Maria Carolina Scampone
Terciaria Carmelita
 

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Carolina nació en 1887 en Esperia Inferiore (Un pueblo entre Nápoles y Roma), Italia. Fue la primera de cuatro hijos de una familia, en la que las celebraciones litúrgicas del año, eran celebradas con mucha devoción. Ella tenía una buena voz y, en una Navidad en la que estaba cantando villancicos en la Iglesia Parroquial, una joven que le tenía celos, se la pasó dándole pataditas en las piernas para hacer a Carolina perder la devoción con la que estaba cantando. Una amiga, que se dio cuenta de lo que pasaba, le dijo que debía de haberle dado una cachetada a esa niña, a lo que Carolina le respondió: “Esa no es la forma de ganar méritos. Nosotros siempre debemos hacer el bien y evitar el mal; el Señor nos lo recompensará en el vida eterna aun cuando no tengamos la esperanza de ser comprendidos mientras estamos en la tierra. Aquí estamos viviendo en un lugar de exilio, en un terreno de pruebas para la felicidad eterna”. Esta anécdota refleja el espíritu que animó a Carolina en su vida entera.

Siguiendo la costumbre local, su padre, Felice Mancinelli, decidió que ella se casara con Rocco Antonio Scampone, uno de sus trabajadores para que él continuara ayudando en el negocio de la familia. Por obediencia, ante la insistencia de su padre, Carolina consintió en casarse con Rocco. Rocco resultó tener mal genio y ser de temperamento nervioso pero, para que su padre no sufriera por ello, Carolina soportó la situación sin decir nada. A los dos años de matrimonio nació una hija, Erminia, cosa que disgustó mucho a Rocco pues él quería que hubiera sido un varón. Para la alegría de Rocco a los dos años nació Felice, luego les nació otro hijo que falleció a los dos años. Tuvieron a otros dos hijos Benedeto y Placido. En 1909, poco después de haber nacido Placido, Rocco cayó en cama enfermo de cáncer. Carolina lo cuidó hasta su muerte en 1911, en que, poco antes de morir, pidió ver a un sacerdote y recibir los sacramentos.

Luego de la muerte de Rocco, el padre de Carolina sostenía a la familia confortablemente pero esa situación duró poco. La mamá de Carolina falleció y Felice tuvo que dejar de trabajar debido a su edad avanzada. Carolina tuvo que asumir la responsabilidad de cuidar a su padre y sostener a sus hijos como mejor pudo ya que sus hermanas se habían ido de la casa y no la podían ayudar. Ella trabajó en el recogido de aceitunas, recogía leña para poder hacer pan para la venta, etc. Durante esos años tan difíciles, sus vecinos se admiraban de su paciencia. Felice falleció, después de recibir los sacramentos, en 1919. Erminia, a quien una benefactora había llevado a Roma para sus estudios, entró como religiosa con las Hermanas de los Pobres de Santa Catalina de Siena, el 12 de julio de 1921. El hijo, Felice, a los quince años ingresó a los “carabineros” y, con su sueldo, comenzó a ayudar económicamente a Carolina. Sin embargo, durante una visita a la casa, mientras estaba limpiando su fusil junto con unos amigos, se disparó una bala que le penetró por el estómago y murió poco después el 13 de octubre de 1927.

Durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas alemanas forzaron a Carolina a seguirles en su retirada del avance de las fuerzas del ejército de los Estados Unidos. En Septiembre de 1843, un vecino comentó con asombro que, a pesar de que Carolina estaba enferma y de que estaban muy faltos de alimentos, ella continuaba manteniendo la calma y que además, no solo no se quejaba, sino que aun así les ayudaba a ellos con sus consejos y ejemplo.

Los últimos seis años de vida, Carolina estuvo ingresada en el Instituto de “Santa Maria della Providenza” en Roma. Durante el Año Santo de 1950, ella tuvo la dicha de que, junto a sus hijos Erminia y Benedeto, pudo ganar la indulgencia del Año Santo visitando las cuatro basílicas mayores de Roma. El sacerdote, Fr. Giovanni Marini, daba testimonio de que, a pesar de sus aflicciones, ella era un modelo de paciencia y un alma de gran devoción. Él obtuvo el permiso para que Carolina pudiera ingresar, según lo deseaba, en la Tercera Orden Carmelita. Al poco tiempo, Carolina falleció el 5 de febrero de 1951.

Después de su muerte, muchas personas que han orado a ella, pidiendo su ayuda, han informado de favores que aseguran haber recibido por su intercesión. Por ejemplo: haber obtenido un empleo, haber pasado un examen, exilados que ha regresado sanos y salvos a sus hogares, etc., etc.

Información tomada del libro “Profiles in Holiness I”, de Redemptus M. Valabek, O. Carm.

 

 

Fuente: Información tomada del libro “Profiles in Holiness I”, de Redemptus M. Valabek, O. Carm.