Ramón Montero Navarro,

Terciario Carmelita
 

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Nació en Tomelloso (en el centro de España, en la comunidad de Castilla La Mancha) el día 7 de enero de 1930, hijo de Elías Montero y Victoria Navarro. Fue bautizado en la iglesia parroquial de la Asunción de Nuestra Señora de dicha ciudad.

 

         Hizo su primera comunión a los nueve años y Sor Felices, Hija de la Caridad que lo preparó, explicaba a los niños la Vida del Señor. En una ocasión les decía que Jesús tenía unos amigos, los Apóstoles, y que entre ellos había uno, Juan, a quien Jesús amaba especialmente. Dice la Hermana que a Ramón le impresionó tanto que se le trasmudó el rostro y le dijo: “Yo quiero que Jesús me ame así”. Desde aquel momento, el muchacho hizo cuanto le fue posible para ser amado por Jesús como el apóstol san Juan. El día de su primera comunión se ofreció plenamente a Jesús para que así le amase.

 

         Siendo muy pequeño, de 5 ó 6 años, sufrió una caída de caballo. Fue reconocido por un médico que no le detectó ninguna lesión. Poco tiempo después de haber recibido su primera comunión, Ramón enfermó del mal de “Pott” --tuberculosis vertebral, o extrapulmonar que afecta la columna vertebral; un tipo de artritis tuberculosa que afecta las articulaciones intervertebrales. Tal vez se produjo la condición como consecuencia de dicho accidente, permaneciendo enfermo y escayolado hasta la edad de 14 años.

 

Durante su enfermedad tuvo un comportamiento tan admirable que cuantos lo visitaban en su cama de yeso, todo un potro de tortura, quedaban admirados viendo cómo soportaba dolores tan horribles, pero siempre con su sonrisa y la aceptación de la voluntad de Dios, a la vez que animaba y confortaba a sus padres.

         En una ocasión el médico le quería administrar morfina para calmarle sus dolores y el niño le rogó a su mamá que no lo hiciera, porque él quería sufrir como Jesús por la conversión de los pecadores y así ser amado por el Señor como Éste amó a Juan.

 

         Se cuentan cosas admirables del muchacho, señal de la íntima unión que tenía con Jesús.

 

         En el día de su muerte, que él presentía, llamó a sus padres. Su papá le dijo: “¿Qué quieres, hijo mío?”. Y él le respondió: “Quiero veros”. y le dijo a su mamá que se acercase: “¡Abrázame, mamá!”, a la vez que le decía: “¡Cuánto te quiero!”, y así permaneció abrazado a su madre expirando en sus brazos sin que ella se diera cuenta, pues pensaba que se había dormido.

 

         Fue la misma Sor Felices, la que le preparó para su primera comunión, quien acudió en aquellos momentos a visitarle. Al encontrar a madre e hijo abrazados, se dio cuenta de que estaba muerto.

 

         El carmelita P. Pedro Benítez, su director espiritual, había pedido para Ramón el privilegio de poder ingresar en la Tercera Orden del Carmen a su tierna edad de 14 años.

 

         Falleció con fama de santidad el día 2 de febrero de 1944, a la edad de 14 años, y son muchas las personas que manifiestan haber recibido gracias por su intercesión.

 

Reflexiones de Ramón

 

         “Cuando se pide una cosa, no se desprecia; mucho menos si se nos da como se pidió. Yo pedí padecer por los pecadores y especialmente para soportar los padecimientos. ¡Qué buena ha sido Nuestra Santísima Madre del Carmen! ¡Las dos cosas me las ha dado!”.

 

“Como estoy en las manos de Dios y de la Santísima Virgen, Ellos harán de mí lo que quieran… Cuando el Señor me lo envía, es que sabe que lo puedo sufrir. Más sufrió Él por nosotros. Acuérdate tú, madre, de que la Virgen Santísima sufrió mucho también en estos días (Semana Santa de 1943)”.

 

         “Si me dijeran: ´Te vas a poner bueno, pero el Señor te querrá menos´, yo respondería: Quiero estar siempre enfermo para que Dios no deje de quererme ni un poquito siquiera”.

 

 

Fuente: Información tomada del libro “Profiles in Holiness I”, de Redemptus M. Valabek, O. Carm.