hombre que se apiada y presta, y arregla rectamente sus asuntos.
6 No, no será conmovido jamás, en memoria eterna permanece el justo;
7 no tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahveh confiado.
8 Seguro está su corazón, no teme: al fin desafiará a sus adversarios.
9 Con largueza da a los pobres; su justicia por siempre permanece, su frente se levanta con honor.
10 Lo ve el impío y se enfurece, rechinando sus dientes, se consume. El afán de los impíos se pierde.
Con admirable concisión y gran expresividad poética, este “Himno pascual” rememora toda la epopeya del Éxodo como un signo del absoluto dominio del Señor sobre las fuerzas de la naturaleza. Estas no pueden ofrecer ningún obstáculo ante la presencia del Dios de Israel, que se ha manifestado para liberar a su Pueblo de la esclavitud e introducirlo triunfalmente en la Tierra prometida (vs. 1-2).
1 ¡Aleluya! ¡Alabad, servidores de Yahveh, alabad el nombre de Yahveh!
2 ¡Bendito sea el nombre de Yahveh, desde ahora y por siempre!
3 ¡De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre de Yahveh!
4 ¡Excelso sobre todas las naciones Yahveh, por encima de los cielos su gloria!
5 ¿Quién como Yahveh, nuestro Dios, que se sienta en las alturas,
6 y se abaja para ver los cielos y la tierra?
7 El levanta del polvo al desvalido, del estiércol hace subir al pobre,
8 para sentarle con los príncipes, con los príncipes de su pueblo.
9 El asienta a la estéril en su casa, madre de hijos jubilosa.
La falta de unidad de este Salmo procede de su carácter litúrgico y coral. Cada una de sus partes responde a los diversos momentos de una acción litúrgica, celebrada por la comunidad postexílica. Aunque se ignoran los detalles de esa liturgia, es evidente que de ella participaban un coro y uno o varios solistas (vs. 9-18). El rasgo más característico del Salmo es la profesión de fe en el único Dios, en manifiesta polémica contra el paganismo circundante (vs. 4-8). De esta fe provienen la confianza en la omnipotencia divina (vs. 3, 9-11) y la seguridad de contar con las bendiciones del Señor (vs. 12-15).
1 ¡Aleluya! Cuando Israel salió de Egipto, la casa de Jacob de un pueblo bárbaro,
2 se hizo Judá su santuario, Israel su dominio.
3 Lo vio la mar y huyó, retrocedió el Jordán,
4 los montes brincaron lo mismo que carneros, las colinas como corderillos.
5 Mar, ¿qué es lo que tienes para huir, y tú, Jordán, para retroceder,
6 montes, para saltar como carneros, colinas, como corderillos?
7 ¡Tiembla, tierra, ante la faz del Dueño, ante la faz del Dios de Jacob,
8 aquel que cambia la peña en un estanque, y el pedernal en una fuente!
La falta de unidad de este Salmo procede de su carácter litúrgico y coral. Cada una de sus partes responde a los diversos momentos de una acción litúrgica, celebrada por la comunidad postexílica. Aunque se ignoran los detalles de esa liturgia, es evidente que de ella participaban un coro y uno o varios solistas (vs. 9-18). El rasgo más característico del Salmo es la profesión de fe en el único Dios, en manifiesta polémica contra el paganismo circundante (vs. 4-8). De esta fe provienen la confianza en la omnipotencia divina (vs. 3, 9-11) y la seguridad de contar con las bendiciones del Señor (vs. 12-15).
1 ¡No a nosotros, Yahveh, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu amor, por tu verdad!
2 ¿Por qué han de decir las gentes: «¿Dónde está su Dios?»
3 Nuestro Dios está en los cielos, todo cuanto le place lo realiza.
4 Plata y oro son sus ídolos, obra de mano de hombre.
5 Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven,
6 tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no huelen.
7 Tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, ni un solo susurro en su garganta.
8 Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza.
9 Casa de Israel, confía en Yahveh, él, su auxilio y su escudo;
10 casa de Aarón, confía en Yahveh, él, su auxilio y su escudo;
11 los que teméis a Yahveh, confiad en Yahveh, él, su auxilio y su escudo.
12 Yahveh se acuerda de nosotros, él bendecirá, bendecirá a la casa de Israel, bendecirá a la casa de Aarón,
13 bendecirá a los que temen a Yahveh, a pequeños y grandes.
14 ¡Yahveh os acreciente a vosotros y a vuestros hijos!
15 ¡Benditos vosotros de Yahveh, que ha hecho los cielos y la tierra!
16 Los cielos, son los cielos de Yahveh, la tierra, se la ha dado a los hijos de Adán.
17 No alaban los muertos a Yahveh, ni ninguno de los que bajan al Silencio;
18 mas nosotros, los vivos, a Yahveh bendecimos, desde ahora y por siempre.
En señal de reconocimiento al Señor, que lo libró de un peligro de muerte (vs. 3, 8-9), el salmista entona este canto de acción de gracias. El recuerdo de su aflicción acentúa los sentimientos de amor (v. 1), de esperanza (v. 7) y de gratitud (v. 12). La oración está acompañada de una serie de reflexiones sapienciales, que subrayan la misericordia del Señor hacia los más débiles (vs. 5-6) y su preocupación por librarlos de la muerte (v. 15). La parte final del Salmo alude a los sacrificios que constituían una parte esencial en el rito de acción de gracias.
¡Aleluya!
1 Yo amo, porque Yahveh escucha mi voz suplicante;
2 porque hacia mí su oído inclina el día en que clamo.
3 Los lazos de la muerte me aferraban, me sorprendieron las redes del seol; en angustia y tristeza me encontraba,
4 y el nombre de Yahveh invoqué: ¡Ah, Yahveh, salva mi alma!
5 Tierno es Yahveh y justo, compasivo nuestro Dios;
6 Yahveh guarda a los pequeños, estaba yo postrado y me salvó.
7 Vuelve, alma mía, a tu reposo, porque Yahveh te ha hecho bien.
8 Ha guardado mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, y mis pies de mal paso.
9 Caminaré en la presencia de Yahveh por la tierra de los vivos.
10 ¡Tengo fe, aún cuando digo: «Muy desdichado soy»!,
11 yo que he dicho en mi consternación: «Todo hombre es mentiroso».
12 ¿Cómo a Yahveh podré pagar todo el bien que me ha hecho?
13 La copa de salvación levantaré, e invocaré el nombre de Yahveh.
14 Cumpliré mis votos a Yahveh, ¡sí, en presencia de todo su pueblo!
15 Mucho cuesta a los ojos de Yahveh la muerte de los que le aman.
16 ¡Ah, Yahveh, yo soy tu siervo, tu siervo, el hijo de tu esclava, tú has soltado mis cadenas!
17 Sacrificio te ofreceré de acción de gracias, e invocaré el nombre de Yahveh.
18 Cumpliré mis votos a Yahveh, sí, en presencia de todo su pueblo,
19 en los atrios de la Casa de Yahveh, en medio de ti, Jerusalén.
Este magnífico canto de acción de gracias celebra una victoria de Israel, en la que se puso de manifiesto una vez más el amor del Señor hacia su Pueblo (vs. 1-4) y su invencible poder (vs. 15-16). La referencia explícita a dos acciones cultuales -la liturgia de entrada al Santuario (vs. 19-20) y la procesión de la comunidad hacia el altar (v. 27)- destaca con particular relieve el carácter litúrgico del Salmo. En esa liturgia de acción de gracias, la función principal corresponde al rey, que describe la acción salvadora de Dios en primera persona del singular (vs. 5-14, 17-18, 21), mostrando así su condición de representante y portavoz de todo el Pueblo.
La liturgia cristiana confirió a este Salmo un significado “pascual” , y lo utiliza para cantar la victoria de Cristo.
¡Aleluya!
1 ¡Alabad a Yahveh, todas las naciones, celebradle, pueblos todos!
2 Porque es fuerte su amor hacia nosotros, la verdad de Yahveh dura por siempre.
Por su gran extensión y su estructura singular, este Salmo se distingue notablemente de todos los demás. En términos generales, se lo puede definir como una meditación sapiencial sobre las excelencias de la "Ley del Señor". Pero el salmista no expone su pensamiento en un tono impersonal, sino que reitera constantemente sus expresiones de amor y fidelidad a la voluntad divina, y suplica al Señor que le dé nueva luz y lo consuele en las aflicciones de la vida.
El estilo del Salmo resulta monótono, porque repite incansablemente las mismas ideas y las mismas palabras. Con todo, esa insistencia es un elocuente testimonio de auténtica religiosidad, centrada en el amor a la Palabra de Dios, que es fuente de alegría y esperanza.
¡Aleluya!
1 ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
2 ¡Diga la casa de Israel: que es eterno su amor!
3 ¡Diga la casa de Aarón: que es eterno su amor!
4 ¡Digan los que temen a Yahveh: que es eterno su amor!
5 En mi angustia hacia Yahveh grité, él me respondió y me dio respiro;
6 Yahveh está por mí, no tengo miedo, ¿qué puede hacerme el hombre?
7 Yahveh está por mí, entre los que me ayudan, y yo desafío a los que me odian.
8 Mejor es refugiarse en Yahveh que confiar en hombre;
9 mejor es refugiarse en Yahveh que confiar en magnates.
10 Me rodeaban todos los gentiles: en el nombre de Yahveh los cercené;
11 me rodeaban, me asediaban: en el nombre de Yahveh los cercené.
12 Me rodeaban como avispas, llameaban como fuego de zarzas: en el nombre de Yahveh los cercené.
13 Se me empujó, se me empujó para abatirme, pero Yahveh vino en mi ayuda;
14 mi fuerza y mi cántico es Yahveh, él ha sido para mí la salvación.
15 Clamor de júbilo y salvación, en las tiendas de los justos: «¡La diestra de Yahveh hace proezas,
16 excelsa la diestra de Yahveh, la diestra de Yahveh hace proezas!»
17 No, no he de morir, que viviré, y contaré las obras de Yahveh;
18 me castigó, me castigó Yahveh, pero a la muerte no me entregó.
19 ¡Abridme las puertas de justicia, entraré por ellas, daré gracias a Yahveh!
20 Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los justos.
21 Gracias te doy, porque me has respondido, y has sido para mí la salvación.
22 La piedra que los constructores desecharon en piedra angular se ha convertido;
23 esta ha sido la obra de Yahveh, una maravilla a nuestros ojos.
24 ¡Este es el día que Yahveh ha hecho, exultemos y gocémonos en él!
25 ¡Ah, Yahveh, da la salvación! ¡Ah, Yahveh, da el éxito!
26 ¡Bendito el que viene en el nombre de Yahveh! Desde la Casa de Yahveh os bendecimos.
27 Yahveh es Dios, él nos ilumina. ¡Cerrad la procesión, ramos en mano, hasta los cuernos del altar!
28 Tú eres mi Dios, yo te doy gracias, Dios mío, yo te exalto.
29 ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Con este breve poema se inicia la colección de los Salmos “de peregrinación” (Sal 120 - 134), que también reciben el nombre de “graduales” o de las “subidas”, porque eran cantados por los peregrinos que “subían” a Jerusalén, con motivo de las grandes fiestas anuales (Éx. 23. ]4-19).
Este Salmo refleja poéticamente la situación de los humildes y desposeídos, que viven en medio de una sociedad dominada por la agresividad y la mentira. Allí se encuentran como extranjeros, como desterrados en un país hostil o entre las tribus del desierto (vs. 5-7).
1 Dichosos los que van por camino perfecto, los que proceden en la ley de Yahveh.
2 Dichosos los que guardan sus dictámenes, los que le buscan de todo corazón,
3 y los que, sin cometer iniquidad, andan por sus caminos.
4 Tú tus ordenanzas promulgaste, para que sean guardadas cabalmente.
5 ¡Ojalá mis caminos se aseguren para observar tus preceptos!
6 Entonces no tendré vergüenza alguna al mirar a todos tus mandamientos.
7 Con rectitud de corazón te daré gracias, al aprender tus justos juicios.
8 Tus preceptos, los observaré, no me abandones tú del todo.
9 ¿Cómo el joven guardará puro su camino? Observando tu palabra.
10 De todo corazón ando buscándote, no me desvíes de tus mandamientos.
11 Dentro del corazón he guardado tu promesa, para no pecar contra ti.
12 Bendito tú, Yahveh, enséñame tus preceptos.
13 Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca.
14 En el camino de tus dictámenes me recreo más que en toda riqueza.
15 En tus ordenanzas quiero meditar y mirar a tus caminos.
16 En tus preceptos tengo mis delicias, no olvido tu palabra.
17 Haz merced a tu siervo y viviré. y guardaré tu palabra.
18 Abre mis ojos para que contemple las maravillas de tu ley.
19 Un forastero soy sobre la tierra, tus mandamientos no me ocultes.
20 Mi alma se consume deseando tus juicios en todo tiempo.
21 Tú increpas a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos.
22 Echa lejos de mí oprobio y menosprecio, porque he guardado tus dictámenes.
23 Aunque los príncipes hablen en sesión contra mí, tu servidor medita en tus preceptos.
24 Tus dictámenes hacen mis delicias, mis consejeros, tus preceptos.
25 Mi alma está pegada al polvo, hazme vivir conforme a tu palabra.
26 Mis caminos expuse, y tú me respondiste, enséñame tus preceptos.
27 Hazme entender el camino de tus ordenanzas, y meditaré en tus maravillas.
28 Se va en lágrimas mi alma por el tedio, sosténme conforme a tu palabra.
29 Aléjame del camino de mentira, y dame la gracia de tu ley,
30 He escogido el camino de la lealtad, a tus juicios me conformo.
31 A tus dictámenes me mantengo adherido, no me confundas, tú, Yahveh.
32 Corro por el camino de tus mandamientos, pues tú mi corazón dilatas.
33 Enséñame, Yahveh, el camino de tus preceptos, yo lo quiero guardar en recompensa.
34 Hazme entender, para guardar tu ley y observarla de todo corazón.
35 Llévame por la senda de tus mandamientos porque mi complacencia tengo en ella.
36 Inclina mi corazón hacia tus dictámenes, y no a ganancia injusta.
37 Aparta mis ojos de mirar vanidades, por tu palabra vivifícame.
38 Mantén a tu siervo tu promesa, que conduce a tu temor.
39 Aparta de mí el oprobio que me espanta, pues son buenos tus juicios.
40 Mira que deseo tus ordenanzas, hazme vivir por tu justicia.
41 ¡Llegue hasta mí tu amor, Yahveh, tu salvación, conforme a tu promesa!
42 Y daré respuesta al que me insulta, porque confio en tu palabra.
43 No quites de mi boca la palabra de verdad, porque espero en tus juicios.
44 Yo observaré sin descanso tu ley para siempre jamás.
45 Y andaré por camino anchuroso, porque tus ordenanzas voy buscando.
46 De tus dictámenes hablaré ante los reyes, y no tendré que avergonzarme.
47 Y me deleitaré en tus mandamientos, que amo mucho.
48 Tiendo mis manos hacia tus mandamientos, en tus preceptos medito.
49Recuerda la palabra dada a tu servidor, de la que has hecho mi esperanza.
50 Este es mi consuelo en mi miseria: que tu promesa me da vida.
51 Los soberbios me insultan hasta el colmo, yo no me aparto de tu ley.
52 Me acuerdo de tus juicios de otro tiempo, oh Yahveh, y me consuelo.
53 Me arrebata el furor por los impíos que abandonan tu ley.
54 Tus preceptos son cantares para mí en mi mansión de forastero.
55 Me acuerdo por la noche de tu nombre, Yahveh, quiero guardar tu ley.
56 Esta es mi tarea: guardar tus ordenanzas.
57 Mi porción, Yahveh, he dicho, es guardar tus palabras.
58 Con todo el corazón busco tu favor, tenme piedad conforme a tu promesa.
59 He examinado mis caminos y quiero volver mis pies a tus dictámenes.
60 Me doy prisa y no me tardo en observar tus mandamientos.
61 Las redes de los impíos me aprisionan, yo no olvido tu ley.
62 Me levanto a medianoche a darte gracias por tus justos juicios.
63 Amigo soy de todos los que te temen y observan tus ordenanzas.
64 De tu amor, Yahveh, está la tierra llena, enséñame tus preceptos.
65 Has sido generoso con tu siervo, oh Yahveh, conforme a tu palabra.
66 Cordura y sabiduría enséñame, pues tengo fe en tus mandamientos.
67 Antes de ser humillado, me descarriaba, mas ahora observo tu promesa.
68 Tú, que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos.
69 Los soberbios me enredan con mentira, yo guardo tus ordenanzas de todo corazón.
70 Como de grasa su corazón está embotado. mas yo en tu ley tengo mis delicias.
71 Un bien para mí ser humillado, para que aprenda tus preceptos.
72 Un bien para mí la ley de tu boca, más que miles de oro y plata.
73 Tus manos me han hecho y me han formado, hazme entender, y aprenderé tus mandamientos.
74 Los que te temen me ven con alegría, porque espero en tu palabra.
75 Yo sé, Yahveh, que son justos tus juicios, que con lealtad me humillas tú.
76 Sea tu amor consuelo para mí, según tu promesa a tu servidor.
77 Me alcancen tus ternuras y viviré, porque tu ley es mi delicia.
78 Sean confundidos los soberbios que me afligen con mentira, yo en tus ordenanzas medito.
79 Vuélvanse hacia mí los que te temen, los que conocen tus dictámenes.
80 Sea mi corazón perfecto en tus preceptos, para que no sea confundido.
81 En pos de tu salvación mi alma languidece, en tu palabra espero.
82 Languidecen mis ojos en pos de tu promesa diciendo: «¿Cuándo vas a consolarme?»
83 Aun hecho igual que un pellejo que se ahúma, de tus preceptos no me olvido.
84 ¿Cuántos serán los días de tu siervo? ¿cuándo harás justicia de mis perseguidores?
85 Los soberbios han cavado fosas para mí en contra de tu ley.
86 Todos tus mandamientos son verdad, con mentira se me persigue, ¡ayúdame!
87 Poco falta para que me borren de la tierra, mas yo tus ordenanzas no abandono.
88 Según tu amor dame la vida, y guardaré el dictamen de tu boca.
89 Para siempre, Yahveh, tu palabra, firme está en los cielos.
90 Por todas las edades tu verdad, tú fijaste la tierra, ella persiste.
91 Por tus juicios subsiste todo hasta este día, pues toda cosa es sierva tuya.
92 Si tu ley no hubiera sido mi delicia, ya habría perecido en mi miseria.
93 Jamás olvidaré tus ordenanzas, por ellas tú me das la vida.
94 Tuyo soy, sálvame, pues tus ordenanzas voy buscando.
95 Para perderme me acechan los impíos, yo estoy atento a tus dictámenes.
96 De todo lo perfecto he visto el límite: ¡Qué inmenso es tu mandamiento!
97 ¡Oh, cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.
98 Más sabio me haces que mis enemigos por tu mandamiento, que por siempre es mío.
99 Tengo más prudencia que todos mis maestros, porque mi meditación son tus dictámenes.
100 Poseo más cordura que los viejos, porque guardo tus ordenanzas.
101 Retraigo mis pasos de toda mala senda para guardar tu palabra.
102 De tus juicios no me aparto, porque me instruyes tú.
103 ¡Cuán dulce al paladar me es tu promesa, más que miel a mi boca!
104 Por tus ordenanzas cobro inteligencia, por eso odio toda senda de mentira.
105 Para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero.
106 He jurado, y he de mantenerlo, guardar tus justos juicios.
107 Humillado en exceso estoy, Yahveh, dame la vida conforme a tu palabra.
108 Acepta los votos de mi boca, Yahveh, y enséñame tus juicios.
109 Mi alma está en mis manos sin cesar, mas no olvido tu ley.
110 Me tienden un lazo los impíos, mas yo no me desvío de tus ordenanzas.
111 Tus dictámenes son mi herencia por siempre, ellos son la alegría de mi corazón.
112 Inclino mi corazón a practicar tus preceptos, recompensa por siempre.
113 Aborrezco la doblez y amo tu ley.
114 Mi refugio y mi escudo eres tú, yo espero en tu palabra.
115 ¡Apartaos de mí, malvados, quiero guardar los mandamientos de mi Dios!
116 Sosténme conforme a tu promesa, y viviré, no defraudes mi esperanza.
117 Sé tú mi apoyo, y seré salvo, y sin cesar tendré a la vista tus preceptos.
118 Tú deshaces a todos los que se desvían de tus preceptos, mentira es su astucia.
119 Tienes por escoria a todos los impíos de la tierra, por eso amo yo tus dictámenes.
120 Por tu terror tiembla mi carne, de tus juicios tengo miedo.
121 Juicio y justicia he practicado, a mis opresores no me entregues.
122 Sé fiador de tu siervo para el bien, no me opriman los soberbios.
123 En pos de tu salvación languidecen mis ojos, tras tu promesa de justicia.
124 Según tu amor trata a tu siervo, enséñame tus preceptos.
125 Yo soy tu servidor, hazme entender, y aprenderé tus dictámenes.
126 Ya es hora de actuar, Yahveh, se ha violado tu ley.
127 Por eso amo yo tus mandamientos más que el oro, más que el oro fino.
128 Por eso me guío por todas tus ordenanzas y odio toda senda de mentira.
129 Maravillas son tus dictámenes, por eso mi alma los guarda.
130 Al abrirse, tus palabras iluminan dando inteligencia a los sencillos.
131 Abro mi boca franca, y hondo aspiro, que estoy ansioso de tus mandamientos.
132 Vuélvete a mí y tenme piedad, como es justo para los que aman tu nombre.
133 Mis pasos asegura en tu promesa, que no me domine ningún mal.
134 Rescátame de la opresión del hombre, y tus ordenanzas guardaré.
135 Haz que brille tu faz para tu siervo, y enséñame tus preceptos.
136 Mis ojos destilan ríos de lágrimas, porque tu ley no se guarda.
137 ¡Justo eres tú, Yahveh, y rectitud tus juicios!
138 Con justicia impones tus dictámenes, con colmada verdad.
139 Mi celo me consume, porque mis adversarios olvidan tus palabras.
140 Acendrada en extremo es tu promesa, tu servidor la ama.
141 Pequeño soy y despreciado, mas no olvido tus ordenanzas.
142 Justicia eterna es tu justicia, verdad tu ley.
143 Angustia y opresión me han alcanzado, tus mandamientos hacen mis delicias.
144 Justicia eterna tus dictámenes, hazme entender para que viva.
145 Invoco con todo el corazón, respóndeme, Yahveh, y guardaré tus preceptos.
146 Yo te invoco, sálvame, y guardaré tus dictámenes.
147 Me adelanto a la aurora y pido auxilio, en tu palabra espero.
148 Mis ojos se adelantan a las vigilias de la noche, a fin de meditar en tu promesa.
149 Por tu amor, Yahveh, escucha mi voz, por tus juicios, vivifícame.
150 Se acercan a la infamia los que me persiguen, se alejan de tu ley.
151 Tú estás cerca, Yahveh, todos tus mandamientos son verdad.
152 De tus dictámenes sé desde hace tiempo que para siempre los fundaste.
153 Mira mi aflicción y líbrame, porque tu ley no olvido.
154 Aboga por mi causa tú, rescátame, dame la vida conforme a tu promesa.
155 Lejos de los impíos la salvación, pues no van buscando tus preceptos.
156 Muchas son tus ternuras, Yahveh, por tus juicios, vivifícame.
157 Numerosos mis perseguidores y adversarios, yo no me aparto de tus dictámenes.
158 He visto a los traidores, me disgusta que no guarden tu promesa.
159 Mira que amo tus ordenanzas, Yahveh, dame la vida por tu amor.
160 Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios.
161 Príncipes me persiguen sin razón, mas mi corazón teme tus palabras.
162 Me regocijo en tu promesa como quien halla un gran botín.
163 La mentira detesto y abomino, amo tu ley.
164 Siete veces al día te alabo por tus justos juicios.
165 Mucha es la paz de los que aman tu ley, no hay tropiezo para ellos.
166 Espero tu salvación, Yahveh, tus mandamientos cumplo.
167 Mi alma guarda tus dictámenes, mucho los amo.
168 Guardo tus ordenanzas y dictámenes que ante ti están todos mis caminos.
169 Mi grito llegue hasta tu faz, Yahveh, por tu palabra dame inteligencia.
170 Mi súplica llegue ante tu rostro, por tu promesa líbrame.
171 Mis labios proclaman tu alabanza, pues tú me enseñas tus preceptos.
172 Mi lengua repita tu promesa, pues todos tus mandamientos son justicia.
173 Venga tu mano en mi socorro, porque tus ordenanzas he escogido.
174 Anhelo tu salvación, Yahveh, tu ley hace mis delicias.
175 Viva mi alma para alabarte, y ayúdenme tus juicios.
176 Me he descarriado como oveja perdida: ven en busca de tu siervo. No, no me olvido de tus mandamientos.
La estructura dialogada de este Salmo parece indicar que los peregrinos lo cantaban en forma coral, durante la marcha hacia Jerusalén. Un tono de serena confianza atraviesa todo el poema. En él se describe al Señor como un centinela, que está alerta en su puesto de guardia para proteger a sus fieles. El bellísimo verso inicial se inspira probablemente en la actitud de los peregrinos, que avanzaban con la mirada fija en las montañas, esperando divisar la altura donde se elevaba el Templo de Sión.
1 Hacia Yahveh, cuando en angustias me encontraba, clamé, y él me respondió.
2 ¡Yahveh, libra mi alma del labio mentiroso, de la lengua tramposa!
3 ¿Qué te dará y qué te añadirá, lengua tramposa?
4 ¡Flechas de guerrero afiladas con brasas de retama!
5 ¡Qué desgracia para mí vivir en Mések, morar en las tiendas de Quedar!
6 Harto ha vivido ya mi alma con los que odian la paz.
7 Que si yo hablo de paz, ellos prefieren guerra.
La alegría de los peregrinos al emprender la marcha hacia Jerusalén (v. 1), el espectáculo de las tribus que avanzaban procesionalmente (v. 4) y la emoción que se experimentaba al pisar el suelo de Sión (v. 2), dan pie al salmista para hacer un elogio entusiasta de la Ciudad santa. La masa “compacta y armoniosa” de sus casas y sus palacios (v. 3), imagen de la unidad del Pueblo elegido (Sal. 87), constituía un especial motivo de admiración. En los versículos finales, el elogio se convierte en augurio de felicidad para Jerusalén y sus moradores (vs. 6-9).
1 Alzo mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi auxilio?
2 Mi auxilio me viene de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra.
3 ¡No deje él titubear tu pie! ¡no duerme tu guardián!
4 No, no duerme ni dormita el guardián de Israel.
5 Yahveh es tu guardián, tu sombra, Yahveh, a tu diestra.
6 De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
7 Te guarda Yahveh de todo mal, él guarda tu alma;
8 Yahveh guarda tus salidas y entradas, desde ahora y por siempre.
En contraposición con el optimismo nacional del Salmo anterior, esta ardiente súplica refleja la opresión en que se encontraban los israelitas a su vuelta del exilio babilónico (Neh. 4. 1-5). La reconstrucción material y espiritual de la nación se realizaba en medio de las luchas más penosas. Las bellas imágenes del v. 2 indican que sólo la protección divina podía ofrecer a los repatriados un motivo de esperanza.
1 ¡Oh, qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa de Yahveh!
2 ¡Ya estamos, ya se posan nuestros pies en tus puertas, Jerusalén!
3 Jerusalén, construida cual ciudad de compacta armonía,
4 a donde suben las tribus, las tribus de Yahveh, es para Israel el motivo de dar gracias al nombre de Yahveh.
5 Porque allí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David.
6 Pedid la paz para Jerusalén: ¡en calma estén tus tiendas,
7 haya paz en tus muros, en tus palacios calma!
8 Por amor de mis hermanos y de mis amigos, quiero decir: ¡La paz contigo!
9 ¡Por amor de la Casa de Yahveh nuestro Dios, ruego por tu ventura.
En este canto de liberación, Israel agradece al Señor que lo haya salvado de un gravísimo peligro. Varias imágenes se suceden para describir vívidamente la seriedad de la amenaza: las aguas torrenciales (v. 4), las fieras a punto de devorar (v. 6), la trampa del cazador (v. 7). Sin embargo, faltan alusiones concretas a una situación histórica precisa, y no es fácil decidir si la liberación es el retorno del exilio babilónico o una victoria en tiempos de los Macabeos.
1 A ti levanto mis ojos, tú que habitas en el cielo;
2 míralos, como los ojos de los siervos en la mano de sus amos. Como los ojos de la sierva en la mano de su señora, así nuestros ojos en Yahveh nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros.
3 ¡Ten piedad de nosotros, Yahveh, ten piedad de nosotros, que estamos saturados de desprecio!
4 ¡Nuestra alma está por demás saturada del sarcasmo de los satisfechos, (¡El desprecio es para los soberbios!)
El espectáculo de la Ciudad santa, protegida por un cerco de montañas, suscita la actitud de profunda confianza en Dios, que se refleja en este Salmo. La “herencia de los justos” (v. 3) es la tierra de Canaán, distribuida entre las tribus de Israel, por medio de un sorteo, en tiempos de Josué (18. 10-11). El “cetro de los malvados” -es decir, la dominación extranjera- pesa como una amenaza sobre ese territorio- pero la protección divina es una prenda de seguridad para sus fieles (v. 2).
1 Si Yahveh no hubiera estado por nosotros, - que lo diga Israel -
2 si Yahveh no hubiera estado por nosotros, cuando contra nosotros se alzaron los hombres,
3 vivos entonces nos habrían tragado en el fuego de su cólera.
4 Entonces las aguas nos habrían anegado, habría pasado sobre nosotros un torrente,
5 habrían pasado entonces sobre nuestra alma aguas voraginosas.
6 ¡Bendito sea Yahveh que no nos hizo presa de sus dientes!
7 Nuestra alma como un pájaro escapó del lazo de los cazadores. El lazo se rompió y nosotros escapamos;
8 nuestro socorro en el nombre de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra.
El tono de este poema -como el del Salmo 85- refleja elocuentemente la situación espiritual de los israelitas al término del exilio. El edicto de Ciro (538 a. C.), que autorizó la vuelta de los cautivos a la patria, había provocado un inesperado cambio político y era motivo de la más intensa alegría. Pero al mismo tiempo, la restauración nacional se realizaba en medio de muchas dificultades, y los vaticinios proféticos (Is. 40 - 55) no acababan de cumplirse plenamente. Por eso Israel pide al Señor que “cambie la suerte” de Sión (v. 4), para que la fatigosa siembra se transforme en una gozosa cosecha (vs. 5-6).
1 Los que confían en Yahveh son como el monte Sión, que es inconmovible, estable para siempre.
2 ¡Jerusalén, de montes rodeada! Así Yahveh rodea a su pueblo desde ahora y por siempre.
3 Jamás ha de caer el cetro de impiedad sobre la suerte de los justos, para que los justos no alarguen a la maldad su mano.
4 Haz bien, Yahveh, a los buenos, a los de recto corazón.
5 ¡Mas a los que yerran por sus caminos tortuosos, los suprima Yahveh con los agentes de mal! ¡Paz a Israel!
Este hermoso poema sapiencial es una invitación a la confianza en la Providencia divina. El salmista quiere inculcar que sólo Dios puede asegurar la prosperidad de los esfuerzos humanos. En especial, los hijos son un don de Dios (v. 3), porque la fecundidad únicamente puede provenir de la bendición divina.
1 Cuando Yahveh hizo volver a los cautivos de Sión, como soñando nos quedamos;
2 entonces se llenó de risa nuestra boca y nuestros labios de gritos de alegría. Entonces se decía entre las naciones: ¡Grandes cosas ha hecho Yahveh con éstos!
3 ¡Sí, grandes cosas hizo con nosotros Yahveh, el gozo nos colmaba!
4 ¡Haz volver, Yahveh, a nuestros cautivos como torrentes en el Négueb!
5 Los que siembran con lágrimas cosechan entre cánticos.
6 Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas.
La felicidad de los justos -constituida por los sencillos goces de la vida familiar- es el tema central de este hermoso poema. Al final del Salmo (v. 5), el horizonte se amplía, y la felicidad personal aparece estrechamente vinculada con la prosperidad de Jerusalén, centro de la vida nacional y fuente de bendición para todo Israel.
1 Si Yahveh no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si Yahveh no guarda la ciudad, en vano vigila la guardia.
2 En vano madrugáis a levantaros, el descanso retrasais, los que coméis pan de fatigas, cuando él colma a su amado mientras duerme.
3 La herencia de Yahveh son los hijos, recompensa el fruto de las entrañas;
4 como flechas en la mano del héroe, así los hijos de la juventud.
5 Dichoso el hombre que ha llenado de ellas su aljaba; no quedarán confusos cuando tengan pleito con sus enemigos en la puerta.
Este Salmo retoma en parte el tema del Salmo 124. Desde los comienzos de su historia (vs. 1-2), Israel debió soportar a numerosos opresores. Pero el Señor nunca permitió que aniquilaran a su Pueblo. Apoyados en esta experiencia de la protección divina, los peregrinos piden al Señor la rápida destrucción de sus enemigos y miran confiadamente hacia el futuro.
1 Dichosos todos los que temen a Yahveh, los que van por sus caminos.
2 Del trabajo de tus manos comerás, ¡dichoso tú, que todo te irá bien!
3 Tu esposa será como parra fecunda en el secreto de tu casa. Tus hijos, como brotes de olivo en torno a tu mesa.
4 Así será bendito el hombre que teme a Yahveh.
5 ¡Bendígate Yahveh desde Sión, que veas en ventura a Jerusalén todos los días de tu vida,
6 y veas a los hijos de tus hijos! ¡Paz a Israel!
En esta súplica, el reconocimiento del propio pecado se une a la confiada seguridad de obtener el perdón divino. El salmista, lejos de sentise abandonado de Dios, se apoya en la conciencia de su propia indignidad, para acercarse a él. Con esta actitud implora el perdón y la protección, no sólo para sí mismo, sino también para todo su Pueblo.
Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 102; 143), y la tradición cristiana lo utiliza preferentemente en la liturgia de los difuntos por su marcado tono de esperanza.
1 Mucho me han asediado desde mi juventud, - que lo diga Israel -
2 mucho me han asediado desde mi juventud, pero conmigo no han podido.
3 Sobre mi espalda araron aradores, alargaron sus surcos.
4 Yahveh, el justo ha roto las coyundas de los impíos.
5 ¡Sean avergonzados, retrocedan todos los que odian a Sión;
6 sean como la hierba de los techos que se seca antes de arrancarla!
7 De ella no llena el segador su mano ni su regazo el gavillador;
8 y no dicen tampoco los que pasan: ¡Bendición de Yahveh sobre vosotros! Nosotros os bendecimos en el nombre de Yahveh.
Con una gran espontaneidad, el salmista describe su actitud humilde y confiada delante de Dios, fundada en la renuncia a toda “aspiración desmedida” (v. 1). Esta actitud se expresa admirablemente en la imagen del niño que descansa tranquilo en los “brazos de su madre” (v. 2). El versículo final amplía la perspectiva a todo Israel, para exhortarlo a tener ese mismo espíritu de humildad y confianza en el Señor.
1 Desde lo más profundos grito a ti, Yahveh:
2 ¡Señor, escucha mi clamor! ¡Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas!
3 Si en cuenta tomas las culpas, oh Yahveh, ¿quién, Señor, resistirá?
4 Mas el perdón se halla junto a ti, para que seas temido.
5 Yo espero en Yahveh, mi alma espera en su palabra;
6 mi alma aguarda al Señor más que los centinelas la aurora; mas que los centinelas la aurora,
7 aguarde Israel a Yahveh. Porque con Yahveh está el amor, junto a él abundancia de rescate;
8 él rescatará a Israel de todas sus culpas.
Este Salmo rememora el traslado del Arca de la Alianza al monte Sión (2 Sam. 6. 12-19). Las dos partes que lo integran se corresponden en perfecto paralelismo. La primera (vs. 1-10) comienza con el recuerdo del “juramento” hecho por David de no concederse ningún descanso hasta encontrar una Morada digna del Señor (vs. 1-5). La segunda (vs. 11-18) es la respuesta divina a los desvelos del rey: en forma de oráculo, el Señor “jura” a David que su dinastía no tendrá fin y le promete la prosperidad para su Pueblo.
Los cortes abruptos de los vs. 6-10 dejan entrever los diversos momentos de una liturgia procesional. Algunos indicios permiten afirmar que esta era celebrada anualmente, en tiempos de la monarquía, para conmemorar la elección de la dinastía davídica y del monte Sión (2 Sam. 7).
1 No está inflado, Yahveh, mi corazón, ni mis ojos subidos. No he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me vienen anchos.
2 No, mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mí!
3 ¡Espera, Israel, en Yahveh desde ahora y por siempre!
Este delicado poema es un elogio de la convivencia fraternal, tanto en la intimidad de la familia como en la comunidad nacional y religiosa. Las grandes fiestas anuales -cuando toda la comunidad de Israel se congregaba en el monte Sión- eran la ocasión más propicia para intensificar los vínculos fraternales entre los miembros del Pueblo de Dios. De allí la inserción de este Salmo en el grupo de los “Cantos de peregrinación”.
1 Acuérdate, Yahveh, en favor de David, de todos sus desvelos,
2 del juramento que hizo a Yahveh, de su voto al Fuerte de Jacob:
3 «No he de entrar bajo el techo de mi casa, no he de subir al lecho en que reposo,
4 sueño a mis ojos no he de conceder ni quietud a mis párpados,
5 mientras no encuentre un lugar para Yahveh, una Morada para el Fuerte de Jacob.»
6 Mirad: hemos oído de Ella que está en Efratá, ¡la hemos encontrado en los Campos del Bosque!
7 ¡Vayamos a la Morada de él, ante el estrado de sus pies postrémonos!
8 ¡Levántate, Yahveh, hacia tu reposo, tú y el arca de tu fuerza!
9 Tus sacerdotes se vistan de justicia, griten de alegría tus amigos.
10 En gracia a David, tu servidor, no rechaces el rostro de tu ungido.
11 Juró Yahveh a David, verdad que no retractará: «El fruto de tu seno asentaré en tu trono.
12 «Si tus hijos guardan mi alianza, el dictamen que yo les enseño, también sus hijos para siempre se sentarán sobre tu trono.»
13 Porque Yahveh ha escogido a Sión, la ha querido como sede para sí:
14 «Aquí está mi reposo para siempre, en él me sentaré, pues lo he querido.
15 «Sus provisiones bendeciré sin tasa, a sus pobres hartaré de pan,
16 de salvación vestiré a sus sacerdotes, y sus amigos gritarán de júbilo.
17 «Allí suscitaré a David un fuerte vástago, aprestaré una lámpara a mi ungido;
18 de vergüenza cubriré a sus enemigos, y sobre él brillará su diadema».
Una exhortación a bendecir al Señor (vs. 1-2) y un augurio de bendición divina (v. 3), componen este breve Salmo, que es a la vez un himno y una plegaria. La alusión a “las horas de la noche” (v. 1) deja entrever que el Salmo era cantado en una celebración nocturna.
Con este Salmo, concluye la serie de los llamados Salmos “graduales” o “de peregrinación” (Sal. 120 - 134).
1 ¡Oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos!
2 Como un ungüento fino en la cabeza, que baja por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la orla de sus vestiduras.
3 Como el rocío del Hermón que baja por las alturas de Sión; allí Yahveh la bendición dispensa, la vida para siempre.
Basta una simple lectura de este Salmo para advertir que ha sido compuesto con elementos tomados de otros himnos litúrgicos, en especial, de los Salmos 113. 1; 115. 4-8; 136. 17-22. A pesar de esto, forma un conjunto orgánico, que se caracteriza por la ordenada distribución de sus partes. Después de una exhortación a la alabanza (vs. 1-4), se exalta el poder de Dios, manifestado en las obras de la creación (vs. 5-7) y en la liberación de su Pueblo (vs. 8-14). Luego viene una profesión de fe en el único Dios, en abierta polémica contra las creencias del paganismo. Por último, se exhorta a todo el Pueblo a bendecir al Señor “que habita en Jerusalén” (vs. 19-21).
1 Cancion de las subidas. ¡Oh, bendecid a Yahveh todos los servidores de Yahveh, que servís en la Casa de Yahveh, en los atrios de la Casa del Dios nuestro!
2 ¡Por las noches alzad las manos hacia el santuario, y bendecid a Yahveh!
3 ¡Bendígate Yahveh desde Sión, él, que hizo los cielos y la tierra!
Con expresiones breves y vigorosas, este himno responsorial presenta un resumen de la Historia de la Salvación. La evocación de la obra de Dios en la creación (vs. 4-9) sirve de preludio al relato de su “gesta” histórica en favor de Israel, desde el Éxodo hasta la entrada en la Tierra prometida (vs. 10-22). El estribillo expresa la respuesta admirada y agradecida del pueblo, que señala el fundamento y la razón de ser de todas esas maravillas, o sea, el amor gratuito y la misericordiosa bondad del Dios de la Alianza.
1 ¡Aleluya! Alabad el nombre de Yahveh, alabad, servidores de Yahveh,
2 que servís en la Casa de Yahveh, en los atrios de la Casa del Dios nuestro.
3 Alabad a Yahveh, porque es bueno Yahveh, salmodiad a su nombre, que es amable.
4 Pues Yahveh se ha elegido a Jacob, a Israel, como su propiedad.
5 Bien sé yo que es grande Yahveh, nuestro Señor más que todos los dioses.
6 Todo cuanto agrada a Yahveh, lo hace en el cielo y en la tierra, en los mares y en todos los abismos.
7 Levantando las nubes desde el extremo de la tierra, para la lluvia hace él los relámpagos, saca de sus depósitos el viento.
8 El hirió a los primogénitos de Egipto, desde el hombre al ganado;
9 mandó señales y prodigios en medio de ti, Egipto, contra Faraón y todos sus siervos.
10 Hirió a naciones en gran número, dio muerte a reyes poderosos,
11 a Sijón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reinos de Canaán;
12 y dio sus tierras en herencia, en herencia a su pueblo Israel.
13 ¡Yahveh, tu nombre para siempre, Yahveh, tu memoria de edad en edad!
14 Porque Yahveh a su pueblo hace justicia, y se compadece de sus siervos.
15 Los ídolos de las naciones, plata y oro, obra de manos de hombre
16 tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven;
17 tienen oídos y no oyen, ni un soplo siquiera hay en su boca.
18 Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza.
19 Caza de Israel, bendecid a Yahveh, casa de Aarón, bendecid a Yahveh,
20 casa de Leví, bendecid a Yahveh, los que a Yahveh teméis, bendecid a Yahveh.
21 ¡Bendito sea Yahveh desde Sión, el que habita en Jerusalén!
En este bello poema se expresan elocuentemente los sentimientos de los israelitas deportados a Babilonia: la profunda nostalgia que experimentaban al acordarse de su patria (v. I) y la tristeza que les provocaba el sarcasmo de sus opresores (v. 3).
La destrucción de Jerusalén y del Templo, y la dura experiencia del exilio, explican de alguna manera el odio expresado en las invectivas contra Babilonia y contra todos los que se alegraron por la ruina de Israel (vs. 7-9).
¡Aleluya!
1 ¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!
2 Dad gracias al Dios de los dioses, porque es eterno su amor;
3 dad gracias al Señor de los señores, porque es eterno su amor.
4 El solo hizo maravillas, porque es eterno su amor.
5 Hizo los cielos con inteligencia, porque es eterno su amor;
6 sobre las aguas asentó la tierra, porque es eterno su amor.
7 Hizo las grandes lumbreras, porque es eterno su amor;
8 el sol para regir el día, porque es eterno su amor;
9 la luna y las estrellas para regir la noche, porque es eterno su amor.
10 Hirió en sus primogénitos a Egipto, porque es eterno su amor;
11 y sacó a Israel de entre ellos, porque es eterno su amor;
12 con mano fuerte y tenso brazo, porque es eterno su amor.
13 El mar de Suf partió en dos, porque es eterno su amor;
14 por medio a Israel hizo pasar, porque es eterno su amor;
15 y hundió en él a Faraón con sus huestes, porque es eterno su amor.
16 Guió a su pueblo en el desierto, porque es eterno su amor;
17 hirió a grandes reyes, porque es eterno su amor;
18 y dio muerte a reyes poderosos, porque es eterno su amor;
19 a Sijón, rey de los amorreos, porque es eterno su amor;
20 y a Og, rey de Basán, porque es eterno su amor.
21 Y dio sus tierras en herencia, porque es eterno su amor;
22 en herencia a su siervo Israel, porque es eterno su amor.
23 En nuestra humillación se acordó de nosotros, porque es eterno su amor;
24 y nos libró de nuestros adversarios, porque es eterno su amor.
25 El da el pan a toda carne, porque es eterno su amor;
26 ¡Dad gracias al Dios de los cielos, porque es eterno su amor!
El amor y la fidelidad del Señor (v. 2), que reconforta y protege a los humildes (vs. 3, 6), motivan este canto de acción de gracias, en el cual aparece claramente una nota “universalista” (vs. 4-5). El Salmo concluye con una renovada expresión de confianza en el Señor (vs. 7-8).
1 A orillas de los ríos de Babilonia estábamos sentados y llorábamos, acordándonos de Sión;
2 en los álamos de la orilla teníamos colgadas nuestras cítaras.
3 Allí nos pidieron nuestros deportadores cánticos, nuestros raptores alegría: «¡Cantad para nosotros un cantar de Sión!»
4 ¿Cómo podríamos cantar un canto de Yahveh en una tierra extraña?
5 ¡Jerusalén, si yo de ti me olvido, que se seque mi diestra!
6 ¡Mi lengua se me pegue al paladar si de ti no me acuerdo, si no alzo a Jerusalén al colmo de mi gozo!
7 Acuérdate, Yahveh, contra los hijos de Edom, del día de Jerusalén, cuando ellos decían: ¡Arrasad, arrasadla hasta sus cimientos!
8 ¡Hija de Babel, devastadora, feliz quien te devuelva el mal que nos hiciste,
9 feliz quien agarre y estrelle contra la roca a tus pequeños!
En un lenguaje de profundo lirismo, el salmista expresa su admiración ante la insondable sabiduría de Dios, que penetra todas las cosas y sondea hasta lo más íntimo del corazón humano.
El tono sereno y meditativo del Salmo se interrumpe bruscamente en el v. 19, para introducir una severa imprecación contra los impíos. Esta imprecación -que a primera vista parece fuera de lugar - da mucha luz sobre la situación en que el Salmo fue pronunciado originariamente: el salmista, hostigado por “hombres sanguinarios” (v. 19), se somete al juicio de Dios, pidiéndole que “examine” su conducta y sus intenciones (v. 23). Su hondo sentido de la trascendencia divina le impide declarar abiertamente su inocencia, y sólo la insinúa con una gran humildad (v. 24).
1 Te doy gracias, Yahveh, de todo corazón, pues tú has escuchado las palabras de mi boca. En presencia de los ángeles salmodio para ti,
2 hacia tu santo Templo me prosterno. Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad, pues tu promesa ha superado tu renombre.
3 El día en que grité, tú me escuchaste, aumentaste la fuerza en mi alma.
4 Te dan gracias, Yahveh, todos los reyes de la tierra, porque oyen las promesas de tu boca;
5 y cantan los caminos de Yahveh: «¡Qué grande la gloria de Yahveh!
6 ¡Excelso es Yahveh, y ve al humilde, al soberbio le conoce desde lejos!»
7 Si ando en medio de angustias, tú me das la vida, frente a la cólera de mis enemigos, extiendes tú la mano y tu diestra me salva:
8 Yahveh lo acabará todo por mí. ¡Oh Yahveh, es eterno tu amor, no dejes la obra de tus manos!
Este Salmo es una súplica al Señor, defensor de los pobres (v. 13), contra la calumnia y la opresión. Luego de evocar con expresivas imágenes la violencia y la maldad de sus perseguidores (vs. 3-6), el salmista dirige contra ellos una severa imprecación (vs. 9-12). La súplica está acompañada de una profesión de inquebrantable confianza (vs. 7-8), fundada en la certeza de que Dios es justo y hace valer el derecho de los oprimidos (vs. 13-14).
1 Yahveh, tú me escrutas y conoces;
2 sabes cuándo me siento y cuándo me levanto, mi pensamiento calas desde lejos;
3 esté yo en camino o acostado, tú lo adviertes, familiares te son todas mis sendas.
4 Que no está aún en mi lengua la palabra, y ya tú, Yahveh, la conoces entera;
5 me aprietas por detrás y por delante, y tienes puesta sobre mí tu mano.
6 Ciencia es misteriosa para mí, harto alta, no puedo alcanzarla.
7 ¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir?
8 Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el seol me acuesto, allí te encuentras.
9 Si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del mar,
10 también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende.
11 Aunque diga: «¡Me cubra al menos la tiniebla, y la noche sea en torno a mí un ceñidor,
12 ni la misma tiniebla es tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día.
13 Porque tú mis riñones has formado, me has tejido en el vientre de mi madre;
14 yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente,
15 y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra.
16 Mi embrión tus ojos lo veían; en tu libro están inscritos todos los días que han sido señalados, sin que aún exista uno solo de ellos.
17 Mas para mí ¡qué arduos son tus pensamientos, oh, Dios, qué incontable su suma!
18 ¡Son más, si los recuento, que la arena, y al terminar, todavía estoy contigo!
19 ¡Ah, si al impío, oh Dios, mataras, si los hombres sanguinarios se apartaran de mí!
20 Ellos que hablan de ti dolosamente, tus adversarios que se alzan en vano.
21 ¿No odio, Yahveh, a quienes te odian? ¿No me asquean los que se alzan contra ti?
22 Con odio colmado los odio, son para mí enemigos.
23 Sóndame, oh Dios, mi corazón conoce, pruébame, conoce mis desvelos;
24 mira no haya en mí camino de dolor, y llévame por el camino eterno.
En esta súplica, el salmista pide al Señor que lo libre del doble peligro que lo amenaza: la hostilidad de sus enemigos (v. 9) y la tentación de dejarse arrastrar por los malos deseos, imitando la maledicencia y los excesos de los impíos (vs. 3-4). Su voluntad de resistir a las seducciones del mal, incluye también la buena disposición para aceptar las advertencias de los justos, aunque resulten penosas (v. 5).
1 Del maestro de coro. Salmo de David.2 Líbrame, Yahveh, del hombre malo, del hombre violento guárdame,
3 los que en su corazón maquinan males, y peleas albergan todo el día,
4 aguzan su lengua igual que una serpiente, veneno de víbora hay bajo sus labios.
5 Presérvame, Yahveh, de las manos del impío, del hombre violento guárdame, los que proyectan trastornar mis pasos,
6 los insolentes que me han ocultado cepo y lazos, y tienden una red bajo mis pies, y al borde del sendero me han emplazado trampas. .
7 Yo he dicho a Yahveh: Tú eres mi Dios, escucha, Yahveh, la voz de mis súplicas.
8 Oh Yahveh, Señor mío, fuerza de mi salvación, tú cubres mi cabeza el día del combate.
9 No otorgues, Yahveh, al impío su deseo, no dejes que su plan se realice. Los que me asedian no alcen sobre mí
10 su cabeza, ahóguelos la malicia de sus labios;
11 llueva sobre ellos carbones encendidos, en el abismo hundidos, no se levanten más;
12 no arraigue más en la tierra el deslenguado. al violento lo atrape de golpe la desgracia.
13 Sé que Yahveh al humilde hará justicia, y llevará el juicio de los pobres.
14 Sí, los justos darán gracias a tu nombre, los rectos morarán en tu presencia.
En medio de una obstinada persecución (vs. 4, 7) y sin esperanzas de encontrar una ayuda en los hombres (v. 5), el salmista invoca angustiosamente al Señor (vs. 2, 7), que es su único refugio (v. 6). Confiado en su pronta liberación, promete reconocer públicamente los favores recibidos de Dios, para alegría y edificación de los justos (v. 8).
1 Yo te invoco, Yahveh, ven presto a mí, escucha mi voz cuando a ti clamo.
2 Valga ante ti mi oración como incienso, el alzar de mis manos como oblación de la tarde.
3 Pon, Yahveh, en mi boca un centinela, un vigía a la puerta de mis labios.
4 No dejes que tienda mi corazón a cosa mala, a perpetrar acciones criminales en comañía de malhechores, y no guste yo lo que hace sus delicias.
5 Que el justo me hiera por amor, y me corrija, pero el ungüento del impío jamás lustre mi cabeza, pues me conprometería aún más en sus maldades.
6 Han quedado a merced de la Roca, su juez, los que oyeron con regodeo mis palabras:
7 «Como piedra de molino estrellada por tierra son esparcidos nuestros huesos a la boca del seol.»
8 Hacia ti, Señor Yahveh, miran mis ojos, ¡en ti me cobijo, no desampares mi alma!
9 Guárdame del lazo que me tienden, de la trampa de los malhechores.
10 Caigan los impíos, cada uno en su red, mientras yo paso indemne.
Un hombre perseguido violentamente (v. 3) se pone bajo la protección de Dios, a fin de que lo libre de sus perseguidores (v. 9). Para fundamentar su pedido, el salmista apela a las antiguas intervenciones de Dios en favor de su Pueblo (v. 5). Pero a diferencia de lo que sucede en otros Salmos similares (Sal. 7), él no hace una declaración de su propia inocencia, sino que reconoce su condición de pecador y su imposibilidad de obtener la salvación sin el auxilio de la misericordia divina.
Este es uno de los salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38; 51; 102; 130).
2 A Yahveh en mi clamor imploro. A Yahveh en mi clamor suplico.
3 Ante él derramo mi lamento, mi angustia ante él expongo,
4 cuando el aliento en mí se apaga; mas tú conoces mi sendero. En el camino por donde voy me han escondido un lazo.
5 A la derecha mira, y ve, nadie hay que me conozca. Huye de mí todo refugio, nadie hay que cuide de mi alma.
6 Hacia ti clamo, Yahveh; digo: ¡Tú, mi refugio, mi porción en la tierra de los vivos!
7 Atiende a mi clamor, pues estoy abatido del todo. ¡Líbrame tú de mis perseguidores, pues son más fuertes que yo!
8 ¡Saca mi alma de la cárcel, y daré gracias a tu nombre! En torno a mí los justos harán corro, por tu favor para conmigo.
Salmos 143En la primera parte de este Salmo (vs. 1- 11), un rey se dirige al Señor para darle gracias por su constante protección (vs. l-2) y para rogarle que lo libre de sus enemigos (vs. 3-11). Las frases y expresiones utilizadas por el salmista reflejan la influencia de otros Salmos, en especial la del Salmo 18, que en varios versículos se encuentra reproducido casi literalmente. La segunda parte (vs. 12-15) tiene un tono mucho más lírico, y es una súplica por la prosperidad de la nación.
Las diferencias de estilo y el paso del singular al plural hacen suponer que estas dos partes, en su origen, fueron composiciones independientes. El uso litúrgico las unió más tarde, para asociar la oración por el rey a la oración por todo el pueblo.
1 Yahveh, escucha mi oración, presta oído a mis súplicas, por tu lealtad respóndeme, por tu justicia;
2 no entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente.
3 Persigue mi alma el enemigo, mi vida estrella contra el suelo; me hace morar en las tinieblas, como los que han muerto para siempre;
4 se apaga en mí el aliento, mi corazón dentro de mí enmudece.
5 Me acuerdo de los días de antaño, medito en todas tus acciones, pondero las obras de tus manos;
6 hacia ti mis manos tiendo, mi alma es como una tierra que tiene sed de ti. .
7 ¡Oh, pronto, respóndeme, Yahveh, el aliento me falta; no escondas lejos de mí tu rostro, pues sería yo como los que bajan a la fosa!
8 Haz que sienta tu amor a la mañana, porque confío en ti; hazme saber el camino a seguir, porque hacia ti levanto mi alma.
9 Líbrame de mis enemigos, Yahveh en ti me refugio;
10 enséñame a cumplir tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu espíritu que es bueno me guíe por una tierra llana.
11 Por tu nombre, Yahveh, dame la vida, por tu justicia saca mi alma de la angustia;
12 por tu amor aniquila a mis enemigos, pierde a todos los que oprimen mi alma, porque yo soy tu servidor.
Este himno celebra las grandes obras del Señor (vs. 4-7), que lo manifiestan como Rey justo y poderoso, a la vez que bondadoso y lleno de misericordia hacia todas sus criaturas. La estructura "alfabética" del Salmo hace que las ideas se yuxtapongan bastante libremente, sin una conexión lógica demasiado aparente.
1 Bendito sea Yahveh, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la batalla;
2 él, mi amor y mi baluarte, mi ciudadela y mi libertador, mi escudo en el que me cobijo, el que los pueblos somete a mi poder.
3 Yahveh, ¿qué es el hombre para que le conozcas, el hijo de hombre para que en él pienses?
4 El hombre es semejante a un soplo, sus días, como sombra que pasa.
5 ¡Yahveh, inclina tus cielos y desciende, toca los montes, que echen humo;
6 fulmina el rayo y desconciértalos, lanza tus flechas y trastórnalos!
7 Extiende tu mano desde lo alto, sálvame, líbrame de las muchas aguas, de la mano de los hijos de extranjeros,
8 cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira.
9 Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo, salmodiar para ti al arpa de diez cuerdas,
10 tú que das a los reyes la victoria, que salvas a David tu servidor. De espada de infortunio
11 sálvame. líbrame de la mano de extranjeros, cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira.
12 Sean nuestros hijos como plantas florecientes en su juventud, nuestras hijas como columnas angulares, esculpidas como las de un palacio;
13 nuestros graneros llenos, rebosantes de frutos de toda especie, nuestras ovejas, a millares, a miríadas, por nuestras praderías;
14 nuestras bestias bien cargadas; no haya brecha ni salida, ni grito en nuestras plazas.
15 ¡Feliz el pueblo a quien así sucede feliz el pueblo cuyo Dios es Yahveh!
La alabanza expresada en este Salmo se fundamenta en el poder creador del Señor (v. 6) y en su bondad para con los pobres y oprimidos (vs. 7-9). Los motivos para alabar a Dios están precedidos de una exhortación sapiencial y de una “bienaventuranza”. En la primera (v. 3), el salmista invita a los fieles a no confiar en los poderosos, porque de ellos no puede venir la salvación; la segunda (v. 5) proclama la felicidad de los que confían en el Señor.
1 Yo te ensalzo, oh Rey Dios mío, y bendigo tu nombre para siempre jamás;
2 todos los días te bendeciré, por siempre jamás alabaré tu nombre;
3 grande es Yahveh y muy digno de alabanza, insondable su grandeza.
4 Una edad a otra encomiará tus obras, pregonará tus proezas.
5 El esplendor, la gloria de tu majestad, el relato de tus maravillas, yo recitaré.
6 Del poder de tus portentos se hablará, y yo tus grandezas contaré;
7 se hará memoria de tu inmensa bondad, se aclamará tu justicia.
8 Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y grande en amor;
9 bueno es Yahveh para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras.
10 e darán gracias, Yahveh, todas tus obras y tus amigos te bendecirán;
11 dirán la gloria de tu reino, de tus proezas hablarán,
12 para mostrar a los hijos de Adán tus proezas, el esplendor y la gloria de tu reino.
13 Tu reino, un reino por los siglos todos, tu dominio, por todas las edades. Yahveh es fiel en todas sus palabras, en todas sus obras amoroso;
14 Yahveh sostiene a todos los que caen, a todos los encorvados endereza.
15 Los ojos de todos fijos en ti, esperan que les des a su tiempo el alimento;
16 abres la mano tú y sacias a todo viviente a su placer.
17 Yahveh es justo en todos sus caminos, en todas sus obras amoroso;
18 cerca está Yahveh de los que le invocan, de todos los que le invocan con verdad.
19 El cumple el deseo de los que le temen, escucha su clamor y los libera;
20 guarda Yahveh a cuantos le aman, a todos los impíos extermina.
21 ¡La alabanza de Yahveh diga mi boca, y toda carne bendiga su nombre sacrosanto, para siempre jamás!
Resulta fácil delimitar las tres partes que componen este himno litúrgico, porque cada una de ellas comienza con una invitación a alabar a Dios (vs. 1, 7, 12). La primera parte (vs. 1-6) celebra la omnipotente bondad del Señor, manifestada en la restauración de su Pueblo y de la Ciudad santa después del exilio. El tema de la segunda (vs. 7-11) es la Providencia universal de Dios, que da cada día el alimento a hombres y animales. Por último, el salmista describe poéticamente la omnipotencia de la Palabra de Dios, que dirige el curso de la naturaleza y de la historia (vs. 13-20).
La versión griega de los Setenta -seguida por la Vulgata- establece una separación artificial entre los vs. 11 y 12 del texto hebreo, y hace de este poema dos Salmos diversos (146; 147).
1 ¡Aleluya! ¡Alaba a Yahveh, alma mía!
2 A Yahveh, mientras viva, he de alabar, mientras exista salmodiaré para mi Dios.
3 No pongáis vuestra confianza en príncipes, en un hijo de hombre, que no puede salvar;
4 su soplo exhala, a su barro retorna, y en ese día sus proyectos fenecen.
5 Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, y su esperanza en Yahveh su Dios,
6 que hizo los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay; que guarda por siempre lealtad,
7 hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahveh suelta a los encadenados.
8 Yahveh abre los ojos a los ciegos, Yahveh a los encorvados endereza, Ama Yahveh a los justos,
9 Yahveh protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene. mas el camino de los impíos tuerce;
10 Yahveh reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad.
Resulta fácil delimitar las tres partes que componen este himno litúrgico, porque cada una de ellas comienza con una invitación a alabar a Dios (vs. 1, 7, 12). La primera parte (vs. 1-6) celebra la omnipotente bondad del Señor, manifestada en la restauración de su Pueblo y de la Ciudad santa después del exilio. El tema de la segunda (vs. 7-11) es la Providencia universal de Dios, que da cada día el alimento a hombres y animales. Por último, el salmista describe poéticamente la omnipotencia de la Palabra de Dios, que dirige el curso de la naturaleza y de la historia (vs. 13-20).
La versión griega de los Setenta -seguida por la Vulgata- establece una separación artificial entre los vs. 11 y 12 del texto hebreo, y hace de este poema dos Salmos diversos (146; 147).
¡Aleluya!
1 Alabad a Yahveh, que es bueno salmodiar, a nuestro Dios, que es dulce la alabanza.
2 Edifica Yahveh a Jerusalén, congrega a los deportados de Israel;
3 él sana a los de roto corazón, y venda sus heridas.
4 El cuenta el número de estrellas, y llama a cada una por su nombre;
5 grande es nuestro Señor, y de gran fuerza, no tiene medida su saber.
6 Yahveh sostiene a los humildes, hasta la tierra abate a los impíos.
7 Cantad a Yahveh en acción de gracias, salmodiad a la cítara para nuestro Dios:
8 El que cubre de nubes los cielos, el que lluvia a la tierra prepara, el que hace germinar en los montes la hierba, y las plantas para usos del hombre,
9 el que dispensa al ganado su sustento, a las crías del cuervo cuando chillan.
10 No le agrada el brío del caballo, ni se complace en los músculos del hombre.
11 Se complace Yahveh en los que le temen, en los que esperan en su amor.
12 ¡Celebra a Yahveh, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión!
13 Que él ha reforzado los cerrojos de tus puertas, ha bendecido en ti a tus hijos;
14 pone paz en tu término, te sacia con la flor del trigo.
15 El envía a la tierra su mensaje, a toda prisa corre su palabra;
16 como lana distribuye la nieve, esparce la escarcha cual ceniza.
17 Arroja su hielo como migas de pan, a su frío ¿quién puede resistir?
18 Envía su palabra y hace derretirse, sopla su viento y corren las aguas.
19 El revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel:
20 no hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus juicios conoció.
Todo el universo -desde los ángeles hasta los seres inanimados- son invitados en este Salmo a entonar un canto de alabanza al Señor. El motivo de la alabanza es el admirable orden de la creación. El versículo final destaca los privilegios de Israel como Pueblo elegido de Dios.
Este Salmo tiene una gran similitud con el Canto de las Criaturas, que figura en los suplementos griegos del libro de Daniel (3. 52-90).
1 ¡Aleluya! ¡Alabad a Yahveh desde los cielos, alabadle en las alturas,
2 alabadle, ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle!
3 ¡Alabadle, sol y luna, alabadle todas las estrellas de luz,
4 alabadle, cielos de los cielos, y aguas que estáis encima de los cielos!
5 Alaben ellos el nombre de Yahveh: pues él ordenó y fueron creados;
6 él los fijó por siempre, por los siglos, ley les dio que no pasará.
7 ¡Alabad a Yahveh desde la tierra, monstruos del mar y todos los abismos,
8 fuego y granizo, nieve y bruma, viento tempestuoso, ejecutor de su palabra,
9 montañas y todas la colinas, árbol frutal y cedros todos,
10 fieras y todos los ganados, reptil y pájaro que vuela,
11 reyes de la tierra y pueblos todos, príncipes y todos los jueces de la tierra,
12 jóvenes y doncellas también, viejos junto con los niños!
13 Alaben el nombre de Yahveh: porque sólo su nombre es sublime, su majestad por encima de la tierra y el cielo.
14 El realza la frente de su pueblo, de todos sus amigos alabanza, de los hijos de Israel, pueblo de sus íntimos.
El amor del Señor hacia su Pueblo y la victoria que le tiene asegurada (v. 4) son el motivo propuesto a la comunidad cultual, para invitarla a cantar jubilosamente a su Creador y su Rey (vs. 1-3). El reverso de esa victoria es “la sentencia dictada” por Dios contra los enemigos de su Pueblo (v. 9), e Israel está llamado a ejecutarla (vs. 6-8).
Este himno se destaca por su entusiasmo guerrero y su ardiente nacionalismo. Dichas características se explican porque fue compuesto después del exilio babilónico, cuando Israel tuvo que luchar afanosamente por su reconstrucción nacional y religiosa, en medio de la tenaz oposición de sus vecinos (Neh. 2- 6). La esperanza en la victoria reafirmaba su fe en el Señor y le daba nuevo ánimo para la lucha.
1 ¡Aleluya! ¡Cantad a Yahveh un cantar nuevo: su alabanza en la asamblea de sus amigos!
2 ¡Regocíjese Israel en su hacedor, los hijos de Sión exulten en su rey;
3 alaben su nombre con la danza, con tamboril y cítara salmodien para él!
4 Porque Yahveh en su pueblo se complace, adorna de salvación a los humildes.
5 Exalten de gloria sus amigos, desde su lecho griten de alegría:
6 los elogios de Dios en su garganta, y en su mano la espada de dos filos;
7 para ejecutar venganza en las naciones, castigos en los pueblos,
8 para atar con cadenas a sus reyes, con grillos de hierro a sus magnates,
9 para aplicarles la sentencia escrita: ¡será un honor para todos sus amigos!
El libro de los Salmos concluye con esta invitación a entonar un solemne “canto” en honor del Creador, que habita en su Santuario cósmico, sobre la majestad del cielo. La invitación se dirige a todos los seres, y el motivo de la alabanza son las “proezas” del Señor, manifestadas en la creación y en la historia. que pregonan su grandeza y su poder.
1 ¡Aleluya! Alabad a Dios en su santuario, alabadle en el firmamento de su fuerza,
2 alabadle por sus grandes hazañas, alabadle por su inmensa grandeza.
3 Alabadle con clangor de cuerno, alabadle con arpa y con cítara,
4 alabadle con tamboril y danza, alabadle con laúd y flauta,
5 alabadle con címbalos sonoros, alabadle con címbalos de aclamación.
6 ¡Todo cuanto respira alabe a Yahveh! ¡Aleluya!